Contribuir a una nutrición segura y eficaz de los niños era el objetivo del Código Internacional de Marketing para los sustitutos de la leche materna. Un documento que, en su cuarta versión, adoptó la Asamblea Mundial de la Salud en 1981 pero que, desde entonces, más que ayudar a crear un marco que proteja la alimentación de los pequeños se ha convertido en un objeto de conflicto permanente.
Un artículo que publica esta semana la revista 'Archives of Disease in Childhood', firmado por el profesor James Stewart Forsyth, del Sistema Nacional de Salud de Escocia (Reino Unido), denuncia que tanto los fabricantes, como los médicos y los distribuidores han interpretado el escrito según sus propios intereses y que estas diferentes 'versiones' llevan tres décadas generando polémica en torno al Código.
La historia de esta controversia se remonta a mayo de 1980. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF empiezan a redactar el documento e involucran en su elaboración a todas las partes implicadas -pediatras, fabricantes, asociaciones por la lactancia materna...-. La idea era encontrar productos que pudieran sustituir la leche materna, que es lo que recomiendan en primer lugar. Un año después, tras varias modificaciones, la Asamblea Mundial de la Salud aprueba el Código, que recoge "los requerimientos mínimos para proteger y promocionar una alimentación apropiada en la infancia".
En ese momento, decidieron que el documento, que se compone de 11 artículos que tocan desde la nutrición apropiada para los niños hasta cuestiones de marketing, distribución, información y etiquetado, se adoptara como recomendación y no como una regulación.
Al aprobarlo de esta forma, los asistentes a la Asamblea pensaron que el código era el primer paso para establecer un campo de trabajo común, un ambiente de cooperación que mejorara los aspectos relacionados con la nutrición infantil. Sin embargo, la evidencia ha demostrado que esta aspiración cayó en saco roto.
Las quejas sobre las vulneraciones del código han sido habituales, especialmente las presentadas por la organización Baby Milk Action contra las compañías que fabrican estos sustitutivos de la leche materna. La publicidad engañosa, la información nutricional y errores en el etiquetado son los aspectos más denunciados.
El problema, explica el autor del artículo, es que al no ser un código obligatorio, no está claro tampoco quién tiene competencia para actuar ante estas vulneraciones, si la OMS o los gobiernos y autoridades locales. "Es hora de volver al objetivo inicial que tenían los autores del documento, de retomar el espíritu de cooperación esencial para mejorar la nutrición materna e infantil. Basta ya de disputas. Es tiempo de cambiar el chip", concluye el profesor Forsyth.
elmundo.es
Un artículo que publica esta semana la revista 'Archives of Disease in Childhood', firmado por el profesor James Stewart Forsyth, del Sistema Nacional de Salud de Escocia (Reino Unido), denuncia que tanto los fabricantes, como los médicos y los distribuidores han interpretado el escrito según sus propios intereses y que estas diferentes 'versiones' llevan tres décadas generando polémica en torno al Código.
La historia de esta controversia se remonta a mayo de 1980. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF empiezan a redactar el documento e involucran en su elaboración a todas las partes implicadas -pediatras, fabricantes, asociaciones por la lactancia materna...-. La idea era encontrar productos que pudieran sustituir la leche materna, que es lo que recomiendan en primer lugar. Un año después, tras varias modificaciones, la Asamblea Mundial de la Salud aprueba el Código, que recoge "los requerimientos mínimos para proteger y promocionar una alimentación apropiada en la infancia".
En ese momento, decidieron que el documento, que se compone de 11 artículos que tocan desde la nutrición apropiada para los niños hasta cuestiones de marketing, distribución, información y etiquetado, se adoptara como recomendación y no como una regulación.
Al aprobarlo de esta forma, los asistentes a la Asamblea pensaron que el código era el primer paso para establecer un campo de trabajo común, un ambiente de cooperación que mejorara los aspectos relacionados con la nutrición infantil. Sin embargo, la evidencia ha demostrado que esta aspiración cayó en saco roto.
Las quejas sobre las vulneraciones del código han sido habituales, especialmente las presentadas por la organización Baby Milk Action contra las compañías que fabrican estos sustitutivos de la leche materna. La publicidad engañosa, la información nutricional y errores en el etiquetado son los aspectos más denunciados.
El problema, explica el autor del artículo, es que al no ser un código obligatorio, no está claro tampoco quién tiene competencia para actuar ante estas vulneraciones, si la OMS o los gobiernos y autoridades locales. "Es hora de volver al objetivo inicial que tenían los autores del documento, de retomar el espíritu de cooperación esencial para mejorar la nutrición materna e infantil. Basta ya de disputas. Es tiempo de cambiar el chip", concluye el profesor Forsyth.
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