Por Ari Paluch
lanacion.com
Hacer presente el Ser es una acción que no tiene otro destino que la felicidad y la plenitud. Muchas veces confundimos lo que realmente somos con aquello que hemos creído que somos. Repetimos aquello de "yo soy así" cuando en realidad el que es así es el personaje que el "yo inferior" convirtió en la llamada personalidad. Lo que realmente somos no tiene por qué ser aquello en lo que nos hemos convertido. La buena noticia es que aquello que nos distanció de lo que somos fue generado por nosotros mismos y, por ende, puede ser removido por nosotros mismos. Nadie dijo que es fácil, pero por no serlo no deja de ser muy necesario.
La mayoría de las personas que intentamos una transformación espiritual no lo hacemos por ser buenas o mejores que los demás. No queremos seguir viviendo mal, persiguiendo sueños ajenos, mortificándonos, reprochándonos y rechazándonos. La principal razón por la que sufrimos es la imposibilidad de aceptar aquello que nos toca enfrentar.
El cambio espiritual es el más profundo de los cambios. A diferencia de los otros no se presenta como una herramienta que nos permita ser distintos, por el contrario, el cambio espiritual llega a nuestra vida para modificarla con el objetivo de ser nosotros mismos. Cada mañana cuando nos miramos al espejo, el que está afeitándose o maquillándose no es otro que el responsable y el creador de tus experiencias, es decir vos mismo.
Todos nosotros podemos hacer merced al libre albedrío aquello que deseamos de nuestras vidas. Lo que no podemos evitar son las consecuencias de nuestros actos. El tan mentado Karma no es otra cosa que vivir aquello que hemos provocado. Si estamos satisfechos con lo que nos toca vivir y con el resultado de nuestras acciones y pensamientos, pues adelante. Pero si lo que queremos es vivir de otra forma, si lo que nos está dando como resultado es el vacío, la insatisfacción frecuente, si lo que experimentamos es semejante a estar vistiendo ropas ajenas, es tiempo de intentar la transformación.
Algunos años atrás, Einstein supo enseñarnos que no puede resolverse un problema con la mentalidad que lo creó. Es cierto que en el problema está la solución, como suele decirse en Alcohólicos Anónimos, pero una vez aceptado el problema no deberíamos repetir los errores que nos llevaron a cometerlo. La gran herramienta de la espiritualidad es la conciencia, en términos más sencillos el "darse cuenta". No registro lo que me sucede, aunque me esté sucediendo, hasta que no me doy cuenta. El ego pasa gran parte del día obligándonos a hacer cuentas. El espíritu no aflora hasta que no tomás conciencia, hasta que no te das cuenta.
Cada uno de los seres que Dios creó es una pequeña sucursal suya. No en vano nos hizo a "su imagen y semejanza". Somos seres espirituales viviendo una experiencia humana y no a la inversa. Nuestra divinidad reside en nuestra conciencia. Dios es conciencia pura y supo insuflarnos a cada uno de nosotros dosis divinas con las que conectamos a través de la conciencia y de las que nos alejamos a través del ego. El soy se refleja en el ego, el ser en el espíritu. Todos nosotros podemos cada día dedicar algunos minutos a exteriorizar nuestro interior, a hacer presente nuestro ser. La principal inquietud de la vida espiritual paradójicamente es la quietud. En ese estado y en el silencio interior aparecen las respuestas, se manifiesta la sabiduría, florece la inspiración, se desarrolla la intuición y se detectan las señales.
Somos esencialmente espirituales. Debemos nutrirnos de nuestra savia natural, el "combustible espiritual". Ya lo dice el proverbio: "Serás lo que debas ser o no serás nada". A nadie se le ocurriría, salvo por error o accidente, ponerle nafta a un coche gasolero o a la inversa. ¿Por qué razón entonces hacemos esto con nuestro espíritu y además pretendemos ser felices? ¿Por qué le ponemos combustible egoico al espíritu y pretendemos que funcione?
Es tiempo de entender que tener y felicidad no son sinónimos. Quienes han intentado esa receta terminaron teniendo todo menos a ellos mismos. Ser y felicidad si son sinónimos espirituales, por eso "ser feliz" es una redundancia. La gente feliz primero es feliz y además tiene dinero o no, la gente feliz primero es feliz y además tiene trabajo, la gente feliz es feliz y lo demás viene por añadidura. Esa es la secuencia. La gente infeliz lo es más allá de las circunstancias y lo es por sus actitudes.
No se trata de voluntarismo espiritual. Tan sólo de entender que "como es adentro es afuera" (Inside Out). Exterioriza tu ser, diluye tu soy. Lo interior determina siempre lo exterior, lo de afuera, más allá de la ilusión del ego no termina de transformar lo de adentro. Hace presente tu ser, exterioriza tu interior.
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Hacer presente el Ser es una acción que no tiene otro destino que la felicidad y la plenitud. Muchas veces confundimos lo que realmente somos con aquello que hemos creído que somos. Repetimos aquello de "yo soy así" cuando en realidad el que es así es el personaje que el "yo inferior" convirtió en la llamada personalidad. Lo que realmente somos no tiene por qué ser aquello en lo que nos hemos convertido. La buena noticia es que aquello que nos distanció de lo que somos fue generado por nosotros mismos y, por ende, puede ser removido por nosotros mismos. Nadie dijo que es fácil, pero por no serlo no deja de ser muy necesario.
La mayoría de las personas que intentamos una transformación espiritual no lo hacemos por ser buenas o mejores que los demás. No queremos seguir viviendo mal, persiguiendo sueños ajenos, mortificándonos, reprochándonos y rechazándonos. La principal razón por la que sufrimos es la imposibilidad de aceptar aquello que nos toca enfrentar.
El cambio espiritual es el más profundo de los cambios. A diferencia de los otros no se presenta como una herramienta que nos permita ser distintos, por el contrario, el cambio espiritual llega a nuestra vida para modificarla con el objetivo de ser nosotros mismos. Cada mañana cuando nos miramos al espejo, el que está afeitándose o maquillándose no es otro que el responsable y el creador de tus experiencias, es decir vos mismo.
Todos nosotros podemos hacer merced al libre albedrío aquello que deseamos de nuestras vidas. Lo que no podemos evitar son las consecuencias de nuestros actos. El tan mentado Karma no es otra cosa que vivir aquello que hemos provocado. Si estamos satisfechos con lo que nos toca vivir y con el resultado de nuestras acciones y pensamientos, pues adelante. Pero si lo que queremos es vivir de otra forma, si lo que nos está dando como resultado es el vacío, la insatisfacción frecuente, si lo que experimentamos es semejante a estar vistiendo ropas ajenas, es tiempo de intentar la transformación.
Algunos años atrás, Einstein supo enseñarnos que no puede resolverse un problema con la mentalidad que lo creó. Es cierto que en el problema está la solución, como suele decirse en Alcohólicos Anónimos, pero una vez aceptado el problema no deberíamos repetir los errores que nos llevaron a cometerlo. La gran herramienta de la espiritualidad es la conciencia, en términos más sencillos el "darse cuenta". No registro lo que me sucede, aunque me esté sucediendo, hasta que no me doy cuenta. El ego pasa gran parte del día obligándonos a hacer cuentas. El espíritu no aflora hasta que no tomás conciencia, hasta que no te das cuenta.
Cada uno de los seres que Dios creó es una pequeña sucursal suya. No en vano nos hizo a "su imagen y semejanza". Somos seres espirituales viviendo una experiencia humana y no a la inversa. Nuestra divinidad reside en nuestra conciencia. Dios es conciencia pura y supo insuflarnos a cada uno de nosotros dosis divinas con las que conectamos a través de la conciencia y de las que nos alejamos a través del ego. El soy se refleja en el ego, el ser en el espíritu. Todos nosotros podemos cada día dedicar algunos minutos a exteriorizar nuestro interior, a hacer presente nuestro ser. La principal inquietud de la vida espiritual paradójicamente es la quietud. En ese estado y en el silencio interior aparecen las respuestas, se manifiesta la sabiduría, florece la inspiración, se desarrolla la intuición y se detectan las señales.
Somos esencialmente espirituales. Debemos nutrirnos de nuestra savia natural, el "combustible espiritual". Ya lo dice el proverbio: "Serás lo que debas ser o no serás nada". A nadie se le ocurriría, salvo por error o accidente, ponerle nafta a un coche gasolero o a la inversa. ¿Por qué razón entonces hacemos esto con nuestro espíritu y además pretendemos ser felices? ¿Por qué le ponemos combustible egoico al espíritu y pretendemos que funcione?
Es tiempo de entender que tener y felicidad no son sinónimos. Quienes han intentado esa receta terminaron teniendo todo menos a ellos mismos. Ser y felicidad si son sinónimos espirituales, por eso "ser feliz" es una redundancia. La gente feliz primero es feliz y además tiene dinero o no, la gente feliz primero es feliz y además tiene trabajo, la gente feliz es feliz y lo demás viene por añadidura. Esa es la secuencia. La gente infeliz lo es más allá de las circunstancias y lo es por sus actitudes.
No se trata de voluntarismo espiritual. Tan sólo de entender que "como es adentro es afuera" (Inside Out). Exterioriza tu ser, diluye tu soy. Lo interior determina siempre lo exterior, lo de afuera, más allá de la ilusión del ego no termina de transformar lo de adentro. Hace presente tu ser, exterioriza tu interior.
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