Benedict Carey
The New York Times
NUEVA YORK.- El estudio riguroso de la regulación de las emociones es una área de investigación bastante reciente y, por razones obvias, se ha concentrado más en las pasiones indomables que en sus variedades domesticadas. Después de todo, las emociones descarriadas definen muchos trastornos mentales; la moderación se asocia típicamente con una buena salud mental, desde la niñez hasta la edad avanzada.
Sin embargo, el funcionamiento social es un asunto diferente. Estudios recientes han hallado que las personas desarrollan una variedad de herramientas psicológicas para manejar lo que expresan en situaciones sociales, y esas técnicas muchas veces se vuelven inconscientes y afectan las interacciones en formas no buscadas.
Cuanto mejor comprendan las personas sus propios patrones, más capaces serán de ver por qué algunas interacciones emocionalmente cargadas resultan mal.
La mayoría de los científicos está de acuerdo en que el rango de expresiones emocionales posibles de una persona es un asunto temperamental innato. Crecer es, en un sentido, aprender a controlar el temperamento de forma tal de obtener ayuda de los demás y de no atormentarse a sí mismo.
Cara de póquer
Los psicólogos dividen las estrategias de regulación en dos amplias categorías: preventivas, que ocurren antes de que la emoción sea completamente sentida, y responsivas, que llegan después. La más conocida de esta última categoría, y una de las primeras en ser aprendidas, es la supresión. Un chico tapará con su mano una sonrisa cuando un compañero de clase hace algo vergonzoso; con el tiempo, muchos se vuelven más expertos, enmascarando la sorpresa, la alarma e incluso la furia con una cara de póquer.
La supresión, que es claramente valiosa en ciertas situaciones, tiene un costo social. En 2003, un estudio de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, halló que las personas a las que se les había indicado que mantuvieran una cara de póquer al discutir tras ver un documental sobre los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki demostraron mayores niveles de estrés al conversar.
En otro estudio, publicado el año pasado, los psicólogos siguieron través de entrevistas y cuestionarios a 278 varones y mujeres que ingresaron en la facultad. Los que obtuvieron valores más altos de supresión de las emociones fueron los que tuvieron también mayor dificultad para hacer amigos.
"Un individuo que responde a esa transición al volverse emocionalmente cauto en sus primeros días", según escribieron los autores, tendrá más probabilidades de perder la oportunidad de hacer amigos.
"Una razón por la que estamos tan compenetrados con las emociones de los otros es que, cuando es una emoción real, esta nos dice algo importante sobre aquello que le importa a la persona", dijo James J. Gross, psicólogo de la Universidad de Stanford.
Agregó que cuando uno la suprime o la atenúa, las personas piensan: "¡Demonios! Si no es como nosotros, no le importan, entonces, las mismas cosas que a nosotros nos importan".
Las técnicas preventivas pueden funcionar de una forma más sutil. Una de ellas es la diversión: reflexivamente, concentrarse en lo bueno e ignorar lo malo.
Un estudio conducido en 2009 por Derek Isaacowitz, de la Universidad Brandeis, halló que las personas de más de 55 años son mucho más propensas que las de 25 años o menos a concentrarse en imágenes positivas cuando están de malhumor. Los jóvenes, por su parte, son más propensos a orientarse a imágenes negativas cuando se sienten enojados o deprimidos.
Pero lo más sorprendente es que Isaacowitz halló en otro estudio que las personas mayores son dos veces más que las más jóvenes a ser "reguladores rápidos", personas cuyo estado de ánimo rebota rápidamente, a veces en minutos, después de estar cavilando sobre recuerdos depresivos. "Hemos hallado que, en general, las personas mayores tienden a regular más rápidamente sus emociones, y no están tan motivadas a explorar la información negativa y a engranar en imágenes negativas, como lo están las personas más jóvenes", concluyó Isaacowitz.
Emociones instrumentales
NUEVA YORK ( The New York Times ).- Recientes estudios realizados en el campo de la regulación de las emociones muestran que las personas tienden a elegir aquellas emociones que sienten más seguido de lo que se creen. Y esas elecciones, también, pueden interferir con las interacciones sociales.
Una serie de experimentos realizados por Maya Tamir, psicóloga de la Universidad Hebrea en Jerusalén, Israel, y del Boston College, Estados Unidos, ha hallado que las personas se preparan subconscientemente a sentir las emociones que creen que les serán más útiles a ellas en una situación anticipada.
Los investigadores llaman a esto emociones instrumentales.
En un experimento, publicado el año pasado, la doctora Tamir y Brett Q. Ford, del Boston College, preparon a los participantes para que jueguen a un videogame en el que serían cazados por monstruos. Antes de jugar, los voluntarios del estudio eligieron qué tipo de música querían escuchar y qué tipo de recuerdo autobiográfico preferían recordar.
Los voluntarios fueron mucho más propensos a recordar vivencias asociadas al miedo, y prefirieron escuchar música siniestra, que otro grupo de voluntarios a los que se les había dicho que jugarían videogames en los que deberían resolver un acertijo o construir un parque de atracciones.
Los participantes del primer grupo estaban, afirman los autores del estudio, adoptando una emoción que les servivía para el juego.
La doctora Tamir ha hallado similares resultados en una amplia variedad de situaciones, mostrando por ejemplo que los voluntarios que adoptaban el rol de propietarios dejaban crecer su enojo antes de confrontar a su inquilino por la demora en el pago del alquiler.
Respuestas automáticas
Por otro lado, aquellas formas de regular las emociones que han dado buenos resultados bien en el paso seguramente volverán a ser adoptadas en el futuro en situaciones similares.
"Si mantenerse calmo y paciente es lo que ha funcionado en una situación de crisis en el pasado -dijo la doctora Tamir-, entonces subconscientemente se volverá una reacción automática. Y cuanto más automática se vuelva, será menor el enojo o el pánico real que uno sienta."
lanacion.com
The New York Times
NUEVA YORK.- El estudio riguroso de la regulación de las emociones es una área de investigación bastante reciente y, por razones obvias, se ha concentrado más en las pasiones indomables que en sus variedades domesticadas. Después de todo, las emociones descarriadas definen muchos trastornos mentales; la moderación se asocia típicamente con una buena salud mental, desde la niñez hasta la edad avanzada.
Sin embargo, el funcionamiento social es un asunto diferente. Estudios recientes han hallado que las personas desarrollan una variedad de herramientas psicológicas para manejar lo que expresan en situaciones sociales, y esas técnicas muchas veces se vuelven inconscientes y afectan las interacciones en formas no buscadas.
Cuanto mejor comprendan las personas sus propios patrones, más capaces serán de ver por qué algunas interacciones emocionalmente cargadas resultan mal.
La mayoría de los científicos está de acuerdo en que el rango de expresiones emocionales posibles de una persona es un asunto temperamental innato. Crecer es, en un sentido, aprender a controlar el temperamento de forma tal de obtener ayuda de los demás y de no atormentarse a sí mismo.
Cara de póquer
Los psicólogos dividen las estrategias de regulación en dos amplias categorías: preventivas, que ocurren antes de que la emoción sea completamente sentida, y responsivas, que llegan después. La más conocida de esta última categoría, y una de las primeras en ser aprendidas, es la supresión. Un chico tapará con su mano una sonrisa cuando un compañero de clase hace algo vergonzoso; con el tiempo, muchos se vuelven más expertos, enmascarando la sorpresa, la alarma e incluso la furia con una cara de póquer.
La supresión, que es claramente valiosa en ciertas situaciones, tiene un costo social. En 2003, un estudio de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, halló que las personas a las que se les había indicado que mantuvieran una cara de póquer al discutir tras ver un documental sobre los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki demostraron mayores niveles de estrés al conversar.
En otro estudio, publicado el año pasado, los psicólogos siguieron través de entrevistas y cuestionarios a 278 varones y mujeres que ingresaron en la facultad. Los que obtuvieron valores más altos de supresión de las emociones fueron los que tuvieron también mayor dificultad para hacer amigos.
"Un individuo que responde a esa transición al volverse emocionalmente cauto en sus primeros días", según escribieron los autores, tendrá más probabilidades de perder la oportunidad de hacer amigos.
"Una razón por la que estamos tan compenetrados con las emociones de los otros es que, cuando es una emoción real, esta nos dice algo importante sobre aquello que le importa a la persona", dijo James J. Gross, psicólogo de la Universidad de Stanford.
Agregó que cuando uno la suprime o la atenúa, las personas piensan: "¡Demonios! Si no es como nosotros, no le importan, entonces, las mismas cosas que a nosotros nos importan".
Las técnicas preventivas pueden funcionar de una forma más sutil. Una de ellas es la diversión: reflexivamente, concentrarse en lo bueno e ignorar lo malo.
Un estudio conducido en 2009 por Derek Isaacowitz, de la Universidad Brandeis, halló que las personas de más de 55 años son mucho más propensas que las de 25 años o menos a concentrarse en imágenes positivas cuando están de malhumor. Los jóvenes, por su parte, son más propensos a orientarse a imágenes negativas cuando se sienten enojados o deprimidos.
Pero lo más sorprendente es que Isaacowitz halló en otro estudio que las personas mayores son dos veces más que las más jóvenes a ser "reguladores rápidos", personas cuyo estado de ánimo rebota rápidamente, a veces en minutos, después de estar cavilando sobre recuerdos depresivos. "Hemos hallado que, en general, las personas mayores tienden a regular más rápidamente sus emociones, y no están tan motivadas a explorar la información negativa y a engranar en imágenes negativas, como lo están las personas más jóvenes", concluyó Isaacowitz.
Emociones instrumentales
NUEVA YORK ( The New York Times ).- Recientes estudios realizados en el campo de la regulación de las emociones muestran que las personas tienden a elegir aquellas emociones que sienten más seguido de lo que se creen. Y esas elecciones, también, pueden interferir con las interacciones sociales.
Una serie de experimentos realizados por Maya Tamir, psicóloga de la Universidad Hebrea en Jerusalén, Israel, y del Boston College, Estados Unidos, ha hallado que las personas se preparan subconscientemente a sentir las emociones que creen que les serán más útiles a ellas en una situación anticipada.
Los investigadores llaman a esto emociones instrumentales.
En un experimento, publicado el año pasado, la doctora Tamir y Brett Q. Ford, del Boston College, preparon a los participantes para que jueguen a un videogame en el que serían cazados por monstruos. Antes de jugar, los voluntarios del estudio eligieron qué tipo de música querían escuchar y qué tipo de recuerdo autobiográfico preferían recordar.
Los voluntarios fueron mucho más propensos a recordar vivencias asociadas al miedo, y prefirieron escuchar música siniestra, que otro grupo de voluntarios a los que se les había dicho que jugarían videogames en los que deberían resolver un acertijo o construir un parque de atracciones.
Los participantes del primer grupo estaban, afirman los autores del estudio, adoptando una emoción que les servivía para el juego.
La doctora Tamir ha hallado similares resultados en una amplia variedad de situaciones, mostrando por ejemplo que los voluntarios que adoptaban el rol de propietarios dejaban crecer su enojo antes de confrontar a su inquilino por la demora en el pago del alquiler.
Respuestas automáticas
Por otro lado, aquellas formas de regular las emociones que han dado buenos resultados bien en el paso seguramente volverán a ser adoptadas en el futuro en situaciones similares.
"Si mantenerse calmo y paciente es lo que ha funcionado en una situación de crisis en el pasado -dijo la doctora Tamir-, entonces subconscientemente se volverá una reacción automática. Y cuanto más automática se vuelva, será menor el enojo o el pánico real que uno sienta."
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