Pueden ser la solución a la escasez de recursos del planeta o una catástrofe ecológica sin precedentes, cuesta ponerse de acuerdo. Sin tener aún una respuesta clara, ¿no nos habremos precipitado un poco al adoptar los cultivos transgénicos con tanto entusiasmo? Quizá ya sea tarde para hacerse esta pregunta, cuando en casi todos los rincones hay organismos genéticamente modificados, plantas con genes que les permiten luchar contra sus parásitos o contra herbicidas, lo que aumenta notablemente la producción y reduce el gasto. De momento no ha habido ningún problema serio, pero esto no es ninguna garantía de que continúe así en el futuro.
¿Son realmente seguros los transgénicos?
Desde que hace veinte años se empezaron a comercializar las semillas transgénicas ha habido dos motivos principales de preocupación. El primero es cómo puede afectarnos comer un vegetal al cual se le ha añadido un gen que no es suyo. El segundo es el impacto que este tipo de plantas puede tener en el medio ambiente. En lo que se refiere al primero, hasta ahora no se ha visto que los transgénicos sean malos para nuestra salud, ni hay en principio muchas razones para pensar que puedan serlo. Que una planta exprese un gen de más no le da en principio ninguna toxicidad especial. De hecho, si los genes de los vegetales que comemos pudieran alterar de alguna manera el cuerpo humano, a estas alturas habríamos echado raíces y nos saldrían ramas en la cabeza.
Hay que recordar que todos los seres vivos tienen su ADN y su genoma, y que comérnoslos no nos permite adquirir sus facultades. Esto parece que no todo el mundo lo tiene claro.
Una encuesta reciente en Gran Bretaña señalaba que un 75% de los entrevistados creía que los alimentos orgánicos no tenían genes (!) y los transgénicos sí, de ahí que preferían no comprarlos. Esto más que gracioso es trágico: estamos tomando decisiones sobre nuestra salud sin entender todos los factores en juego y así los más perjudicados somos nosotros. El temor a los transgénicos es lógico y hasta cierto punto necesario, pero sólo si viene motivado por la precaución, no por la ignorancia.
Otro asunto muy diferente es el posible daño que puedan ocasionar al ecosistema. Aquí la respuesta no es tan tajante. Los expertos se dividen entre los que creen que no pasa nada, que con las medidas de seguridad actuales es suficiente, y los que temen que los transgénicos escapen de nuestro control y causen un cataclismo biológico en cadena. Por ejemplo, una planta diseñada para sobrevivir mejor podría en teoría competir con las 'naturales' y acabar por ocupar su lugar, lo que llevaría, en el peor de los casos, a la extinción de parte de la vida vegetal de nuestro planeta si no lo paráramos a tiempo. Ya se han visto algunos casos aislados en los que cultivos transgénicos han salido fuera de los límites que les habían marcado, normalmente en campos adyacentes, y se ha discutido mucho la importancia real de estos descubrimientos.
La novedad es que hace unos días se anunciaba que se había encontrado la primera planta genéticamente modificada creciendo por su cuenta en Estados Unidos, es decir, fuera de los campos de cultivo controlados donde había sido plantada. Se trata de hecho de dos variedades de colza transgénica resistente a herbicidas, una de Bayer y otra de Monsanto, que se han establecido en varias zonas 'salvajes' de Dakota del Norte. Esta vez no es un hecho anecdótico, sino una 'fuga' bastante considerable y por primera vez a distancias importantes del punto de origen. Además, los investigadores han localizado también un tercer transgénico, que es una mezcla de los otros dos. Esto quiere decir que las plantas llevan tiempo creciendo en esas áreas y que se han entrecruzado espontáneamente, como pasa normalmente en la naturaleza, generándose así una nueva especie híbrida que tiene el gen insertado por Bayer y el de Monsanto.
¿Es grave este descubrimiento? Por ahora los transgénicos se limitan a crecer en los márgenes de las carreteras y no están afectando los ecosistemas donde se han instalado. O sea, no hay un peligro inmediato. Podría haber riesgo de que la colza intercambiara los genes de la resistencia a los herbicidas con las malas hierbas que crecen en la zona, lo que las convertiría en un problema serio para los granjeros. Lo que sí demuestra este episodio es que las medidas para vigilar a los transgénicos son insuficientes. Además, a juzgar por el tiempo que esta colza lleva en libertad, es probable que haya habido más fugas que no se han detectado aún, principalmente porque no se destinan suficientes recursos a buscarlas. Los que decían que no había que sufrir porque los cultivos modificados se descontrolaran tendrán que revisar sus teorías.
Es difícil mantenerse objetivo cuando se habla de transgénicos. En Europa, probablemente el lugar donde tienen menos partidarios, se ha tomado muchas decisiones legales por simple presión popular, desoyendo los informes de los expertos que mejor nos podrían aconsejar. Al otro lado de la balanza pasa lo mismo: hay una motivación económica importante detrás de la implantación de estos los cultivos, y esto puede hacer callar a los científicos que buscan pruebas en su contra. Lo más lógico sería priorizar nuestra seguridad, pero esto no es fácil cuando hay una serie de intereses creados. Hay que investigar mucho más, de la forma más imparcial posible, e incrementar los controles de seguridad hasta que entendamos exactamente todas las consecuencias.
elmundo.es
¿Son realmente seguros los transgénicos?
Desde que hace veinte años se empezaron a comercializar las semillas transgénicas ha habido dos motivos principales de preocupación. El primero es cómo puede afectarnos comer un vegetal al cual se le ha añadido un gen que no es suyo. El segundo es el impacto que este tipo de plantas puede tener en el medio ambiente. En lo que se refiere al primero, hasta ahora no se ha visto que los transgénicos sean malos para nuestra salud, ni hay en principio muchas razones para pensar que puedan serlo. Que una planta exprese un gen de más no le da en principio ninguna toxicidad especial. De hecho, si los genes de los vegetales que comemos pudieran alterar de alguna manera el cuerpo humano, a estas alturas habríamos echado raíces y nos saldrían ramas en la cabeza.
Hay que recordar que todos los seres vivos tienen su ADN y su genoma, y que comérnoslos no nos permite adquirir sus facultades. Esto parece que no todo el mundo lo tiene claro.
Una encuesta reciente en Gran Bretaña señalaba que un 75% de los entrevistados creía que los alimentos orgánicos no tenían genes (!) y los transgénicos sí, de ahí que preferían no comprarlos. Esto más que gracioso es trágico: estamos tomando decisiones sobre nuestra salud sin entender todos los factores en juego y así los más perjudicados somos nosotros. El temor a los transgénicos es lógico y hasta cierto punto necesario, pero sólo si viene motivado por la precaución, no por la ignorancia.
Otro asunto muy diferente es el posible daño que puedan ocasionar al ecosistema. Aquí la respuesta no es tan tajante. Los expertos se dividen entre los que creen que no pasa nada, que con las medidas de seguridad actuales es suficiente, y los que temen que los transgénicos escapen de nuestro control y causen un cataclismo biológico en cadena. Por ejemplo, una planta diseñada para sobrevivir mejor podría en teoría competir con las 'naturales' y acabar por ocupar su lugar, lo que llevaría, en el peor de los casos, a la extinción de parte de la vida vegetal de nuestro planeta si no lo paráramos a tiempo. Ya se han visto algunos casos aislados en los que cultivos transgénicos han salido fuera de los límites que les habían marcado, normalmente en campos adyacentes, y se ha discutido mucho la importancia real de estos descubrimientos.
La novedad es que hace unos días se anunciaba que se había encontrado la primera planta genéticamente modificada creciendo por su cuenta en Estados Unidos, es decir, fuera de los campos de cultivo controlados donde había sido plantada. Se trata de hecho de dos variedades de colza transgénica resistente a herbicidas, una de Bayer y otra de Monsanto, que se han establecido en varias zonas 'salvajes' de Dakota del Norte. Esta vez no es un hecho anecdótico, sino una 'fuga' bastante considerable y por primera vez a distancias importantes del punto de origen. Además, los investigadores han localizado también un tercer transgénico, que es una mezcla de los otros dos. Esto quiere decir que las plantas llevan tiempo creciendo en esas áreas y que se han entrecruzado espontáneamente, como pasa normalmente en la naturaleza, generándose así una nueva especie híbrida que tiene el gen insertado por Bayer y el de Monsanto.
¿Es grave este descubrimiento? Por ahora los transgénicos se limitan a crecer en los márgenes de las carreteras y no están afectando los ecosistemas donde se han instalado. O sea, no hay un peligro inmediato. Podría haber riesgo de que la colza intercambiara los genes de la resistencia a los herbicidas con las malas hierbas que crecen en la zona, lo que las convertiría en un problema serio para los granjeros. Lo que sí demuestra este episodio es que las medidas para vigilar a los transgénicos son insuficientes. Además, a juzgar por el tiempo que esta colza lleva en libertad, es probable que haya habido más fugas que no se han detectado aún, principalmente porque no se destinan suficientes recursos a buscarlas. Los que decían que no había que sufrir porque los cultivos modificados se descontrolaran tendrán que revisar sus teorías.
Es difícil mantenerse objetivo cuando se habla de transgénicos. En Europa, probablemente el lugar donde tienen menos partidarios, se ha tomado muchas decisiones legales por simple presión popular, desoyendo los informes de los expertos que mejor nos podrían aconsejar. Al otro lado de la balanza pasa lo mismo: hay una motivación económica importante detrás de la implantación de estos los cultivos, y esto puede hacer callar a los científicos que buscan pruebas en su contra. Lo más lógico sería priorizar nuestra seguridad, pero esto no es fácil cuando hay una serie de intereses creados. Hay que investigar mucho más, de la forma más imparcial posible, e incrementar los controles de seguridad hasta que entendamos exactamente todas las consecuencias.
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