viernes, 24 de septiembre de 2010

Aumentan los problemas de audición en los jóvenes

Una canción que suena tan alto que golpea en el pecho. El zumbido en los oídos después de un recital. Una conversación a los gritos para que pueda tener sentido. Jugar a identificar qué es lo que está escuchando en sus auriculares el que viaja al lado en el subte. Todas estas situaciones, cada vez más habituales, son las que han generado el aumento en las consultas por trastornos provocados por el “ruido recreacional” que, según los especialistas, se triplicó en los últimos diez años.
El ruido recreacional es el que se origina en boliches, bares, recitales de rock, salas de ensayo y en cualquier espacio público en el que la música está “fuerte”. Y el daño se percibe casi siempre con ese zumbido intermitente o crónico de oídos , que clínicamente se llama acúfeno. “El aumento en las consultas en realidad no es el verdadero parámetro, pues los que están dañando el oído actualmente no consultan en el corto plazo. Pero seguramente lo harán en el futuro cuando el daño sea mayor”, dice Lorenzo Parreño, profesor de Otorrinolaringología de la UCA.
“Podemos definir como socioacusia al daño auditivo crónico por estar expuesto al ruido intenso de la vida cotidiana, más frecuentes en las grandes ciudades mal legisladas en este aspecto y poco controladas”, apunta Juan Debas, Profesor de Otorrinolaringología de la UBA.
“Ya tenemos casos de chicos de 20 años que tienen acúfenos , cuando siempre se trató de una patología de aparición más habitual en la vejez”, advierte Silvia Neto, fonoaudióloga y responsable del área médica de GAES Argentina.
La ecuación se invirtió: el ruido ocupacional, que era el principal causante de trastornos auditivos, decreció porque hay más controles laborales. Pero la proliferación de dispositivos electrónicos para escuchar música genera un progresivo daño en los oídos de los jóvenes. “Los auriculares de inserción son aún más dañinos: están direccionados y van directamente al oído medio e interno”, advierte Neto.
Según Gabriela Pérez Raffo, otorrinolaringóloga del Hospital Italiano, “los chicos empiezan a usar los dispositivos portátiles de música cada vez más temprano”. Y además señala que “las audiometrías de los más jóvenes se parecen a las de las personas que trabajan en lugares con alta exposición sonora”. La mayoría de los dispositivos alcanzan niveles sonoros de entre 100 y 115 decibeles, por encima de los 85 recomendados.
Un estudio comparativo publicado en la revista de la Asociación Médica de los Estados Unidos indica que existe un incremento del 31% en la discapacidad auditiva al comparar los adolescentes de 12 a 19 años de la década del 2000 en relación a un grupo de chicos de la misma edad en los años ‘90.
“Las consultas por trauma acústico aumentaron”, admite el otorrinolaringólogo Diego Marcomini, director del equipo de implantes auditivos de Buenos Aires. Se calcula que un 20 por ciento, y los jóvenes cada vez son más. “Es un problema que se puede prevenir en todos los casos. Hay que cuidar los oídos y la gente no siempre toma conciencia de eso”. Según Marcomini, una audiometría es un estudio sencillo , no invasivo, y sin embargo, son pocas las personas que se controlan.
“En la Argentina no hay educación en el cuidado de la audición y no hay legislación adecuada para proteger a la población. Nos estamos asegurando futuras generaciones de hipoacúsicos y eso es muy grave”, reconoce Alejandro Bidondo, coordinador de la carrera Ingeniería de Sonido de la Universidad de Tres de Febrero.
El tema preocupa a nivel mundial y por ese motivo la Unión Europea ya lanzó una advertencia que señala que en el año 2020, uno de cada diez personas de 30 años de edad necesitará audífonos por haber escuchado música alta con reproductores. Oídos demasiado viejos para gente tan joven.

LA ESTUPIDEZ QUE PROVOCA SORDERA
Es un fenómeno que, sin pausa, se está expandiendo por el mundo. La Argentina no es la excepción. Grandes cantidades de actos humanos estúpidos, en personas cada vez más jóvenes, no paran de provocar males irreversibles en aparatos auditivos. Los especialistas aseguran que se manifiesta en forma de zumbido permanente, y que una vez que se desata ya no hay forma de detenerlo. Lo llamativo es que, a pesar de la evidencia, las voluntades adolescentes no parecen dispuestas a bajar el volumen de sus dispositivos electrónicos. A medida que pierden la audición, van rotando las perillas (digitales) hasta niveles inauditos. Piden más potencia, más ruido, sinónimos de adrenalina. Una gran parte ya sólo vive del recuerdo, nostálgicos de lo lindo que era escuchar música fuerte.

clarin.com

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