El año pasado la serbia Marina Abramovic se sentó frente a una mesa siete horas por día durante dos meses en, nada menos, una de las salas del Museo de Arte Moderno de Nueva York, y el público hizo largas filas para poder estar un rato junto a ella, que permanecía inmutable. Más cerca geográfica y temporalmente, el italiano Gianni Motte llegó a Ezeiza en enero y estampó la huella de su zapato en un bloque de cemento de 80 kilos que, valuado en varios miles de euros, se exhibió en la Fundación Proa. El mes pasado, el rosarino Carlos Herrera metió un par de calamares dentro de un par de zapatillas, les agregó una remera y un par de medias y envolvió todo en una bolsita de plástico: el olor a podrido invadió ArteBA y Autorretrato de mi muerte ganó los 50 mil pesos del premio Petrobras. Ahora, como una especie de frutilla virtual para este postre de artes bellas y no tanto, un importante organismo del gobierno de Estados Unidos que desde hace medio siglo otorga becas para diferentes expresiones artísticas incluyó a los videojuegos entre las expresiones a subvencionar. Una decisión que algunos vieron como la bienvenida oficial de los jueguitos electrónicos –una industria global que mueve muchos millones de dólares– al mundo del arte.
¿Devorará el Pac-Man a La Gioconda en el Louvre? ¿Marcel Duchamp se revuelve en su tumba por haber sido malinterpretado? ¿O está celebrando?
La decisión del Fondo Nacional de las Artes de Estados Unidos (National Endowment for the Arts, NEA) reavivó la discusión, tan antigua como imperecedera, acerca de qué es el arte. Hay que tener en cuenta la magnitud de la institución: el NEA fue creado en 1965 y desde entonces entregó más de 128 mil becas por unos 4 mil millones de dólares a diferentes instituciones artísticas. A principios de este mes el organismo, dirigido por el productor de Broadway Rocco Landesman, anunció que para su concurso 2012 creó una nueva categoría dedicada a medios interactivos en la que incluye a los videojuegos.
A esta altura nadie debería dudar de que el Tetris, del ruso Alekséi Pázhitnov, es una genialidad que ya tiene un lugar bien ganado en la cultura popular. Y todos deben saber que los gráficos y el nivel de detalle de las últimas versiones del más violento Call of Duty son asombrosos. Pero, ¿arte?
“¡Los videojuegos son arte!”, gritaron, exultantes, unos cuantos las redes sociales, los blogs y los sitios web especializados –como www.cnet.com y www.escapistmagazine.com– y leyeron la decisión del NEA como una legitimación. Y lo vivieron casi como una revancha, sobre todo luego de una célebre sentencia de Roger Ebert, el crítico de cine más famoso de EE.UU., que hace unos años disparó: “Nadie de dentro o fuera de la industria ha podido citar un juego que merezca compararse con los grandes poetas, directores de cine y novelistas”.
“La decisión del NEA es un sello de legitimación que ojalá nos sirva para trascender la pregunta sobre si son arte los juegos y poder discutir temas muchísimo más importantes como qué aportarían los videojuegos artísticos”, opina, consultado por Clarín, el desarrollador Daniel Benmergui, autor de los juegos artísticos I wish I were the Moon y Today I day, entre otros, que se pueden jugar (experimentar, sería más adecuado) en Internet. Busque en Google y verá.
Es que la movida de los art games existe desde hace varios años en todo el mundo (algunos marcan el punto de inicio en 2006 con The Marriage, juego experimental de Rod Humble) y agrupa, Internet mediante, a miles de seguidores. “Los mejores juegos artísticos utilizan la habilidad del jugador para hacer que las cosas más importantes sucedan dentro de su mente”, sostiene Martín González, creador de DejaVu y Pictomancer. “En los juegos industriales, como Call of Duty o World of Warcraft, lo que ves es lo que hay”, diferencia.
Es que la movida de los art games existe desde hace varios años en todo el mundo (algunos marcan el punto de inicio en 2006 con The Marriage, juego experimental de Rod Humble) y agrupa, Internet mediante, a miles de seguidores. “Los mejores juegos artísticos utilizan la habilidad del jugador para hacer que las cosas más importantes sucedan dentro de su mente”, sostiene Martín González, creador de DejaVu y Pictomancer. “En los juegos industriales, como Call of Duty o World of Warcraft, lo que ves es lo que hay”, diferencia.
¿El Tomb Rider que permite manejar a Lara Croft con el joystick es menos artístico que la película de Angelina Jolie? Henry Lowood, de la Universidad de Stanford, decidió que, como la literatura o el cine, los videojuegos necesitaban un canon. En 2006 juntó a un puñado de expertos, armó una lista de diez juegos (que incluyó al SimCity, las dos primeras versiones del Civilization y al Sensible World of Soccer) y la propuso a la Biblioteca del Congreso que, como con El ciudadano o Casablanca, los conserve como parte de la herencia cultural del país.
La comparación con el cine es inevitable: Hollywood mira cada vez más hacia la industria de los juegos para PC o consolas en búsqueda de ideas (y negocios). Pero lejos está de ser la única relación con otras expresiones artísticas. A principios de mayo se realizó en el Centro Cultural Recoleta la muestra Game On 2011: el arte en juego, donde se presentó el juego Rabbits for my closet, basado en el cuento de Julio Cortázar Carta a una señorita en París.
Como toda expresión artística compleja y algo críptica, los art games ya tienen su propia crítica, nexo imprescindible entre público y obra. El estadounidense Ian Bogost, autor del libro Juegos persuasivos: el poder expresivo de los videojuegos (2007) escribió en su blog que la decisión del NEA es “alentadora y no debe menospreciarse”, aunque aclaró que “los caminos del arte son más complejos”.
Como toda expresión artística compleja y algo críptica, los art games ya tienen su propia crítica, nexo imprescindible entre público y obra. El estadounidense Ian Bogost, autor del libro Juegos persuasivos: el poder expresivo de los videojuegos (2007) escribió en su blog que la decisión del NEA es “alentadora y no debe menospreciarse”, aunque aclaró que “los caminos del arte son más complejos”.
Benmergui da cuenta de esa complejidad: “Existen dos frentes: obtener legitimación para crear oportunidades (exhibiciones, concursos, becas) y crear juegos que rompan los límites y sean evidencia viva de los juegos como arte”. ¿Los art games deben ser entretenidos? “Una definición que me gusta de arte versus entretenimiento: ‘Entretenimiento es hacer disfrutar a la mayor cantidad de gente posible. Arte es mejorar la vida de al menos una persona”, responde.
El alemán ZKM, uno de los centros de arte de nuevas tecnologías más importante de Europa, incorpora desde hace rato a los videojuegos en su colección. Francia tiene desde el año pasado su propio museo (www.museedujeuvideo.com). En la inminente E3, la exposición de la industria más importante del mundo, se exhibirán los trabajos ganadores de un concurso. ¿Enviaría hoy Duchamp una PlayStation a un museo?
UNA INDUSTRIA MILLONARIA Y PODEROSA
Los primeros videojuegos surgieron en la década del cincuenta en Estados Unidos, aunque recién en los años setenta comenzaron, sobre todo a partir del Pong , a ser como hoy se los conoce. Y a convertirse en una industria cada vez más millonaria y poderosa.
En 2010 se vendieron juegos por más de 15 mil millones de dólares en todo el mundo, de acuerdo a datos de la consultora NPD Group. Y eso sólo en software, sin sumar hardware (consolas y accesorios). Según la revista The Economist ya han superado al cine, y los lanzamientos de algunos juegos muy esperados ya son megaeventos: el año pasado Halo: Reach , sexta entrega de la saga para Xbox 360, recaudó 200 millones de dólares sólo en su primer día de ventas. Otro dato abrumador: desde 2006 ya se vendieron más de 50 millones de consolas PlayStation 3.
En Argentina, en tanto, según la Asociación de Desarrolladores de Videojuegos (ADVA), hay 65 empresas que exportan el 90 por ciento de su producción y facturan cerca de 50 millones de dólares por año.
El alemán ZKM, uno de los centros de arte de nuevas tecnologías más importante de Europa, incorpora desde hace rato a los videojuegos en su colección. Francia tiene desde el año pasado su propio museo (www.museedujeuvideo.com). En la inminente E3, la exposición de la industria más importante del mundo, se exhibirán los trabajos ganadores de un concurso. ¿Enviaría hoy Duchamp una PlayStation a un museo?
UNA INDUSTRIA MILLONARIA Y PODEROSA
Los primeros videojuegos surgieron en la década del cincuenta en Estados Unidos, aunque recién en los años setenta comenzaron, sobre todo a partir del Pong , a ser como hoy se los conoce. Y a convertirse en una industria cada vez más millonaria y poderosa.
En 2010 se vendieron juegos por más de 15 mil millones de dólares en todo el mundo, de acuerdo a datos de la consultora NPD Group. Y eso sólo en software, sin sumar hardware (consolas y accesorios). Según la revista The Economist ya han superado al cine, y los lanzamientos de algunos juegos muy esperados ya son megaeventos: el año pasado Halo: Reach , sexta entrega de la saga para Xbox 360, recaudó 200 millones de dólares sólo en su primer día de ventas. Otro dato abrumador: desde 2006 ya se vendieron más de 50 millones de consolas PlayStation 3.
En Argentina, en tanto, según la Asociación de Desarrolladores de Videojuegos (ADVA), hay 65 empresas que exportan el 90 por ciento de su producción y facturan cerca de 50 millones de dólares por año.
clarin.com
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