Santiago llama a su ordenador mamá. Vive en el pequeño cantón de Chunchi, en el estado de Chimborazo (Ecuador). Allí, el 51 por ciento de los niños no viven con sus padres. Y Santiago no es una excepción.
Hace varios años que sus padres volaron a España. Otros lo hicieron a EEUU. Algunos de sus amigos ni siquiera conocen a sus papás.
Él vive ahora con unos tíos que le recuerdan siempre lo afortunado que es. Santiago lo sabe muy bien. Siente mucha lástima de esos chicos de su pueblo que oyó que, por no estar con sus papás, “murieron de pena”.
En la compleja realidad de la inmigración, los protagonistas y receptores de ayudas y análisis son casi siempre los mismos: los propios inmigrantes.
Pero detrás de cada uno de ellos, o de la mayoría, hay unas víctimas que suelen perderse entre las cifras de la tragedia: los hijos que dejaron atrás.
Abandonados por la necesidad laboral de sus padres, estos niños crecen en manos de parientes cercanos, lejanos o incluso en la calle. Y esto, como confirma la psicóloga infantil Ana Casino, puede repercutir en su desarrollo emocional.
Cuando Guillermo Lasso, director del Banco de Guayaquil, visitó Chunchi en su itinerario por el Ecuador profundo se quedó impresionado. Allí le pareció ver “una invasión de nietos y abuelos”. Lo que le contaron después aún lo conmovió más.
Cuna de progenitores emigrantes, el pequeño cantón había sido testigo de varios casos de suicidio entre sus menores. Muchos niños, sintiéndose desamparados sin sus padres, habían caído en la depresión. Otros, huyendo de la escuela, encontraban consuelo en el alcohol o las drogas. En los peores casos, ya adolescentes, algunos habían terminado por quitarse la vida.
Esta terrible tendencia continuó hasta que llegó el alcalde y trajo consigo el mejor regalo posible para los niños de Chunchi: un locutorio.
Y Lasso, en su visita, quedó fascinado: “Era increíble ver a los más pequeños llamar a su computadora mamá”.
Llamadas que cambian vidas
Antes de la llegada del actual alcalde, Walter Narváez, a la mayoría de niños de Chunchi les era imposible comunicarse con sus padres en el extranjero. Igualmente, estos vivían completamente ajenos a la realidad cotidiana de sus hijos.
De los 2911 hogares de la comunidad el 87 % carecía de un teléfono al que llamar. El simple hecho de preguntar por las notas o el progreso escolar de los niños resultaba toda una odisea.
Ahora, mamás y papás se sienten de algún modo cerca de sus hijos gracias a las 13 “computadoras” con webcam del locutorio municipal. Una vez por semana, los niños pueden llamar a sus padres de forma gratuita, sin límite de tiempo y a cualquier hora. Así, sienten menos soledad y disminuye la sensación de abandono.
El alcalde se siente orgulloso de su proyecto: “El centro de apoyo para hijos de emigrantes es un plan integral que contempla no sólo la comunicación constante entre padres e hijos sino su seguimiento psicológico, nutricional y académico”.
Y es que, además del locutorio, se ha creado toda una red destinada a fortalecer el apoyo emocional de los más de 480 hijos de emigrantes chuncheños.
El sistema cuenta con un gabinete de pedagogos y psicólogos clínicos que ayuda a los niños con sus deberes y realiza un seguimiento de su estado anímico, un centro dietético que cubre sus necesidades nutricionales y un departamento de ocupación del tiempo libre que los aleja de los “vicios nocivos” de la calle con actividades alternativas como fútbol, danza o teatro.
Con éste plan, no sólo se han reducido drásticamente los suicidios (con sólo dos casos contabilizados en 2009 y 2010) sino que se ha logrado mucho más. La tasa de deserción escolar se ha reducido de un 37% a un 11% y el índice de ingresos en la Universidad ha pasado de un 1,7 a un 21%.
María Elena
El alcalde Narváez comenta que, pese a todos sus esfuerzos, la realidad de estos niños es a veces tan compleja que la evolución en alguno de ellos es más lenta.
María Elena es uno de los casos que más ha llamado su atención.
Cuando María Elena tenía sólo tres años su papá tuvo que dejarlo todo y volar a EEUU en busca de una vida mejor para su familia. Eso ocurrió hace ya nueve años. María Elena tiene ahora once y no conoce a su padre.
Cuando los encargados le prepararon una videoconferencia, la niña se negó a hablar con él. Dijo que no le parecía bien verse con un desconocido del que sólo recordaba alguna frase por teléfono.
El proyecto de Chunchi no sólo ha conmovido a organizaciones internacionales como el UNFPA (Fondo de Población de Naciones Unidas), sino que sus buenos resultados han llegado también hasta España.
La Universidad de Barcelona contribuye con la gestión de una web a través de la cual los padres pueden seguir día a día la evolución académica de sus hijos. Resultados, rendimiento o observaciones del profesorado a un click pese a los miles de kilómetros de distancia.
Ahora, el alcalde está cerrando un convenio con la Universidad de Salamanca para aumentar el apoyo en el área psicológica del centro. 20.000 euros que irán destinados a seguir fomentando el buen desarrollo emocional de los niños y una mayor comunicación con sus papás.
20.000 euros para que los besos de Santiago y los demás niños sigan dejando pringosas la pantallas del locutorio. El nombre propio y algunos detalles de los menores mencionados en este reportaje han sido variados ante la petición expresa de proteger su integridad.
lainformacion.com
Hace varios años que sus padres volaron a España. Otros lo hicieron a EEUU. Algunos de sus amigos ni siquiera conocen a sus papás.
Él vive ahora con unos tíos que le recuerdan siempre lo afortunado que es. Santiago lo sabe muy bien. Siente mucha lástima de esos chicos de su pueblo que oyó que, por no estar con sus papás, “murieron de pena”.
En la compleja realidad de la inmigración, los protagonistas y receptores de ayudas y análisis son casi siempre los mismos: los propios inmigrantes.
Pero detrás de cada uno de ellos, o de la mayoría, hay unas víctimas que suelen perderse entre las cifras de la tragedia: los hijos que dejaron atrás.
Abandonados por la necesidad laboral de sus padres, estos niños crecen en manos de parientes cercanos, lejanos o incluso en la calle. Y esto, como confirma la psicóloga infantil Ana Casino, puede repercutir en su desarrollo emocional.
Cuando Guillermo Lasso, director del Banco de Guayaquil, visitó Chunchi en su itinerario por el Ecuador profundo se quedó impresionado. Allí le pareció ver “una invasión de nietos y abuelos”. Lo que le contaron después aún lo conmovió más.
Cuna de progenitores emigrantes, el pequeño cantón había sido testigo de varios casos de suicidio entre sus menores. Muchos niños, sintiéndose desamparados sin sus padres, habían caído en la depresión. Otros, huyendo de la escuela, encontraban consuelo en el alcohol o las drogas. En los peores casos, ya adolescentes, algunos habían terminado por quitarse la vida.
Esta terrible tendencia continuó hasta que llegó el alcalde y trajo consigo el mejor regalo posible para los niños de Chunchi: un locutorio.
Y Lasso, en su visita, quedó fascinado: “Era increíble ver a los más pequeños llamar a su computadora mamá”.
Llamadas que cambian vidas
Antes de la llegada del actual alcalde, Walter Narváez, a la mayoría de niños de Chunchi les era imposible comunicarse con sus padres en el extranjero. Igualmente, estos vivían completamente ajenos a la realidad cotidiana de sus hijos.
De los 2911 hogares de la comunidad el 87 % carecía de un teléfono al que llamar. El simple hecho de preguntar por las notas o el progreso escolar de los niños resultaba toda una odisea.
Ahora, mamás y papás se sienten de algún modo cerca de sus hijos gracias a las 13 “computadoras” con webcam del locutorio municipal. Una vez por semana, los niños pueden llamar a sus padres de forma gratuita, sin límite de tiempo y a cualquier hora. Así, sienten menos soledad y disminuye la sensación de abandono.
El alcalde se siente orgulloso de su proyecto: “El centro de apoyo para hijos de emigrantes es un plan integral que contempla no sólo la comunicación constante entre padres e hijos sino su seguimiento psicológico, nutricional y académico”.
Y es que, además del locutorio, se ha creado toda una red destinada a fortalecer el apoyo emocional de los más de 480 hijos de emigrantes chuncheños.
El sistema cuenta con un gabinete de pedagogos y psicólogos clínicos que ayuda a los niños con sus deberes y realiza un seguimiento de su estado anímico, un centro dietético que cubre sus necesidades nutricionales y un departamento de ocupación del tiempo libre que los aleja de los “vicios nocivos” de la calle con actividades alternativas como fútbol, danza o teatro.
Con éste plan, no sólo se han reducido drásticamente los suicidios (con sólo dos casos contabilizados en 2009 y 2010) sino que se ha logrado mucho más. La tasa de deserción escolar se ha reducido de un 37% a un 11% y el índice de ingresos en la Universidad ha pasado de un 1,7 a un 21%.
María Elena
El alcalde Narváez comenta que, pese a todos sus esfuerzos, la realidad de estos niños es a veces tan compleja que la evolución en alguno de ellos es más lenta.
María Elena es uno de los casos que más ha llamado su atención.
Cuando María Elena tenía sólo tres años su papá tuvo que dejarlo todo y volar a EEUU en busca de una vida mejor para su familia. Eso ocurrió hace ya nueve años. María Elena tiene ahora once y no conoce a su padre.
Cuando los encargados le prepararon una videoconferencia, la niña se negó a hablar con él. Dijo que no le parecía bien verse con un desconocido del que sólo recordaba alguna frase por teléfono.
El proyecto de Chunchi no sólo ha conmovido a organizaciones internacionales como el UNFPA (Fondo de Población de Naciones Unidas), sino que sus buenos resultados han llegado también hasta España.
La Universidad de Barcelona contribuye con la gestión de una web a través de la cual los padres pueden seguir día a día la evolución académica de sus hijos. Resultados, rendimiento o observaciones del profesorado a un click pese a los miles de kilómetros de distancia.
Ahora, el alcalde está cerrando un convenio con la Universidad de Salamanca para aumentar el apoyo en el área psicológica del centro. 20.000 euros que irán destinados a seguir fomentando el buen desarrollo emocional de los niños y una mayor comunicación con sus papás.
20.000 euros para que los besos de Santiago y los demás niños sigan dejando pringosas la pantallas del locutorio. El nombre propio y algunos detalles de los menores mencionados en este reportaje han sido variados ante la petición expresa de proteger su integridad.
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