"Es cierto que he dicho que habría que cortar la cabeza a todos los homosexuales. Pero, ¿finalmente he cortado alguna? ¿He arrestado a alguien por ser gay? No. Senegal sí lo hace y recibe la ayuda de los Objetivos del Milenio. Ya sé que hay homosexuales en mi país. Pero me conformo con que vivan en secreto. Mientras se mantengan en privado no me importa. Pero si usted está hablando de que se casen, eso nunca ocurrirá. Nunca aceptaremos a los gais".
Estas palabras salían de la boca del presidente de Gambia, Yahya Jammeh, en febrero del año pasado. Hablaba con el embajador estadounidense, que había acudido para tratar con el presidente de este minúsculo país de África Occidental el espinoso tema de la libertad sexual. "Quiero que tu Gobierno sepa que no soy el monstruo que creéis que soy", le decía. Es cierto que el discurso de Jammeh resulta más agresivo de lo que es habitual entre algunos líderes africanos. Pero, como muestran varias decenas de cables remitidos a Washington por diplomáticos destinados en el continente, no son ni mucho menos una excepción. La homofobia campa a sus anchas por las calles y los despachos gubernamentales de África. Y, lo que es peor, parece que va a más.
El asesinato la semana pasada de David Kato, un activista por los derechos de las minorías sexuales en Uganda, ha sido el último episodio de la batalla que se desencadenó en 2009, cuando un grupo de parlamentarios trataron de aprobar una ley que condenaba a muerte o cadena perpetua a los homosexuales "reincidentes". Finalmente la norma no salió adelante, en gran medida gracias a la presión de los Gobiernos occidentales. Pero su bloqueo no significa que la situación sea ahora idílica: las desviaciones sexuales se castigan en Uganda con 14 años de cárcel. Cuatro países de África -Somalia, Sudán, Nigeria y Mauritania- incluyen la pena capital para los hombres que tengan relaciones con hombres, según la asociación internacional ILGA. En total, 38 Estados de África tienen leyes contra la homosexualidad.
Una decena de escritos confidenciales enviados a Washington entre noviembre de 2009 y febrero de 2010 cuentan al detalle cómo los diplomáticos estadounidenses trataban de convencer al presidente Yoweri Museveni de que paralizara la tramitación de la ley. Incluso la Iglesia católica intervino para mostrar su oposición a usar el Código Penal contra la homosexualidad, pese a que, según decía un cable enviado desde el Vaticano, considera estos actos como un "pecado moral". Además, los documentos obtenidos por Wikileaks, a los que EL PAÍS ha tenido acceso, muestran el temor de EE UU a que otros Gobiernos endurezcan su legislación próximamente.
El embajador en Kampala aprovecha una cita con el líder ugandés para pedirle que contribuya a normalizar la situación de las minorías sexuales. Museveni le advierte de que no insista demasiado en este tema. "Nadie será ejecutado por sus tendencias", asegura. Pero le recuerda que la homosexualidad se considera en África como una enfermedad, no como algo que deba ser celebrado o promovido. "No nos presionen. Ya me encargaré yo", concluye Museveni. EE UU acepta y opta por la estrategia de no pisar el acelerador. "La embajada cree que puede ser contraproducente presionar más en este momento", señala en febrero del año pasado. Se refiere en este caso a un país donde la homosexualidad es ilegal, pero cuyas autoridades tienden a ser tolerantes. "El compromiso de EE UU será más efectivo si se enfoca hacia toda África para alentar al continente a despenalizar la homosexualidad y luchar contra la discriminación", dice otro cable.
Uno de los grandes temores que muestran los líderes africanos en sus contactos con los estadounidenses es aparecer ante sus ciudadanos como títeres de Occidente. Así, Museveni menciona una caricatura que circula por el país en el que se le dibuja como una marioneta de la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, y de los entonces primeros ministros de Reino Unido y Australia, Gordon Brown y Stephen Harper, como ejemplo del daño que puede ocasionar ser demasiado comprensivo con las peticiones a favor de los derechos humanos. El mensaje a EE UU es claro: debe rebajar los pronunciamientos públicos y así lograr "el espacio político necesario" para impedir que salga adelante la ley. Porque los defensores del apartheid gay no se basan solo en los valores ultraconservadores de la población. Adoptan una retórica antiimperialista para impulsar sus soflamas.
Pero la cruzada antigay no solo obedece a la defensa de unos valores pretendidamente familiares. La diplomacia estadounidense sugiere la posibilidad de que el líder ugandés tenga también intereses personales: un documento confidencial señala que Museveni puede estar interesado en sacar adelante la ley homófoba para utilizarla contra dos contrincantes políticos y dejar así libre el camino a la reelección en los comicios de este año, a los que se presenta tras 25 años a los mandos del país. Según la versión de los estadounidenses, el presidente de Uganda finge no conocer los detalles más ignominiosos del proyecto de ley que más tarde se tumbaría. Como, por ejemplo, que se incluye la posibilidad de encarcelar o ejecutar ya no solo a aquellos que mantengan relaciones con personas de su mismo sexo, sino a los que tengan constancia de ello y no lo denuncie a las autoridades.
Quizá lo más impactante de la lectura de los documentos dirigidos a Washington sean los argumentos que usan los defensores de aniquilar a un colectivo minoritario. Varios líderes africanos argumentan que la población demanda estas medidas. Por ejemplo, la pareja de hombres de Malaui condenada el año pasado a 14 años de cárcel y trabajos forzados suscitó el interés de la prensa y de los Gobiernos de Occidente. Pero la opinión pública del país -tanto los mayoritarios cristianos como los musulmanes- apoyaba el encarcelamiento, según aseguraba a la embajada el ministro de Justicia malauí. Cuando se le piden explicaciones por este caso, el presidente, Bingu wa Mutharika, se agarra a motivos bíblicos y sociales para argumentar por qué la homosexualidad choca con la tradición africana y la considera antinatural. "Cuando los ciudadanos se fijan en la naturaleza, no ven a ningún león teniendo sexo con otro león", explica al representante de EE UU.
Tampoco es muy esperanzador el hecho de que algunos de los que levantaron la voz contra las normas homófobas no lo hicieran por considerar que criminalizar a los gais atente contra los derechos humanos, sino por otros motivos. Como un opositor ugandés, que sugería que la nueva legislación abriría la puerta a que un Estado persiguiera a otros grupos minoritarios, algo muy parecido a lo que hacía la Alemania nazi. Además, países relativamente más tolerantes corren el riesgo de caer por la pendiente persecutoria.
"La Embajada de Gabón ha contactado con Anne Marie Mboga, directora de Asuntos Criminales del Ministerio de Justicia, que está preparando un borrador de ley para penalizar la homosexualidad", se puede leer en un escrito confidencial del año pasado. EE UU tilda de ambicioso el objetivo que se ha marcado la alto cargo del Gobierno de Gabón. Y añade que es difícil que logre su propósito porque el proyecto está en una fase muy inicial, no ha sido consultado en otros sectores y carece de una estrategia definida. "Sin embargo, nos quedamos preocupados, ya que la mayoría de ciudadanos no considera que los ataques a los gais tengan que ver con los derechos humanos. Una ley así no encontraría gran oposición. La apatía de la opinión pública, y no tanto un activismo antihomosexual, es el peligro más importante en este país", añade el diplomático desde Libreville.
Prácticamente al mismo tiempo que en Gabón ocurría esto, una activista ugandesa concedía una entrevista a un medio opositor en la que mostraba su temor a la ley que por aquel entonces se tramitaba. "Por primera vez, estoy muy asustada. Esto no es solo sobre nosotros los gais. Afecta a todo el mundo: a mi pastor, a mis amigos. Estamos hablando de relaciones entre personas que no hacen daño a nadie", aseguraba. Un año más tarde, David Kato moría apuñalado a las puertas de su casa después de que una revista publicara su foto en la portada con el titular de "Cuélgale".
El homófobo, el asesinado y el diplomático, en la misma sala
El hombre que un año más tarde sería brutalmente asesinado por defender sus derechos tuvo el arrojo de comparecer ante un público que minutos antes había estallado en aplausos al oír que la homosexualidad es "el diablo contra el que hay que luchar". Un visiblemente nervioso David Kato se presentaba en diciembre de 2009 en un acto organizado en la capital de Uganda para discutir sobre la ley que pretendía legalizar el asesinato de gais y lesbianas junto a uno de los grandes impulsores de la norma, el diputado David Bahati. Un cable de la embajada describe la escena. Los defensores de los derechos humanos abandonaron la reunión en seguida por temor a que el diputado hubiera ordenado la detención de Kato.
Los diplomáticos hacen un magnífico retrato de Bahati. "Su homofobia es cegadora e incurable. Tiene una habilidad escalofriante para canalizar el enfado de los ugandeses por los fracasos sociopolíticos del país y convertirlo en odio hacia una minoría impopular, pero que antes era tolerada".
Bahati, por su parte, defiende la ley con la necesidad de "proteger a los menores frente a los depredadores sexuales" y de erradicar la homosexualidad. Pero en este trabajo no estaba solo. Uno de sus grandes apoyos fue el ministro de Ética e Integridad, Nsaba Buturo, responsable de una campaña de arrestos masivos a principios de los años ochenta. Una fuente de la embajada apunta a la primera dama, Janet Museveni, como la mayor defensora de la ley.
Contaron además con la inestimable ayuda de radicales evangelistas estadounidenses que hicieron una gira por África. Scott Lively -autor del libro The Pink Swastiska, donde acusa a los gais de ser los "auténticos inventores del nazismo"- se refirió en una charla en Kampala a los homosexuales como pecadores que presentan un grave peligro para la sociedad y encarnan "una institución maléfica" empeñada en conquistar el poder.
Los diplomáticos hacen un magnífico retrato de Bahati. "Su homofobia es cegadora e incurable. Tiene una habilidad escalofriante para canalizar el enfado de los ugandeses por los fracasos sociopolíticos del país y convertirlo en odio hacia una minoría impopular, pero que antes era tolerada".
Bahati, por su parte, defiende la ley con la necesidad de "proteger a los menores frente a los depredadores sexuales" y de erradicar la homosexualidad. Pero en este trabajo no estaba solo. Uno de sus grandes apoyos fue el ministro de Ética e Integridad, Nsaba Buturo, responsable de una campaña de arrestos masivos a principios de los años ochenta. Una fuente de la embajada apunta a la primera dama, Janet Museveni, como la mayor defensora de la ley.
Contaron además con la inestimable ayuda de radicales evangelistas estadounidenses que hicieron una gira por África. Scott Lively -autor del libro The Pink Swastiska, donde acusa a los gais de ser los "auténticos inventores del nazismo"- se refirió en una charla en Kampala a los homosexuales como pecadores que presentan un grave peligro para la sociedad y encarnan "una institución maléfica" empeñada en conquistar el poder.
elpais.com
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