En el pasado, el hecho de soñar de día era visto muchas veces como una falla de la disciplina mental, o algo peor. Sigmund Freud lo consideraba algo infantil y neurótico. Los libros de psicología advertían que era una costumbre que podía conducir a la psicosis. Y los neurólogos se quejaban de que las pícaras ráfagas de actividad en los escaneos cerebrales interferían con sus estudios sobre las funciones mentales más importantes.
Pero ahora que los investigadores comenzaron a analizar esos pensamientos extraviados descubrieron que el soñar de día es algo terriblemente común y bastante útil muchas veces. Una mente errante nos puede proteger de peligros inminentes y mantenernos en carrera hacia la concreción de objetivos de largo plazo.
A veces, la costumbre de soñar de día es contraproducente, pero otras fomenta la creatividad y nos ayuda a resolver problemas.
El divague mental, como lo definen los psicólogos, es una subcategoría del hábito de soñar de día, que es el término amplio para todas las fantasías y pensamientos perdidos, incluidos esos momentos que uno se guarda de forma deliberada para imaginarse ganando la lotería o aceptando el Premio Nobel. Pero cuando uno trata de lograr una cosa y cae en “pensamientos no relacionados con lo que se estaba haciendo” eso es divague mental.
Durante las horas de vigilia, las mentes de las personas divagan el 30 por ciento del tiempo, aproximadamente, según estimaciones de psicólogos que interrumpieron a las personas durante el día para preguntarles qué estaban pensando. Si manejamos por una autopista vacía, nuestra mente divaga el 75 por ciento del tiempo, según dos de los principales investigadores, Jonathan Schooler y Jonathan Smallwood de la Universidad de California.
“La gente piensa que el divague de la mente es algo malo, pero si no pudiéramos hacerlo mientras estamos realizando una tarea aburrida, la vida sería horrible”, sostuvo Smallwood.
El divague mental parece ser claramente una estrategia discutible si, por ejemplo, uno está siguiendo a un conductor que frena de golpe. O, para citar algunas actividades que fueron estudiadas en el laboratorio, cuando uno está sentado leyendo “La guerra y la paz” o “Sensatez y sentimientos”. Si su mente está en otro lado mientras sus ojos escanean las palabras de Tolstoi o de Austen, pierde el tiempo.
Con todo, cuando la gente se sienta en un laboratorio con nada en la agenda más que leer una novela y avisar toda vez que su mente divaga, durante el transcurso de media hora lo hace entre una y tres veces, por lo general.
Tanto Schooler como otros investigadores estudiaron también las muchas otras ocasiones en las que los lectores no son conscientes de sus propias mentes divagantes.
“Desalienta pensar que nos concentramos y desconcentramos con mucha frecuencia y nunca notamos que nos habíamos ido”, indica Schooler.
“Para la creatividad es necesario dejar que la mente vague”, agrega Schooler. “Pero uno necesita también poder notarlo y captar la idea cuando aparece”.
clarin.com
Pero ahora que los investigadores comenzaron a analizar esos pensamientos extraviados descubrieron que el soñar de día es algo terriblemente común y bastante útil muchas veces. Una mente errante nos puede proteger de peligros inminentes y mantenernos en carrera hacia la concreción de objetivos de largo plazo.
A veces, la costumbre de soñar de día es contraproducente, pero otras fomenta la creatividad y nos ayuda a resolver problemas.
El divague mental, como lo definen los psicólogos, es una subcategoría del hábito de soñar de día, que es el término amplio para todas las fantasías y pensamientos perdidos, incluidos esos momentos que uno se guarda de forma deliberada para imaginarse ganando la lotería o aceptando el Premio Nobel. Pero cuando uno trata de lograr una cosa y cae en “pensamientos no relacionados con lo que se estaba haciendo” eso es divague mental.
Durante las horas de vigilia, las mentes de las personas divagan el 30 por ciento del tiempo, aproximadamente, según estimaciones de psicólogos que interrumpieron a las personas durante el día para preguntarles qué estaban pensando. Si manejamos por una autopista vacía, nuestra mente divaga el 75 por ciento del tiempo, según dos de los principales investigadores, Jonathan Schooler y Jonathan Smallwood de la Universidad de California.
“La gente piensa que el divague de la mente es algo malo, pero si no pudiéramos hacerlo mientras estamos realizando una tarea aburrida, la vida sería horrible”, sostuvo Smallwood.
El divague mental parece ser claramente una estrategia discutible si, por ejemplo, uno está siguiendo a un conductor que frena de golpe. O, para citar algunas actividades que fueron estudiadas en el laboratorio, cuando uno está sentado leyendo “La guerra y la paz” o “Sensatez y sentimientos”. Si su mente está en otro lado mientras sus ojos escanean las palabras de Tolstoi o de Austen, pierde el tiempo.
Con todo, cuando la gente se sienta en un laboratorio con nada en la agenda más que leer una novela y avisar toda vez que su mente divaga, durante el transcurso de media hora lo hace entre una y tres veces, por lo general.
Tanto Schooler como otros investigadores estudiaron también las muchas otras ocasiones en las que los lectores no son conscientes de sus propias mentes divagantes.
“Desalienta pensar que nos concentramos y desconcentramos con mucha frecuencia y nunca notamos que nos habíamos ido”, indica Schooler.
“Para la creatividad es necesario dejar que la mente vague”, agrega Schooler. “Pero uno necesita también poder notarlo y captar la idea cuando aparece”.
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