Los expertos en cáncer de mama, así como en otras clases de tumores, conocen muchos de los factores de riesgo asociados a estas enfermedades; tanto los que un paciente no podría modificar -su historial familiar- como los que sí -sus hábitos-. Sin embargo, hasta ahora no se había intentado calcular cuántos casos concretos podrían evitarse por el hecho de adoptar un estilo de vida saludable.
O, dicho de otra forma, hasta qué punto vería reducido una mujer el riesgo de enfermar después de haber modificado sus costumbres más peligrosas. Un estudio realizado a partir de los datos de más de 5.000 mujeres residentes en distintas regiones de Italia ha permitido cuantificar las ventajas que se obtendrían tras abandonar hábitos relacionados con el cáncer de mama. El resultado es que, en la población general y al cabo de dos décadas, la reducción de estos tumores entre mujeres de 65 años sería del 1,6%.
El porcentaje, considerado en su frialdad numérica, no es excepcionalmente elevado. Pero tendría un efecto considerable desde el punto de vista de la salud pública: por cada millón de mujeres, habría 16.000 que evitarían la enfermedad. Además, las personas más beneficiadas por este efecto serían precisamente aquellas que cargaran con más factores de riesgo no modificables. Entre esta población, la reducción probabilística ascendería hasta el 4,1%.
Estimando el riesgo a 20 años vista, una mujer que haya dejado de beber tendrá un 0,7% menos de posibilidades de padecer cáncer de mama que otra que haya conservado el hábito. Mientras que superar el límite establecido de masa corporal conlleva un aumento de riesgo del 5,6%. Cuando se consideraban las mismas predicciones en mujeres de 45 años, en vez de 65, los resultados eran similares. El motivo es que, aunque a los 65 años la incidencia de la enfermedad es mayor, "las mujeres de más edad tenían una distribución más favorable de los factores de riesgo", indican los autores.
Estas cifras son, naturalmente, proyecciones estadísticas. La propia revista que ha publicado el estudio, 'Journal of the National Cancer Institute', advierte en un editorial sobre las limitaciones de esta clase de previsiones. Aunque también remarca la solidez del diseño del estudio, así como la necesidad de ofrecer más información al público sobre los riesgos a los que se enfrenta y el modo en que éstos podrían evitarse o, al menos, minimizarse.
Clasificación de pacientes
La investigación, dirigida por la doctora Elisabetta Petracci, del Instituto Nacional del Cáncer en Besethda (EEUU), ha usado datos de más de 2.500 pacientes de entre 35 y 64 años que sufrieron cáncer de mama en Florencia (Italia), entre 1989 y 1993, y un número equivalente de mujeres que se usaron como grupo de control. El modelo estadístico ha tenido en cuenta cinco factores de riesgo no modificables (características reproductivas, educación, ocupación, historial familiar e historial de biopsias) y otros tres modificables: consumo de alcohol, ejercicio físico recreativo e índice de masa corporal.
Para clasificar si las pacientes seguían un estilo de vida saludable se determinó su índice de masa corporal -teniendo en cuenta si eran mayores o menores de 50 años-, su consumo de alcohol -dependiendo de si nunca bebieron, lo hicieron pero ya lo habían dejado, o bien seguían haciéndolo- y el ejercicio físico realizado entre los 30 y los 39 años -distinguiendo si se completaban más de dos horas semanales de deporte o no-. Por último, y tras ajustar los parámetros oportunos, se estudió cuál sería la reducción del cáncer de mama si pudieran eliminarse los factores de riesgo modificables, dejando intactos los no modificables.
Los resultados de la investigación, restringidos a Italia, podrían no ser aplicables a otros lugares. Por ejemplo, en EEUU las tasas de cáncer de mama son considerablemente superiores, según advierten los expertos. En todo caso, los resultados obtenidos en el país mediterráneo servirían para "enfatizar la necesidad de modelos como este, que se desarrollen sobre la base de datos locales para proporcionar las mejores estimaciones de riesgo y ayudar en la toma de decisiones, tanto para las personas individuales como para la población general, mediante políticas de salud pública", concluye la doctora Kathy J. Helzlsouer, del Centro Médico Mercy en Baltimore (EEUU) y autora del editorial que acompaña al estudio.
elmundo.es
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