Con 80 años y a punto de presentarse a la revisión del carné de conducir. Antonio está deseando saber si podrá seguir llevando su coche y, por lo tanto, continuar con su rutina diaria. Todos los días va a su huerta, que está a 21 kilómetros de su casa. Es consciente de que el paso del tiempo hace mella. Aunque su salud es de hierro, ha perdido audición y tiene alteraciones en la visión. ¿Debería estipularse una edad máxima para manejar un vehículo? ¿Son realmente fiables las valoraciones que se hacen en los centros de reconocimiento médico?
Como explica Antonio Gil-Nagel, neurólogo del Hospital Universitario Gregorio Marañón (Madrid), "no haría falta poner una edad tope si se hicieran tests neuropsicológicos para comprobar que las funciones corticales son adecuadas e incluso detectar el inicio de posibles demencias y enfermedades como el parkinson".
Para José Antonio López Trigo, geriatra y miembro de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), la edad no es la clave. Lo importante es que "tenga capacidad de reacción y mantenga la intelectual". En cuanto a las limitaciones de la visión y la audición, añade, "se pueden compensar con gafas y audífonos; y las dificultades físicas con la adaptación del coche". Antonio, que se sirve de estos apoyos, finalmente, consiguió, una vez más y con mucho orgullo, renovar su carné de conducir.
Según los expertos, es innegable que con la edad se van perdiendo funciones sensoriales, control del movimiento, aumenta el tiempo de reacción, disminuye la fuerza motora... A partir de los 50, señala el doctor López Trigo, "empieza a reducirse progresivamente la visión, existen dificultades para manejarse ante el exceso de luz y a la oscuridad de la noche".
Pero, además, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, los trastornos neurológicos y el consumo de fármacos también influyen negativamente en la conducción. Por ejemplo, comenta este especialista, "las patologías relacionadas con los músculos y las articulaciones van a condicionar la capacidad de movimiento, los giros bruscos del volante y del cuello. El Parkinson puede comprometer también la movilidad y modificar la capacidad de reacción y los reflejos; las enfermedades de tipo neurológico o las demencias de inicio pueden afectar a la desorientación y, por lo tanto, no es recomendable que conduzca".
A mayor número de patologías crónicas o consumo de fármacos, mayor probabilidad de que se produzca un accidente, recalcan los expertos de la SEGG. Sin embargo, los mayores que conducen (el 9% del total de conductores) tienen una menor siniestralidad que otros grupos de edad. Así lo demuestran las estadísticas y el trato de las mutuas y aseguradoras, que "nos les penalizan por ser mayores", matizan.
Esto se debe a que, en general, esta parte de la población no tiene conductas de riesgo y son prudentes. "Cuando empiezan a notar limitaciones físicas, automáticamente reaccionan con estrategias defensivas: no salen de noche ni cuando hace mal tiempo; utilizan el vehículo para los recorridos conocidos; escogen carreteras asfaltadas, alumbradas y señalizadas", argumenta Jesús Minaya Saiz, también geriatra y representante de la SEGG.
Los especialistas de este organismo promueven que las personas de edad avanzada sean lo más autónomas posible e independientes, pero siempre de forma segura. Para ello, subrayan, "es imprescindible realizar una valoración médica adecuada de sus posibilidades de conducción, para identificar a los conductores de riesgo, centrándose sobre todo en su capacidad funcional, física y en su estado cognitivo, en los órganos de los sentidos, la morbilidad y la polifarmacia".
También puede ser depresión
En cualquier caso, si como conductor observa que le cuesta ver objetos o personas en movimiento, ya sean otros vehículos, peatones o ciclistas, algo muy común los conductores mayores, sepa que no siempre se debe a la edad. Según un estudio publicado en 'The Jounal of Neuroscience', la depresión también podría ser la responsable del deterioro de esta habilidad sensorial.
El origen de este problema se encuentra en una disfunción en la parte media del lóbulo temporal del cerebro que, según un equipo de científicos de la Universidad de Rochester (EEUU), se observa tanto en personas de edad avanzada como en pacientes con depresión o esquizofrenia. Todos ellos comparten esta alteración de la percepción del movimiento.
¿Qué significaría este hallazgo? Los autores lo tienen claro y así lo reflejan en su artículo: "Esto permitiría en un futuro mejorar la conducción de los mayores a través de estimulación magnética (para activar la zona cerebral implicada o mediante técnicas de entrenamiento visual) y además ayudaría a los psiquiatras a diagnosticar dichas patologías mentales".
De confirmarse esta asociación, "la depresión y la esquizofrenia se podrían determinar con pruebas como la resonancia magnética funcional o la tomografía por emisión de positrones (PET)", expone Juan Carlos García Moncó, jefe de servicio de Neurología del Hospital de Galdakao-Usansolo (Vizcaya). "Aunque lo cierto es que, a nivel clínico, no es especialmente difícil diagnosticar estos trastornos", añade.
Por su parte, el neurólogo del Hospital Gregorio Marañón, Antonio Gil-Nagel, afirma: "Si así fuera, entonces dejarían de ser enfermedades psiquiátricas para ser neurológicas".
elmundo.es
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