Ya sea por razones estéticas o recreativas, con la llegada del verano se incrementa sustancialmente nuestro contacto con el sol. Y así nos encuentre de vacaciones o realizando nuestras tareas habituales, la incidencia acrecentada de la radiación solar a esta altura del año nos anuncia su presencia con sólo poner un pie en la calle.
Pero si bien un sector importante de la población ha tomado ya conciencia de los cuidados básicos necesarios para prevenir los efectos nocivos del sol sobre la piel, la atención del público no ha sido aún dirigida hacia los efectos igualmente nocivos que la radiación solar puede acarrear sobre la vista.
Un estudio señala al respecto que el 80% de la gente está al tanto de la relación entre la exposición solar excesiva y el cáncer de piel, pero solo el 7% posee información sobre los efectos perjudiciales del sol sobre la salud visual.
Como señala el doctor Agustín Saenz Valiente, médico oftalmólogo especialista en cirugía ocular, "los daños que las radiaciones causan en cada exposición pueden no dar síntomas agudos pero son acumulativos y, en algunos casos, dejan secuelas irreversibles". Tomar conciencia del peligro y comenzar a cuidar de nuestros ojos a tiempo es por ello fundamental.
La radiación solar está conformada por diferentes tipos de ondas, de las cuales los rayos UVB y UVA, o ultravioletas, son los que revisten el mayor peligro para nuestra salud ocular. Debido al deterioro continuo sufrido por la capa de ozono, que posee la propiedad de "filtrar" en gran medida este tipo de radiaciones nocivas para el ojo, la aparición de lesiones a mediano y largo plazo viene sufriendo un incremento progresivo.
El instrumento más eficaz del que disponemos en la actualidad para hacer frente a esta amenaza son las lentes de sol. Pero no todas las lentes son iguales. Para cumplir con la función de protegernos de los rayos UV, la lente debe cumplir ciertas condiciones.
Un error muy común al comprar anteojos de sol consiste en creer que el nivel de protección está relacionado con la oscuridad del cristal. Este error puede generar graves consecuencias, al dejarnos desprotegidos, sin saberlo, en situaciones de gran exposición. Lo que realmente importa es la calidad del filtro UV, que es el único elemento de la lente capaz de evitar el paso de los rayos ultravioletas.
Por eso mismo, para cuidar eficazmente nuestros ojos, debemos utilizar lentes de sol polarizadas que posean tanto un filtro lumínico, es decir, que elimine el deslumbramiento provocado por el sol, como un filtro UV con una graduación ideal de 400 nanómetros, es decir, que sea capaz de proporcionar un 100% de protección frente a los rayos ultravioletas.
Entre los problemas más comunes, aunque a la vez poco conocidos, generados por la exposición prolongada al sol, se encuentran la queratoconjuntivitis inducida por las radiaciones UV y las inflamaciones temporarias de los ojos. Estas suelen producirse pasadas unas horas de la exposición al sol, causando un dolor intenso, enrojecimiento ocular y, en algunos casos, sensación de fotofobia. Este tipo de lesiones puede tardar hasta 48 horas en reepitalizarse o curarse.
También pueden generarse otras complicaciones más severas, como la maculopatia solar, e incluso se ha asociado la exposición prolongada al sol como posible factor de riesgo de la degeneración macular, siendo esta última irreversible.
Para ayudar a mantener nuestra salud visual debemos comprender que los anteojos de sol no son tan sólo un accesorio estético o una barrera frente a la excesiva luminosidad del día, sino también nuestro mejor aliado contra los efectos nocivos del sol.
"Es importante que, de la misma manera que consultamos a nuestro dermatólogo sobre la mejor pantalla solar para proteger nuestra piel, tomemos la misma conciencia para cuidar nuestros ojos. Por eso, en su futura visita a su oftalmólogo, solicite información sobre cómo cuidar sus ojos del sol y cuáles son las lentes ideales para hacerlo", indica el doctor Saenz Valiente.
Juan Manuel Ríos
lanacion.com
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