El cuerpo es un espejo de las horas que pasamos sentados frente a una computadora o al volante; absorbe y refleja las tensiones laborales y cotidianas. El cuello y los hombros se ponen rígidos, y aparece un trastorno universal: las contracturas.
“Una alarma del cuerpo que avisa a la persona que está sufriendo”. Así las define Delia Chudnovsky, creadora del Coaching Ontocorporal y directora de Espheras Coaching. Desde una perspectiva médica, son contracciones persistentes y anormales de un músculo o grupo muscular. Son dolorosas y pueden estar acompañadas de vértigo, zumbidos en los oídos y visión de “lucecitas”.
“En adolescentes y adultos jóvenes el origen más común es el estrés”, asegura Jorge Fernández, director general de la Carrera de Kinesiología y Fisiatría de la Universidad Abierta Interamericana. Jorge Mastrángelo, ex kinesiólogo de Boca Juniors y miembro del Servicio de Kinesiología del Hospital Austral, agrega que “alrededor del 80% de quienes consultan son mujeres jóvenes, de entre 20 y 45 años”, lo cual expresa, según el especialista, las tensiones propias de una etapa vital cargada de responsabilidades laborales y familiares.
La mala postura es otro factor influyente. “Hay actividades que requieren fijar la vista, como trabajar con una computadora o manejar, que pueden originar contracturas musculares cervicales. También llevar objetos pesados tensiona los músculos del hombro”, dice Luciano Poitevin, profesor de Ortopedia y Traumatología en la Universidad de Buenos Aires. La consulta para discernir el origen de la molestia será importante para descartar otras enfermedades como fibromialgia, males reumáticos, artrosis o hernia de disco cervical.
A veces, las personas cargan con sus contracturas durante años, con la excusa de que son esporádicas. Desconocen que, sin tratamiento, pueden volverse más intensas y crónicas. “El músculo es como un elástico: si se acorta con la contractura lo podés estirar, pero si está permanentemente contracturado, se cronifica y puede derivar en problemas más serios”, advierte Fernández, también coordinador del Centro de Traumatología, Rehabilitación, Entrenamiento y Evaluaciones Deportivas (CETRED).
El tratamiento se basa en medicación, medios físicos (calor local o hielo en algunos puntos), masajes y terapias fisiokinésicas, como magnetoterapia o laserterapia. Pero son soluciones paliativas: los expertos coinciden en que el dolor volverá a menos que se ataque su raíz, es decir, el estrés. Para esto, Mastrángelo habla de “gimnasia filáctica” para liberar tensiones y Fernández suma los consejos de encontrar una actividad placentera, como la lectura o el cine, y tomar conciencia de la postura. Poitevin recomienda no transportar objetos pesados, intercalar pausas breves en el trabajo, dormir en una cama con elástico de madera, colchón duro y con almohada, nunca con el cuello extendido ni boca abajo.
“Somos seres integrados, hay que escuchar el lenguaje del cuerpo para tomar las herramientas a mano y hacernos cargo de nuestro bienestar”, concluye Delia Chudnovsky.
clarin.com
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