En estos últimos días, muchas personas descubrieron que hace tiempo, cuando se habían logueado a Facebook desde el celular, sin querer habían sincronizado sus contactos (con sus respectivos teléfonos) dejándolos a la vista de todos sus amigos. Me enteré de casualidad, porque los vi huyendo a la oficina para borrarlos, con el gesto adusto, y una gran preocupación. No corrían para proteger los números (¿quién iba a querer robarse el número de teléfono de un primo o de su electricista?), corrían porque Facebook agregaba el contacto de forma textual: es decir, tal cual el dueño lo había anotado en el móvil la primera vez.
Una amiga, por ejemplo, tenía agendado a un conocido como "Cara de torta", otra había puesto a su suegra como "la vieja densa", a otro como "electricista carero", a dos amigas como "naty la enana" y "naty la alta", y a un viejo amante como "diego touch and go". También vi a una mujer quejándose en su muro porque, según ella, un hombre le había dicho que no la había vuelto a su lista de amigos. Yo misma vi entre mis contactos el número de una persona a quien agendé como "la chorra" y todavía no sé quién es.
Después de unas cuantas quejas, Facebook finalmente eliminó ese "feature", pero durante estas semanas deben haber sido varios los que tuvieron que dar explicaciones. No tenían la culpa, es verdad, pero al mostrar el contenido de sus móviles, Facebook había dejado al descubierto sus miserias e hipocresías. Los había desnudado adelante de sus amigos.
Hoy en día, el celular es una ventana a la intimidad de la gente. No es sólo un gadget. Es como el cajón del escritorio, el botiquín del baño, la billetera, la mesa de luz. Si yo encuentro un smartphone por la calle y lo reviso, en diez minutos puedo saber en dónde vive el dueño, cómo es su familia, en qué empresa trabaja, de qué habla con sus amigos, e incluso si tiene perro, gato o canario amarillo. Obtengo datos duros y si leo con detalle, también matices: cómo le habla a su mujer, qué tipo de actividades hace con sus hijos, en qué banco tiene el dinero, y en algunos casos (como pasó con algunos famosos) hasta cómo luce desnudo o qué clase de sexo tiene.
Esas mismas ventajas que consideramos al comprar un móvil (que tiene cámara de fotos, que almacena 16 GB de datos, o que sirve para guardar más de diez mil contactos) son, justamente, las que lo transforman en un arma de doble filo. Es genial y necesario porque hace de todo, y es un peligro por el mismo motivo: porque está todo ahí adentro.
Algunos usuarios, los más precavidos, se toman el tiempo de revisar las aplicaciones que instalan, ponen contraseñas, y no se sacan fotos comprometedoras. Sin embargo, por más cuidadosos que seamos, usarlo significa tener datos ahí, en ese objeto pequeño, que puede perderse en un taxi, ser robado, o en el mejor de los casos: filtrar datos en Facebook.
Carolina Aguirre
lanacion.com
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