Era la década del ´30, cuando el escritor norteamericano F.Scott Fitzgerald escribió: “Optimismo es el contento de los hombres pequeños en los lugares altos”. El período entre guerras había vuelto al mundo un lugar oscuro. Ocho décadas después, a los argentinos parece caberles a la perfección aquellas palabras: una encuesta realizada en toda América Latina nos coloca como los latinos que más convencidos están de que su país, pero también el mundo entero, van por el camino equivocado.
Los datos no hacen más que certificar aquella presunción de que somos una rara avis en el continente. Con algunos matices, las miles de personas que participaron de la edición 2009 del Latinobarómetro “tienen una visión bastante más positiva tanto de sí mismos y del país como del mundo que en el año 2003”, dice el estudio. Los argentinos, por el contrario, aparecen como los latinos más pesimistas. Sólo el 19 % cree que el país va en la dirección correcta y apenas el 20 % dijo lo mismo respecto del mundo.
Pero lo que más llama la atención es que cuando se les preguntó si su situación personal había mejorado, Argentina aparece como uno de los mejor posicionados: quinto en el ránking de países en los que las personas creen que ellos y sus familias han avanzado en los últimos seis años (82%).
Noberto Levy, médico y psicoterapeuta, explica: “El español, el brasileño, perciben más lo interno. Los argentinos conectamos mucho con lo que pasa afuera, es como si viviéramos en una casa pequeña con ventanas grandes, entonces quedamos muy expuestos, se tiende a desilusionarse y eso genera escepticismo”.
El Latinobarómetro, que se realiza desde 1997, mide la opinión de los latinos en dieciocho países.
Para esta encuesta se entrevistó a 20.200 personas . El estudio señala que Argentina “se destaca porque es el país que más cree que ellos, los argentinos, van en la dirección correcta mientras al mismo tiempo un 60 por ciento cree que el mundo y su país no lo hacen”. Y resalta que en Argentina “es posible creer que una cosa es la sociedad y cada cual, y otra es la manera como funciona el país”.
Para la filósofa Diana Cohen Agrest, los argentinos conformamos “una sociedad ciclotímica, pasamos de la euforia a la desesperanza. Si la media de los argentinos no cree en la posibilidad de una superación de la crisis en el esfuerzo conjunto es porque todavía se cree en el poder de las individualidades, llámense Messi o el líder carismático de turno”.
Desde las letras del tango hasta los ensayos que un siglo atrás escribieron Joaquín V. González o Carlos Octavio Bunge, el pesimismo parece ser parte constitutiva del ser argentino.
Cohen Agrest apunta que más cerca en el tiempo, un pasado violento, la falta de confianza en la justicia, la corrupción o medidas tan inconcebibles como el corralito nos han conducido a un “excepticismo generalizado”.
En contraposición, el Latinobarómetro ha detectado que un mayor optimismo se registra en la región. Eso a pesar de que la situación relativa no ha registrado grandes cambios desde 2003 hasta ahora. Este optimismo se vio reflejado también en cómo ha mejorado la opinión que los latinos tienen de los Estados Unidos –alcanza más de un 80 % en buena parte de los países de la región– o España, Japón y la Unión Europea. Sin embargo, los argentinos también dan la nota y aparecen como el país que más descree de los avances de la administración Obama.
El fundador de la psicología positiva, Martin Seligman, sostiene que las personas positivas suelen sentirse responsables por todo lo bueno que les pasa.
Los pesimistas, en cambio piensan que los problemas continuarán en el tiempo . Entonces, quien mejor que Enrique Santos Discépolo para interpretar semejante definición. Fue también en 1930, cuando escribió: “Verás que todo es mentira/ Verás que nada es amor.../ que al mundo nada le importa…Yira, yira”.
Cuestión de autodefensa
Llegó a la Argentina en diciembre de 2004. Vino por el trabajo de su esposo, pero a los cuatro años decidieron quedarse aquí y eligieron este país para tener a su primera hija, Sofía.
“Yo creo que sí, que los argentinos son pesimistas, sobre todo se nota en el lenguaje”, dice Mei-Ling. Pero para ella se trata de una cuestión de autodefensa: “Si sos pesimista no te decepcionas. Yo aprendí mucho de eso y cuando mis amigos en los Estados Unidos se angustiaban por la crisis a mí no me parecía tan grave”.
Aunque al principio no podía entender eso de que los precios cambiaban de un día para el otro, Mei-Ling ya se acostumbró a vivir en la cambiante economía argentina. Y agrega: “Para mí los argentinos se recuperan y toman con más calma el tema de las crisis porque han pasado tanto lío...”.
"Hago las cosas que me hacen bien"
Sólo los domingos a Cuca se le vuelven un poco pesados. El resto de las mañanas, piensa siempre en la suerte que tiene de poder vivir un día más. Cuca es, ni más ni menos, esa excepción que nos dice que aquí, en la Argentina, no todos son pesimistas.
“Ya tendré tiempo de estar bajo tierra, ser pesimista no conduce a nada, los argentinos son demasiado pesimistas, pero en realidad, para mí es porque son muy conformistas”, dice Cuca quien a los 83 años no está dispuesta a resignarse. Por el momento, se compró su primera computadora y todos los martes toma clases para aprender a usarla. Y se la escucha orgullosa de poder hacerlo.
A Gloria Rebagliati, Cuca, la vida no le resultó nada fácil. Hace trece años perdió una hija y hace seis que tuvo que internar a su marido, debido a que padece Alzheimer. Su hermana, que vive en París, también está internada por un ACV. Pero Cuca igual la sigue peleando. “Yo trato de no compadecerme a mí misma, porque eso no sirve”. Y cuando se le pregunta su receta para combatir el pesimismo, explica sin vueltas: “Hago las cosas que me hacen bien, son mi propia terapia, me gusta leer, pero busco cosas que me entretengan, que no me den trabajo, como las novelas de Danielle Steel”.
Sus clases de estaño, las novelas que lee hasta la medianoche y las cuarenta y cinco plantas de su balcón son las rutinas que se impone todos los días y que se convirtieron en su refugio. Y aunque los domingos a veces la soledad la hace flaquear, Cuca todavía se siente una mujer muy optimista.
No existe confianza en el lazo social
El mundo de hoy ha “generado” más objetos de consumo que décadas atrás. De tal modo que son cada vez más las personas que tienen menos acceso a lo “necesario” y esto trae como consecuencia privaciones y frustraciones que se manifiestan en pesimismo social, desilusiones, desconfianza en el porvenir y el encapsulamiento en la creencia que cada uno se salva como puede. No hay confianza en el lazo social, hay descrédito en lo comunitario. Entonces, no contamos como pueblo con un pasado glorioso que nos estimule y nos movilice a querer volver a ese lugar donde éramos una nación pujante... Y no me refiero a los gobiernos de turno: me refiero a los ritos, a las fiestas, a las celebraciones que aúnan y consolidan la trama social y traen optimismo. No hay que buscar responsables, sino razones.
clarin.com
Los datos no hacen más que certificar aquella presunción de que somos una rara avis en el continente. Con algunos matices, las miles de personas que participaron de la edición 2009 del Latinobarómetro “tienen una visión bastante más positiva tanto de sí mismos y del país como del mundo que en el año 2003”, dice el estudio. Los argentinos, por el contrario, aparecen como los latinos más pesimistas. Sólo el 19 % cree que el país va en la dirección correcta y apenas el 20 % dijo lo mismo respecto del mundo.
Pero lo que más llama la atención es que cuando se les preguntó si su situación personal había mejorado, Argentina aparece como uno de los mejor posicionados: quinto en el ránking de países en los que las personas creen que ellos y sus familias han avanzado en los últimos seis años (82%).
Noberto Levy, médico y psicoterapeuta, explica: “El español, el brasileño, perciben más lo interno. Los argentinos conectamos mucho con lo que pasa afuera, es como si viviéramos en una casa pequeña con ventanas grandes, entonces quedamos muy expuestos, se tiende a desilusionarse y eso genera escepticismo”.
El Latinobarómetro, que se realiza desde 1997, mide la opinión de los latinos en dieciocho países.
Para esta encuesta se entrevistó a 20.200 personas . El estudio señala que Argentina “se destaca porque es el país que más cree que ellos, los argentinos, van en la dirección correcta mientras al mismo tiempo un 60 por ciento cree que el mundo y su país no lo hacen”. Y resalta que en Argentina “es posible creer que una cosa es la sociedad y cada cual, y otra es la manera como funciona el país”.
Para la filósofa Diana Cohen Agrest, los argentinos conformamos “una sociedad ciclotímica, pasamos de la euforia a la desesperanza. Si la media de los argentinos no cree en la posibilidad de una superación de la crisis en el esfuerzo conjunto es porque todavía se cree en el poder de las individualidades, llámense Messi o el líder carismático de turno”.
Desde las letras del tango hasta los ensayos que un siglo atrás escribieron Joaquín V. González o Carlos Octavio Bunge, el pesimismo parece ser parte constitutiva del ser argentino.
Cohen Agrest apunta que más cerca en el tiempo, un pasado violento, la falta de confianza en la justicia, la corrupción o medidas tan inconcebibles como el corralito nos han conducido a un “excepticismo generalizado”.
En contraposición, el Latinobarómetro ha detectado que un mayor optimismo se registra en la región. Eso a pesar de que la situación relativa no ha registrado grandes cambios desde 2003 hasta ahora. Este optimismo se vio reflejado también en cómo ha mejorado la opinión que los latinos tienen de los Estados Unidos –alcanza más de un 80 % en buena parte de los países de la región– o España, Japón y la Unión Europea. Sin embargo, los argentinos también dan la nota y aparecen como el país que más descree de los avances de la administración Obama.
El fundador de la psicología positiva, Martin Seligman, sostiene que las personas positivas suelen sentirse responsables por todo lo bueno que les pasa.
Los pesimistas, en cambio piensan que los problemas continuarán en el tiempo . Entonces, quien mejor que Enrique Santos Discépolo para interpretar semejante definición. Fue también en 1930, cuando escribió: “Verás que todo es mentira/ Verás que nada es amor.../ que al mundo nada le importa…Yira, yira”.
Cuestión de autodefensa
Llegó a la Argentina en diciembre de 2004. Vino por el trabajo de su esposo, pero a los cuatro años decidieron quedarse aquí y eligieron este país para tener a su primera hija, Sofía.
“Yo creo que sí, que los argentinos son pesimistas, sobre todo se nota en el lenguaje”, dice Mei-Ling. Pero para ella se trata de una cuestión de autodefensa: “Si sos pesimista no te decepcionas. Yo aprendí mucho de eso y cuando mis amigos en los Estados Unidos se angustiaban por la crisis a mí no me parecía tan grave”.
Aunque al principio no podía entender eso de que los precios cambiaban de un día para el otro, Mei-Ling ya se acostumbró a vivir en la cambiante economía argentina. Y agrega: “Para mí los argentinos se recuperan y toman con más calma el tema de las crisis porque han pasado tanto lío...”.
"Hago las cosas que me hacen bien"
Sólo los domingos a Cuca se le vuelven un poco pesados. El resto de las mañanas, piensa siempre en la suerte que tiene de poder vivir un día más. Cuca es, ni más ni menos, esa excepción que nos dice que aquí, en la Argentina, no todos son pesimistas.
“Ya tendré tiempo de estar bajo tierra, ser pesimista no conduce a nada, los argentinos son demasiado pesimistas, pero en realidad, para mí es porque son muy conformistas”, dice Cuca quien a los 83 años no está dispuesta a resignarse. Por el momento, se compró su primera computadora y todos los martes toma clases para aprender a usarla. Y se la escucha orgullosa de poder hacerlo.
A Gloria Rebagliati, Cuca, la vida no le resultó nada fácil. Hace trece años perdió una hija y hace seis que tuvo que internar a su marido, debido a que padece Alzheimer. Su hermana, que vive en París, también está internada por un ACV. Pero Cuca igual la sigue peleando. “Yo trato de no compadecerme a mí misma, porque eso no sirve”. Y cuando se le pregunta su receta para combatir el pesimismo, explica sin vueltas: “Hago las cosas que me hacen bien, son mi propia terapia, me gusta leer, pero busco cosas que me entretengan, que no me den trabajo, como las novelas de Danielle Steel”.
Sus clases de estaño, las novelas que lee hasta la medianoche y las cuarenta y cinco plantas de su balcón son las rutinas que se impone todos los días y que se convirtieron en su refugio. Y aunque los domingos a veces la soledad la hace flaquear, Cuca todavía se siente una mujer muy optimista.
No existe confianza en el lazo social
El mundo de hoy ha “generado” más objetos de consumo que décadas atrás. De tal modo que son cada vez más las personas que tienen menos acceso a lo “necesario” y esto trae como consecuencia privaciones y frustraciones que se manifiestan en pesimismo social, desilusiones, desconfianza en el porvenir y el encapsulamiento en la creencia que cada uno se salva como puede. No hay confianza en el lazo social, hay descrédito en lo comunitario. Entonces, no contamos como pueblo con un pasado glorioso que nos estimule y nos movilice a querer volver a ese lugar donde éramos una nación pujante... Y no me refiero a los gobiernos de turno: me refiero a los ritos, a las fiestas, a las celebraciones que aúnan y consolidan la trama social y traen optimismo. No hay que buscar responsables, sino razones.
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