Las alteraciones del sueño se han convertido en los últimos años en una preocupación creciente para un sector cada vez más amplio de la población. Este fenómeno, reflejado en el incremento de las consultas médicas, se explica en parte por una mayor información al respecto por parte del público junto con una progresiva disminución del lapso promedio de sueño diario, el cual, como señala el doctor Daniel Cardinali, investigador superior del Conicet, habría pasado de 8 horas en la década del '60 a las 6 horas registradas en la actualidad.
El insomnio, definido como una persistente dificultad tanto para conciliar el sueño como para mantenerlo y obtener un sueño reparador, es el más común de todos los desórdenes del sueño y, a la vez, el más prevalente de todos los trastornos de la salud mental. Puede presentarse bajo diversas formas, siendo uno de los factores que lo definen su grado de duración. De este modo, el insomnio agudo será aquel que dure un mes o menos y el crónico aquel que se extienda más allá de los 6 meses. A su vez, el insomnio intermitente será aquel cuya duración sea variable. Como indica el doctor Norberto Kriguer, director del Centro de Investigación de la Fatiga Crónica y de la Medicina del Sueño, y ex presidente de la Asociación Argentina de Medicina del Sueño, "el insomnio puede presentarse como un síntoma, un desorden o ambos a la vez. Incluso puede comenzar como un síntoma de otro desorden y, con el tiempo, convertirse en un desorden en sí mismo".
El sueño es un elemento esencial para nuestro desarrollo y bienestar. No conciliarlo adecuadamente puede no sólo resentir nuestra calidad de vida, aportándonos cansancio, mal humor y somnolencia diurna, sino también afectar nuestra salud. Numerosos estudios confirman que el insomnio produce a largo plazo una mayor probabilidad de contraer patologías como enfermedad cardíaca (con registros de un 21,9% entre los insomnes contra el 9,5% en la población sin insomnio), hipertensión (43,1% contra 18,7%), problemas respiratorios (24,8% contra 5,7%), gastrointestinales (33,6% contra 9,2%) y diabetes (13,4% contra 5,0%).
Datos estadísticos difundidos por el Centro Nacional de Desordenes del Sueño de los Estados Unidos indican que un 30 a un 40% de las personas habrá experimentado problemas de insomnio en algún momento del año, mientras que un 10 a un 15% padece la forma crónica de la enfermedad. Los resultados de una encuesta realizada sobre 1770 pacientes en las ciudades de Buenos Aires, San Pablo y México D. F., revelaron a su vez que una de cada cuatro personas percibe su calidad de sueño como "moderadamente afectada" y "muy afectada", en tanto que una de cada diez declaró percibirla afectada "levemente". Se trata, por lo visto, de un trastorno extremadamente frecuente a nivel mundial pero que, afortunadamente, puede ser tratado exitosamente.
En la actualidad, la utilización de hipnóticos constituye uno de los tratamientos farmacológicos más frecuentes y efectivos para el insomnio. En dicho campo ha surgido recientemente una interesante novedad: la aparición de un versión sublingual de la droga hipnótica zolpidem, de efecto casi inmediato, que permite conciliar el sueño en pocos minutos.
Otro de los beneficios comprobados de este novedoso medicamento es la mejora en la calidad del sueño, al permitir a los pacientes con insomnio experimentar menos despertares a lo largo de la noche, aumentando su tiempo total de descanso. Para el doctor Kriguer, "el zolpidem sublingual puede resultar beneficioso cuando otros métodos medicamentosos no han sido útiles en los pacientes que se despiertan en medio de la noche o que no pueden conciliar el sueño, o en los que se despiertan muy temprano (4 o 5 horas antes del horario en que acostumbran despertarse)".
Por su parte, el doctor Javier Domínguez, especialista en medicina del sueño del Hospital Dr. César Milstein, afirmó que "la forma farmacéutica sublingual y la posibilidad de ajustar el tratamiento de a media dosis facilita la posología para cada caso y para cada día. En nuestra experiencia, usamos esta forma como fortalecimiento de los cambios en las costumbres. Nos permite usar menos en los días que menos lo necesita y más en el día que es más necesario, como por ejemplo la noche entre domingo y lunes, que es donde más afectado se encuentra el ritmo circadiano por la inercia del fin de semana".
Juan Manuel Ríos
lanacion.com
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