El joven prodigio ingresó en la universidad a los 14 años, pero la abandonó al poco tiempo por la música y las artes visuales. Es famoso, sin embargo, por ser uno de los pioneros de la realidad virtual. Considerado además un filósofo clave de la era digital, Jaron Lanier, nacido hace 50 años en Nueva York, es un experto en informática que trabaja en las universidades de California del Sur, Berkeley y Columbia. También se ocupa del desarrollo de nuevos productos en los laboratorios de investigación de Microsoft. La Encyclopædia Britannica lo incluyó entre los 300 inventores más importantes de la historia y la revista Time, entre las 100 personalidades de 2010. Ha sido considerado un renacentista de la época actual: una combinación ecléctica de programador de computación, inventor, filósofo, músico y artista. Una personalidad mundialmente famosa de la cultura pop a quien las fotografías muestran luciendo las trenzas características de los rastafaris.
Esta extensa descripción de un personaje tan especial y con una vida apasionante, resulta imprescindible para comprender la trascendencia de lo que escribió recientemente en la revista The Chronicle Review. Para celebrar la primera década de su publicación, académicos y artistas expusieron la que, a su criterio, será la idea que definirá la próxima década.
Aceptando ese desafío, dijo este artífice del mundo digital en el que vivimos: "Lo que definirá la nueva década es, en realidad, la pérdida de una idea acerca de cuya desaparición nunca antes debimos preocuparnos. Es el ocaso de la creencia acerca de la singularidad que supone el ser humanos". Ejemplifica Lanier: "Consideren la práctica común de los estudiantes actuales, quienes, mientras escuchan a alguien hablar, escriben y reciben mensajes conectados a dispositivos electrónicos al tiempo que conversan por teléfono. Durante una clase les dije: «La razón más importante para no realizar simultáneamente tantas actividades, no es para hacerme sentir respetado, sino para poder existir ustedes mismos. Si escuchan primero y escriben luego, eso que escriban habrá tenido tiempo para filtrarse por su cerebro, y en lo que digan estarán ustedes. Eso es lo que los hace existir. Si son meros reflectores de la información, ¿están ustedes realmente allí?»."
En ese interrogante se resume el dilema actual: ¿qué lugar ocupamos como seres humanos en este incesante ir y venir de información? Lanier señala que el desprestigio de la creencia en el "ser" no se debe a la tecnología, sino a la cultura de los tecnólogos, que los lleva a diseñar entornos a los que califica de antihumanos y en los que está transcurriendo nuestra vida. "Estos softwares sugieren que la información es una sustancia aislada, independiente de la experiencia o la perspectiva humanas. De allí que el papel de cada ser humano esté mutando: de ser una entidad singular pasa a representar un componente más en una computadora global emergente." Analiza las múltiples consecuencias de ese cambio, basado no sólo en el convencimiento de que surge un cerebro global, sino de que éste reemplazará a la humanidad. Como lo señala Dan Reed, Lanier nos desafía a expresar nuestra humanidad esencial, nuestra especificidad, utilizando la tecnología del siglo XXI, pero evitando desvanecernos en ella.
Lanier introduce una nota de esperanza. Comenta que hace unos años era motivo de burla por parte de los estudiantes el solo poner en duda la supremacía del culto digital, pero que ya no es así porque está surgiendo una nueva generación que cuestiona la herencia de sus antecesores. Cuenta que, cuando durante una clase reciente pidió a los alumnos que suspendieran sus distracciones electrónicas para así lograr "existir", lo aplaudieron de pie. El desafío que enfrentamos ahora es encontrar la manera de conseguir escaparnos, por nuestros propios medios, del entorno antihumano que, súbitamente, todo lo dirige.
Por Guillermo Jaim Etcheverry
El autor es educador y ensayista
lanacion.com
Esta extensa descripción de un personaje tan especial y con una vida apasionante, resulta imprescindible para comprender la trascendencia de lo que escribió recientemente en la revista The Chronicle Review. Para celebrar la primera década de su publicación, académicos y artistas expusieron la que, a su criterio, será la idea que definirá la próxima década.
Aceptando ese desafío, dijo este artífice del mundo digital en el que vivimos: "Lo que definirá la nueva década es, en realidad, la pérdida de una idea acerca de cuya desaparición nunca antes debimos preocuparnos. Es el ocaso de la creencia acerca de la singularidad que supone el ser humanos". Ejemplifica Lanier: "Consideren la práctica común de los estudiantes actuales, quienes, mientras escuchan a alguien hablar, escriben y reciben mensajes conectados a dispositivos electrónicos al tiempo que conversan por teléfono. Durante una clase les dije: «La razón más importante para no realizar simultáneamente tantas actividades, no es para hacerme sentir respetado, sino para poder existir ustedes mismos. Si escuchan primero y escriben luego, eso que escriban habrá tenido tiempo para filtrarse por su cerebro, y en lo que digan estarán ustedes. Eso es lo que los hace existir. Si son meros reflectores de la información, ¿están ustedes realmente allí?»."
En ese interrogante se resume el dilema actual: ¿qué lugar ocupamos como seres humanos en este incesante ir y venir de información? Lanier señala que el desprestigio de la creencia en el "ser" no se debe a la tecnología, sino a la cultura de los tecnólogos, que los lleva a diseñar entornos a los que califica de antihumanos y en los que está transcurriendo nuestra vida. "Estos softwares sugieren que la información es una sustancia aislada, independiente de la experiencia o la perspectiva humanas. De allí que el papel de cada ser humano esté mutando: de ser una entidad singular pasa a representar un componente más en una computadora global emergente." Analiza las múltiples consecuencias de ese cambio, basado no sólo en el convencimiento de que surge un cerebro global, sino de que éste reemplazará a la humanidad. Como lo señala Dan Reed, Lanier nos desafía a expresar nuestra humanidad esencial, nuestra especificidad, utilizando la tecnología del siglo XXI, pero evitando desvanecernos en ella.
Lanier introduce una nota de esperanza. Comenta que hace unos años era motivo de burla por parte de los estudiantes el solo poner en duda la supremacía del culto digital, pero que ya no es así porque está surgiendo una nueva generación que cuestiona la herencia de sus antecesores. Cuenta que, cuando durante una clase reciente pidió a los alumnos que suspendieran sus distracciones electrónicas para así lograr "existir", lo aplaudieron de pie. El desafío que enfrentamos ahora es encontrar la manera de conseguir escaparnos, por nuestros propios medios, del entorno antihumano que, súbitamente, todo lo dirige.
Por Guillermo Jaim Etcheverry
El autor es educador y ensayista
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