"No somos nada", "dejó de sufrir", "ya está en el Cielo", "che, a ver si nos juntamos, nos vemos sólo en los velorios". Difícilmente esas frases dejen de repetirse mecánicamente cuando la parca se presenta. Tampoco cambiará el dolor inmenso ante la pérdida de un ser querido. Pero los que sí se modifican con el correr del tiempo son los rituales funerarios, tan viejos como la muerte misma. Al país están comenzando a llegar tendencias importadas, como la personalización de los servicios fúnebres o las prácticas para retrasar el proceso de descomposición de los cuerpos.
Si hay un sector que pareciera tener la demanda asegurada es el fúnebre. La gente, inevitablemente, se va a seguir muriendo (al menos por ahora). No obstante eso, el rubro no fue ajeno a la crisis de hace una década que se evidenció, entre otras cosas, en la caída de los velorios. En épocas de vacas flacas, el servicio directo –el cuerpo queda en un depósito hasta el traslado al cementerio- fue un recurso obligado para muchos y preferido por otros tantos, sobre todo por las clases medias urbanas, las menos afectas –aun hoy- a destinar dinero a ese tipo de servicios. "Las grandes ciudades han ido perdiendo toda la cultura de la pompa fúnebre", analiza Antonio Flores, representante de la Federación Argentina de Entidades de Servicio Fúnebre y Afines (FADEDSFYA).
Pero la tendencia, afirma, está cambiando. "Estamos en un punto de inflexión", asegura, en el que "empieza a revalorizarse la actividad del servicio fúnebre, que comienza a verse más como un homenaje a la persona que falleció y no como un simple acto social".
En Argentina todavía es incipiente la tendencia que en el mundo es "cada vez más fuerte". Para darse una idea de cuáles son las últimas incorporaciones del mercado local basta con rememorar la escena de un funeral de cualquier película o serie estadounidense. Atriles con fotos y objetos preciados de la persona fallecida, oradores en estrados que recuerdan ante los deudos anécdotas compartidas, ataúdes con diseños exclusivos. Con la personalización de las despedidas, la muerte comienza a salirse del molde. Se trata, explica Flores, de "retomar la pompa, pero en una forma moderna".
Fernando García, propietario de Diegues, una de las fábricas de ataúdes más grandes del país sabe de eso. Y así fue que al negocio familiar que heredó le imprimió un nuevo color. Su menú de opciones se pobló de ataúdes no convencionales: pintados a mano, artísticos, temáticos, institucionales, entre otros. La idea surgió a partir de conversaciones con su mujer y "al notar que el mercado no cambiaba y que la gente no tenía otra alternativa que la tradicional". También influyó la experiencia personal. En velorios de amigos o conocidos le hacía ruido el hecho de "verlos en un ataúd clásico, oscuro, que no tenía nada que ver con esa persona".
"El día que me muera/ yo quiero mi cajón, pintado (llene aquí con los colores de su equipo)/ como mi corazón". Una de las canciones más entonadas por las hinchadas locales tiene su correlato en la realidad. Los fanáticos pueden pasar a mejor vida entre paredes de madera pintadas con los colores del club de sus amores. Pero la creatividad no se agota en el fútbol. García junto a su mujer han diseñado ataúdes que salen, aun más, de lo convencional. Desde uno que emulaba una cancha de golf, hasta uno pintado cual pentagrama musical para un concertista de piano, pasando por atardeceres, palomas volando en cielos de ensueño y tantos más. "Interpretamos lo que la familia le dice a mi cliente –que es la cochería- y ahí diseñamos el dibujo que se relaciona con lo que esa persona fue en vida", explica.
Personalizar las despedidas "incluso podría llegar a beneficiar en la elaboración del duelo", considera María Soledad Fernández Pagliuca, psicóloga especialista en duelos. "De hecho, gran parte de las terapias para superar la muerte de un ser querido consisten justamente en eso, en ritualizar, personalizar, elaborar cuadros con fotos y recuerdos, escribir cartas, contar la historia del difunto, recordar anécdotas. Todo eso es hacer el duelo y qué mejor que compartirlo con familiares y amigos donde cada uno haga su aporte", afirma la fundadora y coordinadora de Duelarte.
Pero entre las novedades que se expondrán desde mañana en FUNEXPO, la 2ª Convención Internacional de Servicios Exequiales, hay una que está destinada, según el pronóstico de Flores, "a explotar en la próxima década". Se trata de la tanatopraxia, una práctica híper difundida en Estados Unidos que retarda el proceso de descomposición del cuerpo (puede estar en buenas condiciones hasta cinco días) desinfectándolo y dejándolo lo más parecido a lo que fue la persona en vida. "Es un gran avance, que en Argentina recién está empezando, pero la gente va a ir pidiéndolo cada vez más".
Para dar respuesta a esa demanda, los empresarios deberán invertir y "montar laboratorios con instrumental adecuado" ya que se usan elementos y químicos propios de un quirófano. "No todas las compañías están capacitadas ni tienen los recursos para hacerlo", agrega Flores. El valor de una tanatopraxia ronda los 1.200 pesos.
Además, para lograr "una exposición agradable" se puede recurrir a la tanatoestética. A través de esa práctica se logra que el fallecido "se vea lo más parecido a lo que fue en vida y lo mejor presentado para el último adiós". Para eso, los especialistas trabajan con fotos de la persona lo más cercanas posibles al momento de la muerte. Los más complicados son los cuerpos de accidentados. En esos casos el trabajo puede llevar entre ocho y nueve horas y tiene un costo de hasta 2.500 pesos.
Fernández Pagliuca sostiene que los ritos funerarios son fundamentales para un duelo saludable. Respecto de la tanatoestética señala que "la posibilidad de ver a nuestros seres queridos por última vez con buen aspecto nos ayuda a quedarnos con un buen recuerdo y no hay ninguna necesidad de hacer de ese momento único una experiencia desagradable o traumática". Para la especialista "no se trata de negar la muerte mediante esta práctica, si no de hacerla más llevadera".
Es que, menos la muerte, "cambia, todo cambia".
clarin.com
Si hay un sector que pareciera tener la demanda asegurada es el fúnebre. La gente, inevitablemente, se va a seguir muriendo (al menos por ahora). No obstante eso, el rubro no fue ajeno a la crisis de hace una década que se evidenció, entre otras cosas, en la caída de los velorios. En épocas de vacas flacas, el servicio directo –el cuerpo queda en un depósito hasta el traslado al cementerio- fue un recurso obligado para muchos y preferido por otros tantos, sobre todo por las clases medias urbanas, las menos afectas –aun hoy- a destinar dinero a ese tipo de servicios. "Las grandes ciudades han ido perdiendo toda la cultura de la pompa fúnebre", analiza Antonio Flores, representante de la Federación Argentina de Entidades de Servicio Fúnebre y Afines (FADEDSFYA).
Pero la tendencia, afirma, está cambiando. "Estamos en un punto de inflexión", asegura, en el que "empieza a revalorizarse la actividad del servicio fúnebre, que comienza a verse más como un homenaje a la persona que falleció y no como un simple acto social".
En Argentina todavía es incipiente la tendencia que en el mundo es "cada vez más fuerte". Para darse una idea de cuáles son las últimas incorporaciones del mercado local basta con rememorar la escena de un funeral de cualquier película o serie estadounidense. Atriles con fotos y objetos preciados de la persona fallecida, oradores en estrados que recuerdan ante los deudos anécdotas compartidas, ataúdes con diseños exclusivos. Con la personalización de las despedidas, la muerte comienza a salirse del molde. Se trata, explica Flores, de "retomar la pompa, pero en una forma moderna".
Fernando García, propietario de Diegues, una de las fábricas de ataúdes más grandes del país sabe de eso. Y así fue que al negocio familiar que heredó le imprimió un nuevo color. Su menú de opciones se pobló de ataúdes no convencionales: pintados a mano, artísticos, temáticos, institucionales, entre otros. La idea surgió a partir de conversaciones con su mujer y "al notar que el mercado no cambiaba y que la gente no tenía otra alternativa que la tradicional". También influyó la experiencia personal. En velorios de amigos o conocidos le hacía ruido el hecho de "verlos en un ataúd clásico, oscuro, que no tenía nada que ver con esa persona".
"El día que me muera/ yo quiero mi cajón, pintado (llene aquí con los colores de su equipo)/ como mi corazón". Una de las canciones más entonadas por las hinchadas locales tiene su correlato en la realidad. Los fanáticos pueden pasar a mejor vida entre paredes de madera pintadas con los colores del club de sus amores. Pero la creatividad no se agota en el fútbol. García junto a su mujer han diseñado ataúdes que salen, aun más, de lo convencional. Desde uno que emulaba una cancha de golf, hasta uno pintado cual pentagrama musical para un concertista de piano, pasando por atardeceres, palomas volando en cielos de ensueño y tantos más. "Interpretamos lo que la familia le dice a mi cliente –que es la cochería- y ahí diseñamos el dibujo que se relaciona con lo que esa persona fue en vida", explica.
Personalizar las despedidas "incluso podría llegar a beneficiar en la elaboración del duelo", considera María Soledad Fernández Pagliuca, psicóloga especialista en duelos. "De hecho, gran parte de las terapias para superar la muerte de un ser querido consisten justamente en eso, en ritualizar, personalizar, elaborar cuadros con fotos y recuerdos, escribir cartas, contar la historia del difunto, recordar anécdotas. Todo eso es hacer el duelo y qué mejor que compartirlo con familiares y amigos donde cada uno haga su aporte", afirma la fundadora y coordinadora de Duelarte.
Pero entre las novedades que se expondrán desde mañana en FUNEXPO, la 2ª Convención Internacional de Servicios Exequiales, hay una que está destinada, según el pronóstico de Flores, "a explotar en la próxima década". Se trata de la tanatopraxia, una práctica híper difundida en Estados Unidos que retarda el proceso de descomposición del cuerpo (puede estar en buenas condiciones hasta cinco días) desinfectándolo y dejándolo lo más parecido a lo que fue la persona en vida. "Es un gran avance, que en Argentina recién está empezando, pero la gente va a ir pidiéndolo cada vez más".
Para dar respuesta a esa demanda, los empresarios deberán invertir y "montar laboratorios con instrumental adecuado" ya que se usan elementos y químicos propios de un quirófano. "No todas las compañías están capacitadas ni tienen los recursos para hacerlo", agrega Flores. El valor de una tanatopraxia ronda los 1.200 pesos.
Además, para lograr "una exposición agradable" se puede recurrir a la tanatoestética. A través de esa práctica se logra que el fallecido "se vea lo más parecido a lo que fue en vida y lo mejor presentado para el último adiós". Para eso, los especialistas trabajan con fotos de la persona lo más cercanas posibles al momento de la muerte. Los más complicados son los cuerpos de accidentados. En esos casos el trabajo puede llevar entre ocho y nueve horas y tiene un costo de hasta 2.500 pesos.
Fernández Pagliuca sostiene que los ritos funerarios son fundamentales para un duelo saludable. Respecto de la tanatoestética señala que "la posibilidad de ver a nuestros seres queridos por última vez con buen aspecto nos ayuda a quedarnos con un buen recuerdo y no hay ninguna necesidad de hacer de ese momento único una experiencia desagradable o traumática". Para la especialista "no se trata de negar la muerte mediante esta práctica, si no de hacerla más llevadera".
Es que, menos la muerte, "cambia, todo cambia".
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