Oprah Winfrey, la presentadora del talk show número uno de los Estados Unidos, dio la noticia de un cambio radical en los hábitos sexuales de los preadolescentes estadounidenses. Las chicas de 12 y 13 años estaban practicando sexo oral a sus amigos a diestra y siniestra, acaso con la misma frecuencia que nosotros transábamos y nuestros padres chapaban a esa edad.
En su libro The Logic of Life , Tim Harford sostiene sin ponerse colorado que la novedad responde a la pura lógica de la oferta y la demanda: los costos asociados al sexo vaginal han subido drásticamente, de la mano del sida y, con la mayor participación de la mujer en el mercado laboral, resulta muy costoso en términos de salario resignado abandonar el trabajo (o los estudios) por embarazo. Por eso, los teens de las nuevas generaciones encuentran más "barato" el sexo oral que las penetraciones.
Pareciera sin embargo que no es sólo eso. El sexo oral se ha devaluado. Hace veinte años, las prostitutas cobraban habitualmente un adicional por el privilegio. Tal vez movidas por la competencia de las travestis, hoy prácticamente todas lo incluyen en el servicio convencional, reservándose la tarifa diferencial para los clientes que prefieren el sexo anal. Mi sospecha es que la culpa de tal caída en las cotizaciones es parte de la oferta y otra parte de la demanda. Por un lado hay más competencia y las chicas no pueden ponerse exquisitas, pero por el otro lado, efectivamente hoy es mucho más fácil para un hombre el acceso al sexo oral, incluso aunque acabe de conocer a su compañera hace menos de una hora en el pub de la esquina.
Más aun, para sostener el argumento, Harford cita una investigación de Thomas Stratmann y Jonathan Klick en la que encuentran que en aquellos estados de los Estados Unidos donde existe una ley que permite el aborto, pero obliga a los hospitales a notificar a los padres, la incidencia de enfermedades de transmisión sexual (ETS), es menor que en aquellos estados donde se permite el aborto sin exigir autorización de los padres. Conclusión: cuando el costo de la conducta riesgosa es más alto, la conducta disminuye, o se sustituye por una más barata que proporciona satisfacciones de la misma índole.
Claro, como quiera que sea la cosa, el lector desconfiado pensará que de todos modos hay un sustituto intermedio para el sexo convencional: el sexo convencional con preservativo.
Lógico, a menos que lean la reciente encuesta que hizo la revista Cosmopolitan a madres e hijas adolescentes. Entre varios resultados interesantes, el 78% de las chicas que confesaban haber perdido ya su virginidad reconocían haber tenido sexo sin cuidarse. Y no estamos hablando de gente que viva en un barrio marginal ni mucho menos.
Existe, es verdad, un tercer sustituto del sexo riesgoso, que es la masturbación.
Desconozco estudios concretos sobre los hombres (dudo que sean necesarios) pero ya el famoso Informe Kinsey, que levantara tanta polvareda en los años 50 como el programa de Oprah ahora, muestra un resultado muy interesante: sólo el 25% de las mujeres de 15 años lo hacían, y la conducta crecía casi de manera lineal con la edad hasta llegar al 60% en el caso de las mujeres de 35 a 40 años. Es evidente que si el producto no está en la góndola por más que su precio relativo baje, nadie puede comprarlo.
Ahora bien, ¿tendrá todo esto algo que ver con la caída en las tasas de natalidad de los últimos años en nuestro país?
En el año 2000, la tasa de natalidad (el porcentaje de nacimientos respecto de la población) era del 1,9%, en el 2007 (último año con datos) bajó a 1,78.
La tasa de natalidad guarda una correlación espectacular con el desarrollo económico. En Bolivia es del 2,8% en los Estados Unidos del 1,1%. A su vez, en la ciudad de Buenos Aires es del 1,41% mientras que en Formosa asciende al 2,11. Para ser aun más concretos, pensemos que de acuerdo a los últimos datos del Ministerio de Salud se producen casi cinco veces más partos en los hogares del 20% más pobre de la población, que en los hogares del 20% más acomodado.
La relación es causa y consecuencia al mismo tiempo. El bajo desarrollo económico implica una pobre educación y un acotado acceso a recursos anticonceptivos, incluyendo soluciones como la píldora del día después, lo que da lugar a más embarazos. A su turno, una mayor cantidad de hijos baja las chances de empleo de la madre, erosiona su salario y reduce la cantidad de recursos per cápita disponibles en el hogar, privando a los chicos de muchas oportunidades de desarrollo educativo y personal.
Si los adolescentes reemplazaran la penetración por el sexo oral masivamente, o tan sólo le diesen la posibilidad de producir el orgasmo masculino primero, y las mujeres aumentan la cultura sexual de la autosatisfacción, no sorprendería que asistamos a una reducción de las tasas de natalidad continua y sostenida en los próximos años. Como consecuencia adicional, es plausible pensar que nuestros hospitales deberán enfrentar menos casos de enfermedades de transmisión sexual (aunque también las hay que se transmiten por vía oral).
Si sumamos a eso que la reciente ley de matrimonio igualitario baja sustancialmente el precio de mantener una relación homosexual estable y proporciona incentivos para que los jóvenes reduzcan sus niveles de promiscuidad (particularmente altos en el caso de los varones), es razonable pensar que en los próximos años caerá aun más la prevalencia del sida y tantas otras enfermedades quizá no tan peligrosas pero no por ello menos significativas y costosas.
Claro, entiendo que no es fácil que el Ministerio de Salud promueva la enseñanza en las escuelas de las bondades de la felación, pero como en tantas otras cosas en las que el Estado se encuentra ausente, descuento que la tarea, de uno u otro modo, será llevada adelante por las fuerzas de la oferta y la demanda.
conexionbrando.com
La tasa de natalidad guarda una correlación espectacular con el desarrollo económico. En Bolivia es del 2,8% en los Estados Unidos del 1,1%. A su vez, en la ciudad de Buenos Aires es del 1,41% mientras que en Formosa asciende al 2,11. Para ser aun más concretos, pensemos que de acuerdo a los últimos datos del Ministerio de Salud se producen casi cinco veces más partos en los hogares del 20% más pobre de la población, que en los hogares del 20% más acomodado.
La relación es causa y consecuencia al mismo tiempo. El bajo desarrollo económico implica una pobre educación y un acotado acceso a recursos anticonceptivos, incluyendo soluciones como la píldora del día después, lo que da lugar a más embarazos. A su turno, una mayor cantidad de hijos baja las chances de empleo de la madre, erosiona su salario y reduce la cantidad de recursos per cápita disponibles en el hogar, privando a los chicos de muchas oportunidades de desarrollo educativo y personal.
Si los adolescentes reemplazaran la penetración por el sexo oral masivamente, o tan sólo le diesen la posibilidad de producir el orgasmo masculino primero, y las mujeres aumentan la cultura sexual de la autosatisfacción, no sorprendería que asistamos a una reducción de las tasas de natalidad continua y sostenida en los próximos años. Como consecuencia adicional, es plausible pensar que nuestros hospitales deberán enfrentar menos casos de enfermedades de transmisión sexual (aunque también las hay que se transmiten por vía oral).
Si sumamos a eso que la reciente ley de matrimonio igualitario baja sustancialmente el precio de mantener una relación homosexual estable y proporciona incentivos para que los jóvenes reduzcan sus niveles de promiscuidad (particularmente altos en el caso de los varones), es razonable pensar que en los próximos años caerá aun más la prevalencia del sida y tantas otras enfermedades quizá no tan peligrosas pero no por ello menos significativas y costosas.
Claro, entiendo que no es fácil que el Ministerio de Salud promueva la enseñanza en las escuelas de las bondades de la felación, pero como en tantas otras cosas en las que el Estado se encuentra ausente, descuento que la tarea, de uno u otro modo, será llevada adelante por las fuerzas de la oferta y la demanda.
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