El ADN no tiene la 'última palabra' en la obesidad. Aunque está demostrado que determinadas variantes genéticas aumentan considerablemente las posibilidades de acumular kilos de más, lo cierto es que 'desactivar' su poder también es posible. Lo demuestra esta semana una investigación publicada en la revista 'PLoS Medicine'. Según sus datos, el ejercicio es capaz de atenuar más que considerablemente la predisposición al sobrepeso.
Dirigidos por Ruth Loos, de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), los autores de este trabajo realizaron un seguimiento a un grupo de 20.430 personas cuyas edades oscilaban entre los 39 y los 79 años.
Entre otros factores, a través de un estudio genético, evaluaron la presencia de doce variantes con demostrada influencia sobre la obesidad. Además, mediante varios cuestionarios, también midieron la cantidad de ejercicio físico que los participantes realizaban al día.
Después, con la ayuda de varios modelos matemáticos, calcularon la predisposición genética a la obesidad de cada individuo y si, de alguna manera, el ejercicio que realizaban contribuía a atenuar la influencia de sus genes.
Medio kilo por variante
Los resultados de su trabajo pusieron de manifiesto que cada variante genética se asociaba con un aumento de de 445 g de peso (el cálculo se estableció tomando como medida a personas de al menos 1,70 metros de estatura). Sin embargo, este efecto era significativamente menor en las personas que practicaban habitualmente ejercicio.
De hecho, el trabajo demostró que "llevar una vida activa físicamente se asociaba con una reducción del 40% en las predisposición genética a desarrollar obesidad", tal y como comentan los investigadores en la revista médica.
Según sus palabras, este hallazgo echa por tierra la creencia común de que es imposible luchar contra lo que está escrito en los genes.
"Estos datos son alentadores", comenta Jonatan Ruiz, investigador de la Universidad de Granada y miembro de la Unidad de Nutrición Preventiva del Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia), cuyo equipo trabaja en la misma línea de investigación y ha publicado resultados similares.
"Estamos viendo que la genética tiene un papel fundamental en la obesidad, pero también que esa predisposición puede modificarse con un estilo de vida saludable", añade este especialista.
En la misma línea se muestran los autores de la investigación en sus conclusiones: "Promover la actividad física, particularmente entre aquellos que están predispuestos genéticamente al sobrepeso, puede ser una importante medida para controlar la creciente epidemia de obesidad que vivimos", subrayan.
Cuando la voluntad supera al ADN
CRISTINA G. LUCIO
MADRID.- En los últimos años, la ciencia ha identificado varias mutaciones genéticas relacionadas con la obesidad. Estas pequeñas alteraciones escritas en el ADN inciden directamente en nuestras posibilidades de engordar, nos hacen más propensos al sobrepeso. Sin embargo, no tienen 'la última palabra' sobre nuestro organismo. Tal como acaba de poner de manifiesto una investigación con participación española, el ejercicio puede 'desactivar' su poder.
Este trabajo, que se publica en las páginas de la revista 'Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine', evaluó a 752 adolescentes de 10 países europeos que portaban una alteración en el gen FTO, uno de los relacionados con la obesidad. Concretamente, estos jóvenes presentaban una variante conocida como rs9939609, que se ha asociado con un aumento significativo del peso y la grasa corporal en diferentes poblaciones.
Además de medir su talla, peso y circunferencia abdominal, entre otras variables, los autores de esta investigación analizaron la cantidad de ejercicio que los participantes realizaban al día a través de un acelerómetro, un aparato capaz de registrar la cantidad e intensidad de los movimientos.
"Las recomendaciones generales de actividad física para los niños y adolescentes dicen que éstos deberían hacer al menos 60 minutos de actividad física todos los días de la semana [...] Queríamos saber si seguir las recomendaciones podía atenuar el efecto de la mutación genética", comentan los investigadores en su trabajo.
Los resultados de su análisis confirmaron esta hipótesis. Según sus datos, en aquellos adolescentes que realizaban más de una hora diaria de ejercicio –de moderado a intenso-, "la presencia del genotipo de riesgo no se asociaba con un mayor índice de masa corporal, porcentaje de grasa o circunferencia abdominal". Por el contrario, para los jóvenes más sedentarios, la existencia de la alteración genética sí resultaba determinante.
Cumplir las recomendaciones
En sus conclusiones, los investigadores subrayan que sus hallazgos tienen implicaciones fundamentales para la salud pública ya que indican que "cumplir con las recomendaciones de actividad física puede contrarrestar una predisposición genética al sobrepeso y la obesidad en adolescentes".
"Existe la creencia popular de que no se puede hacer nada contra lo que predetermina la genética. Nuestros datos demuestran que esto no es así y que modificando el estilo de vida se puede atenuar e incluso hacer desaparecer los efectos negativos de un gen", comenta Jonatan Ruiz, investigador de la Universidad de Granada y principal firmante del trabajo, que ha diseñado también como miembro de la Unidad de Nutrición Preventiva del Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia), donde disfruta de una beca post-doctoral.
"Estos resultados transmiten un mensaje de optimismo. Nos muestran que, aunque estemos predestinados al sobrepeso, podemos combatirlo con medidas sencillas como la actividad física", apunta Luis Moreno, profesor de la facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Zaragoza, quien destaca la sólida metodología empleada en la elaboración del trabajo.
Tanto Moreno como Ruiz coinciden en señalar que "para un joven es muy fácil cumplir con las recomendaciones. Basta con jugar al fútbol, al baloncesto o realizar determinadas actividades extraescolares". Sin embargo, Ruiz lamenta que "gran parte de los adolescentes analizados en nuestra investigación no practicaban suficiente ejercicio".
Según explica, el siguiente paso en la investigación será realizar estudios de intervención para comprobar si llevar a cabo un programa de ejercicio en niños con la citada mutación genética tiene efectos beneficiosos sobre el riesgo de desarrollar sobrepeso u obesidad.
Además, según explica Moreno, también tratarán de averiguar qué otros factores podrían, de forma combinada, atenuar aún más la predisposición al sobrepeso marcada en los genes.
elmundo.es
Dirigidos por Ruth Loos, de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), los autores de este trabajo realizaron un seguimiento a un grupo de 20.430 personas cuyas edades oscilaban entre los 39 y los 79 años.
Entre otros factores, a través de un estudio genético, evaluaron la presencia de doce variantes con demostrada influencia sobre la obesidad. Además, mediante varios cuestionarios, también midieron la cantidad de ejercicio físico que los participantes realizaban al día.
Después, con la ayuda de varios modelos matemáticos, calcularon la predisposición genética a la obesidad de cada individuo y si, de alguna manera, el ejercicio que realizaban contribuía a atenuar la influencia de sus genes.
Medio kilo por variante
Los resultados de su trabajo pusieron de manifiesto que cada variante genética se asociaba con un aumento de de 445 g de peso (el cálculo se estableció tomando como medida a personas de al menos 1,70 metros de estatura). Sin embargo, este efecto era significativamente menor en las personas que practicaban habitualmente ejercicio.
De hecho, el trabajo demostró que "llevar una vida activa físicamente se asociaba con una reducción del 40% en las predisposición genética a desarrollar obesidad", tal y como comentan los investigadores en la revista médica.
Según sus palabras, este hallazgo echa por tierra la creencia común de que es imposible luchar contra lo que está escrito en los genes.
"Estos datos son alentadores", comenta Jonatan Ruiz, investigador de la Universidad de Granada y miembro de la Unidad de Nutrición Preventiva del Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia), cuyo equipo trabaja en la misma línea de investigación y ha publicado resultados similares.
"Estamos viendo que la genética tiene un papel fundamental en la obesidad, pero también que esa predisposición puede modificarse con un estilo de vida saludable", añade este especialista.
En la misma línea se muestran los autores de la investigación en sus conclusiones: "Promover la actividad física, particularmente entre aquellos que están predispuestos genéticamente al sobrepeso, puede ser una importante medida para controlar la creciente epidemia de obesidad que vivimos", subrayan.
Cuando la voluntad supera al ADN
CRISTINA G. LUCIO
MADRID.- En los últimos años, la ciencia ha identificado varias mutaciones genéticas relacionadas con la obesidad. Estas pequeñas alteraciones escritas en el ADN inciden directamente en nuestras posibilidades de engordar, nos hacen más propensos al sobrepeso. Sin embargo, no tienen 'la última palabra' sobre nuestro organismo. Tal como acaba de poner de manifiesto una investigación con participación española, el ejercicio puede 'desactivar' su poder.
Este trabajo, que se publica en las páginas de la revista 'Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine', evaluó a 752 adolescentes de 10 países europeos que portaban una alteración en el gen FTO, uno de los relacionados con la obesidad. Concretamente, estos jóvenes presentaban una variante conocida como rs9939609, que se ha asociado con un aumento significativo del peso y la grasa corporal en diferentes poblaciones.
Además de medir su talla, peso y circunferencia abdominal, entre otras variables, los autores de esta investigación analizaron la cantidad de ejercicio que los participantes realizaban al día a través de un acelerómetro, un aparato capaz de registrar la cantidad e intensidad de los movimientos.
"Las recomendaciones generales de actividad física para los niños y adolescentes dicen que éstos deberían hacer al menos 60 minutos de actividad física todos los días de la semana [...] Queríamos saber si seguir las recomendaciones podía atenuar el efecto de la mutación genética", comentan los investigadores en su trabajo.
Los resultados de su análisis confirmaron esta hipótesis. Según sus datos, en aquellos adolescentes que realizaban más de una hora diaria de ejercicio –de moderado a intenso-, "la presencia del genotipo de riesgo no se asociaba con un mayor índice de masa corporal, porcentaje de grasa o circunferencia abdominal". Por el contrario, para los jóvenes más sedentarios, la existencia de la alteración genética sí resultaba determinante.
Cumplir las recomendaciones
En sus conclusiones, los investigadores subrayan que sus hallazgos tienen implicaciones fundamentales para la salud pública ya que indican que "cumplir con las recomendaciones de actividad física puede contrarrestar una predisposición genética al sobrepeso y la obesidad en adolescentes".
"Existe la creencia popular de que no se puede hacer nada contra lo que predetermina la genética. Nuestros datos demuestran que esto no es así y que modificando el estilo de vida se puede atenuar e incluso hacer desaparecer los efectos negativos de un gen", comenta Jonatan Ruiz, investigador de la Universidad de Granada y principal firmante del trabajo, que ha diseñado también como miembro de la Unidad de Nutrición Preventiva del Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia), donde disfruta de una beca post-doctoral.
"Estos resultados transmiten un mensaje de optimismo. Nos muestran que, aunque estemos predestinados al sobrepeso, podemos combatirlo con medidas sencillas como la actividad física", apunta Luis Moreno, profesor de la facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Zaragoza, quien destaca la sólida metodología empleada en la elaboración del trabajo.
Tanto Moreno como Ruiz coinciden en señalar que "para un joven es muy fácil cumplir con las recomendaciones. Basta con jugar al fútbol, al baloncesto o realizar determinadas actividades extraescolares". Sin embargo, Ruiz lamenta que "gran parte de los adolescentes analizados en nuestra investigación no practicaban suficiente ejercicio".
Según explica, el siguiente paso en la investigación será realizar estudios de intervención para comprobar si llevar a cabo un programa de ejercicio en niños con la citada mutación genética tiene efectos beneficiosos sobre el riesgo de desarrollar sobrepeso u obesidad.
Además, según explica Moreno, también tratarán de averiguar qué otros factores podrían, de forma combinada, atenuar aún más la predisposición al sobrepeso marcada en los genes.
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