Echad un rápido vistazo a las siguientes catástrofes: el vuelo ValuJet 592 se estrella en los Everglades de Florida con 110 personas a bordo (mayo de 1996). Vuelo TWA 800 explota con 230 personas a bordo (julio de 1996). Vuelo Swissair 111 se estrella cerca de Nueva Escocia con 229 personas a bordo (septiembre de 1998). Vuelo EgyptAir990 se hunde en el océano Atlántico con 217 personas a bordo (octubre de 1999).
Así, leídas de corrido, probablemente nos harán replantearos si volar es tan seguro como dicen. Y más si os digo que en ninguno de los accidentes que os acabo de enumerar hubo supervivientes.Sin embargo, no debéis temer a los aviones.
Para ayudaros, voy a intentar explicaros con detalle el riesgo real que estáis corriendo cada vez que tomáis un vuelo comercial regular.
Si bien en el pasado había países en los que volar era más peligroso de lo habitual (por ejemplo, en países asiáticos, por motivos culturales, tal y como os expliqué en el artículo ¿Cuáles son las posibilidades de estrellarse con un avión? (I) y (y II), hoy en día los riesgos están bastante igualados y son extremadamente bajos. (Y en todo caso, también podéis leeros el artículo ¿Cuánto es capaz de planear un avión si se le paran los motores? para tranquilizaros un poco más).
El miedo a volar es muy natural. Aunque se nos diga que el riesgo es bajo, si un avión se estrella, tenemos la percepción de que todos moriremos, y que las normas de seguridad que nos imparten antes de partir son sólo monsergas que la compañía aérea está obligada a pronunciar para evitarse futuras demandas. Pero nada más lejos de la verdad.
Incluso profesores del MIT como Arnold Barnett, especializado en el estudio de operaciones, un campo de la matemática aplicada que emplea los números para mejorar algunos sistemas complejos, como el control del tráfico aéreo, tiene miedo a volar. Pero su miedo es infundado. Y las normas de seguridad que os imparten las azafatas no son tan gratuitas como sospecháis: existen muchas más posibilidades de salvar la vida de lo que creéis cuando un avión se estrella.
La razón de ello os la explicaré más adelante. Primero quiero de nuevo hacer hincapié sobre uno de los motivos que agigantan la percepción de riesgo en los vuelos comerciales (un motivo que también agiganta la percepción de riesgo de los atentados terroristas, por cierto): la cubertura mediática. El propio Barnett se dedicó en una ocasión a examinar las portadas del periódico The New York Times y encontró la cobertura que se dedicaba a los accidentes de aviación era 60 veces mayor que los informes de VIH/sida; 1.500 veces mayor que los accidentes de carretera; y 6.000 veces mayor que la cobertura que se dedica al cáncer, la segunda causa principal de mortalidad en EEUU después de los ataques al corazón.
A continuación. Barnett creó una nueva unidad de medida que calculaba de forma precisa lo que la gente quería saber. “¿Qué probabilidades tengo de morir en mi próximo vuelo?”. En el campo de la seguridad aeronáutica se conoce como Q: riesgo de morir en un vuelo elegido de manera aleatoria. Analizando todos los datos de los últimos diez años, ésta es la conclusión final de Barnett: cuando se suba al próximo vuelo nacional, sus probabilidades de morir (su Q) son de una entre 60 millones. Eso significa que podría volar cada día durante los próximos 164.000 años antes de perecer en un accidente de aviación.
Para que os hagáis una idea con más perspectiva de estas cifras, el Q en un viaje en coche es alrededor de 1 entre 9 millones, casi 7 veces que el riesgo de morir en un vuelo nacional. Pero antes me dejé en el tintero el desarrollo de lo erróneo que es pensar que si tu avión se estrella es casi seguro que morirás, y que las normas de seguridad que las azafatas te imparten con gestos de sordomudos son una pérdida de tiempo.
A pesar de que todo parece indicar que, al estrellarse un avión, sobrevivir será algo remoto (sin duda, accidentes como en de la serie Lost, en los que sobreviven tantos personajes, nos parecen ficción más que realidad), lo cierto es que el índice de supervivencia en un accidente aéreo es… asombrosamente alto.
Nada más ni nada menos que es del 95,7 %. Es decir, que en el remotísimo caso de que vuestro avión se estrelle, además tenéis todas las papeletas de sobrevivir a la catástrofe.
Ben Sherwood explica al respecto:
Para ser más precisos, la Junta Nacional de Seguridad en los Transportes estadounidense analizó todos los accidentes de aviación que se produjeron entre 1983 y 2000. Aproximadamente, 53.487 personas se vieron implicadas en esos accidentes y 51.207 de ellas sobrevivieron. Por lo tanto, el índice de supervivencia es del 95,7 %. La junta de seguridad juzgó que veintiséis de esos accidentes fueron los peores, ya que en ellos se produjeron incendios, lesiones o daños importantes. Excluyendo aquellos en los que nadie tuvo la menor oportunidad, el índice de supervivencia en los accidentes más “graves” fue del 76,6 %. Eso significa que hasta en los graves, más de las tres cuartas partes de los pasajeros consiguen salir vivos. (…) Una de las consecuencias más peligrosas que tiene el mito de la desesperación es que cuando la gente cree que no puede hacer nada por salvarse, se expone a un riesgo mucho mayor. Antes de volar, muchos toman unas cuantas copas en el bar. En cuanto suben el aparato, se quitan los zapatos, abren un libro, leen el periódico o encienden el iPod.
Y es que, si la gente se acostumbrara a hacer caso de las normas de seguridad y a memorizar las salidas de emergencia y demás detalles, se calcula que, de un total de 1.500 víctimas mortales, unas 600 podrían haber sobrevivido.
Uno de los datos más importantes para sobrevivir en un vuelo aéreo consiste en prestar atención básicamente a 11 minutos de ese vuelvo. A los 3 primeros minutos de vuelo y a los 8 últimos. En el lenguaje de aviación, este concepto se conoce como Más tres/Menos ocho. El 80 % de todos los accidentes de avión tienen lugar en estos 11 minutos.
Así pues, es importante mantener la alerta en los primeros minutos de vuelo, antes de descalzarse y ponerse a leer (y sobre todo no entrar bebido). Y hay que despertarse y quitarse las legañas en los últimos 8, y también permanecer alerta en todo momento.
¿Y si se produce el accidente?
Entre todas las normas de seguridad, un dato a tener en cuenta es que entonces tenemos 90 segundos para abandonar el aparato siniestrado.
Sólo tenemos noventa segundos para salir. Eso es todo. Noventa. Si tardamos más, el fuego podría atravesar la carcasa de aluminio del aparato y la temperatura de la cabina podría superar los 1.000 grados centígrados. Poco después, una súbita combustión generalizada lo consumiría todo.
Vía El club de los supervivientes de Ben Sherwood
genciencia.com
Así, leídas de corrido, probablemente nos harán replantearos si volar es tan seguro como dicen. Y más si os digo que en ninguno de los accidentes que os acabo de enumerar hubo supervivientes.Sin embargo, no debéis temer a los aviones.
Para ayudaros, voy a intentar explicaros con detalle el riesgo real que estáis corriendo cada vez que tomáis un vuelo comercial regular.
Si bien en el pasado había países en los que volar era más peligroso de lo habitual (por ejemplo, en países asiáticos, por motivos culturales, tal y como os expliqué en el artículo ¿Cuáles son las posibilidades de estrellarse con un avión? (I) y (y II), hoy en día los riesgos están bastante igualados y son extremadamente bajos. (Y en todo caso, también podéis leeros el artículo ¿Cuánto es capaz de planear un avión si se le paran los motores? para tranquilizaros un poco más).
El miedo a volar es muy natural. Aunque se nos diga que el riesgo es bajo, si un avión se estrella, tenemos la percepción de que todos moriremos, y que las normas de seguridad que nos imparten antes de partir son sólo monsergas que la compañía aérea está obligada a pronunciar para evitarse futuras demandas. Pero nada más lejos de la verdad.
Incluso profesores del MIT como Arnold Barnett, especializado en el estudio de operaciones, un campo de la matemática aplicada que emplea los números para mejorar algunos sistemas complejos, como el control del tráfico aéreo, tiene miedo a volar. Pero su miedo es infundado. Y las normas de seguridad que os imparten las azafatas no son tan gratuitas como sospecháis: existen muchas más posibilidades de salvar la vida de lo que creéis cuando un avión se estrella.
La razón de ello os la explicaré más adelante. Primero quiero de nuevo hacer hincapié sobre uno de los motivos que agigantan la percepción de riesgo en los vuelos comerciales (un motivo que también agiganta la percepción de riesgo de los atentados terroristas, por cierto): la cubertura mediática. El propio Barnett se dedicó en una ocasión a examinar las portadas del periódico The New York Times y encontró la cobertura que se dedicaba a los accidentes de aviación era 60 veces mayor que los informes de VIH/sida; 1.500 veces mayor que los accidentes de carretera; y 6.000 veces mayor que la cobertura que se dedica al cáncer, la segunda causa principal de mortalidad en EEUU después de los ataques al corazón.
A continuación. Barnett creó una nueva unidad de medida que calculaba de forma precisa lo que la gente quería saber. “¿Qué probabilidades tengo de morir en mi próximo vuelo?”. En el campo de la seguridad aeronáutica se conoce como Q: riesgo de morir en un vuelo elegido de manera aleatoria. Analizando todos los datos de los últimos diez años, ésta es la conclusión final de Barnett: cuando se suba al próximo vuelo nacional, sus probabilidades de morir (su Q) son de una entre 60 millones. Eso significa que podría volar cada día durante los próximos 164.000 años antes de perecer en un accidente de aviación.
Para que os hagáis una idea con más perspectiva de estas cifras, el Q en un viaje en coche es alrededor de 1 entre 9 millones, casi 7 veces que el riesgo de morir en un vuelo nacional. Pero antes me dejé en el tintero el desarrollo de lo erróneo que es pensar que si tu avión se estrella es casi seguro que morirás, y que las normas de seguridad que las azafatas te imparten con gestos de sordomudos son una pérdida de tiempo.
A pesar de que todo parece indicar que, al estrellarse un avión, sobrevivir será algo remoto (sin duda, accidentes como en de la serie Lost, en los que sobreviven tantos personajes, nos parecen ficción más que realidad), lo cierto es que el índice de supervivencia en un accidente aéreo es… asombrosamente alto.
Nada más ni nada menos que es del 95,7 %. Es decir, que en el remotísimo caso de que vuestro avión se estrelle, además tenéis todas las papeletas de sobrevivir a la catástrofe.
Ben Sherwood explica al respecto:
Para ser más precisos, la Junta Nacional de Seguridad en los Transportes estadounidense analizó todos los accidentes de aviación que se produjeron entre 1983 y 2000. Aproximadamente, 53.487 personas se vieron implicadas en esos accidentes y 51.207 de ellas sobrevivieron. Por lo tanto, el índice de supervivencia es del 95,7 %. La junta de seguridad juzgó que veintiséis de esos accidentes fueron los peores, ya que en ellos se produjeron incendios, lesiones o daños importantes. Excluyendo aquellos en los que nadie tuvo la menor oportunidad, el índice de supervivencia en los accidentes más “graves” fue del 76,6 %. Eso significa que hasta en los graves, más de las tres cuartas partes de los pasajeros consiguen salir vivos. (…) Una de las consecuencias más peligrosas que tiene el mito de la desesperación es que cuando la gente cree que no puede hacer nada por salvarse, se expone a un riesgo mucho mayor. Antes de volar, muchos toman unas cuantas copas en el bar. En cuanto suben el aparato, se quitan los zapatos, abren un libro, leen el periódico o encienden el iPod.
Y es que, si la gente se acostumbrara a hacer caso de las normas de seguridad y a memorizar las salidas de emergencia y demás detalles, se calcula que, de un total de 1.500 víctimas mortales, unas 600 podrían haber sobrevivido.
Uno de los datos más importantes para sobrevivir en un vuelo aéreo consiste en prestar atención básicamente a 11 minutos de ese vuelvo. A los 3 primeros minutos de vuelo y a los 8 últimos. En el lenguaje de aviación, este concepto se conoce como Más tres/Menos ocho. El 80 % de todos los accidentes de avión tienen lugar en estos 11 minutos.
Así pues, es importante mantener la alerta en los primeros minutos de vuelo, antes de descalzarse y ponerse a leer (y sobre todo no entrar bebido). Y hay que despertarse y quitarse las legañas en los últimos 8, y también permanecer alerta en todo momento.
¿Y si se produce el accidente?
Entre todas las normas de seguridad, un dato a tener en cuenta es que entonces tenemos 90 segundos para abandonar el aparato siniestrado.
Sólo tenemos noventa segundos para salir. Eso es todo. Noventa. Si tardamos más, el fuego podría atravesar la carcasa de aluminio del aparato y la temperatura de la cabina podría superar los 1.000 grados centígrados. Poco después, una súbita combustión generalizada lo consumiría todo.
Vía El club de los supervivientes de Ben Sherwood
genciencia.com
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