Cazadores de tesoros, espías y busca talentos: los scouts en literatura constituyen una amalgama misteriosa para quienes no pertenecen al universo editorial. Pese a su bajo perfil, estos personajes son valorados en la industria del libro porque poseen algo que cuesta conseguir: información a pedir de boca. Con Argentina como invitada en la Feria de Frankfurt de 2010, el scouting literario ahora apunta hacia aquí en busca de títulos exportables.
Son los ojos de los editores que los contratan. En zonas de trabajo delimitadas por país, a las que llaman “territorio”, hablan con editores y agentes y descubren qué es lo nuevo. Una vez por semana, los scouts envían informes a las editoriales que los contratan con datos sobre lo que puede interesarles. En Argentina, hay algunos scouts que ya hacen “rastrillaje” de títulos para el exterior, pero bajo un férreo voto de silencio por la confidencialidad de su trabajo. En el exterior la profesión está afianzada y la actitud es más abierta: las ferias internacionales los legitiman y en Frankfurt tienen stand propio.
Cristina De Stefano trabaja en Francia para Italia, Brasil, Alemania, EE.UU. y España. A la hora de definir a un buen scout, no lo duda: “Tiene que ser rápido en la lectura: no se lee por placer sino para aconsejar a otros. Ser profesional a la hora de evaluar un libro: no se le dice al cliente que un libro te gusta, sino por qué puede gustar. Y hay que ser un poco cínico también: a menudo sugiero traducir un libro que no me gusta pero sé que mi gusto no representa a todo el público. También hay que ser muy competitivo”.
Ida Rosiello es italiana y su área geográfica comprende Italia, España y Sudamérica. Para ella el scout debe tener: “Sensibilidad lingüística e interpretativa. Seguridad al descartar o considerar válido un texto. Cualquier error es crucial; te hace perder la credibilidad. Para conseguir todo esto, un sentido comercial ayuda”.
Un scout sólo puede tener un cliente por país: la información que maneja es fresca y el editor confía en que tendrá la exclusiva. Esa avidez de primicia genera competencia. Quien hace la primera jugada, tiene el gancho que asegura la compra de derechos. Buenas relaciones con los editores, para que cuenten en qué trabajan, y ojo alerta ante un buen material son imprescindibles. “Conozco a todos los scouts que trabajan en París y en general me caen bien, pero no hablo de libros con ellos. Sólo intercambio opiniones con los que trabajan territorios diferentes a los míos”, dice De Stefano, que define a su trabajo como “muy secreto, parecido al del espía”.
Es que un scout no puede alertar a su competencia de que hay algo que vale la pena publicar. Esa competitividad, para Rosiello, reside en la cantidad y no en la calidad: “Al sector editorial se acerca mucha más gente de la que puede ser absorbida. Eso, sin duda, genera mucha confusión. Hay mucha competitividad en cuanto a número, pero en cuanto a preparación las cosas son diferentes”.
A la hora de hacer la pesca diaria, los terrenos a explorar son muchos. Más allá de las visitas a los editores para obtener información de primera mano. “Se trata básicamente de atar cabos. La información está en revistas, suplementos culturares, premios literarios, catálogos de agencias, concursos, foros, blogs de los escritores -detalla Rosiello-. Hay que prestar mucha atención a libros de cuentos de escritores inéditos, focalizarse sobre un autor y buscar a su alrededor”. Holandés con base en México, Lex Spaans recorre las ferias más importantes, habla con editores y envía informes de libros latinoamericanos para sus veintidós clientes en todo el mundo. En la Feria del Libro de Guadalajara, la de Spaans fue en 2007 la única agencia mexicana de scouting y en agosto se instalará en Buenos Aires. “Mis clientes miran muy interesados lo que pasa allí –explica-. Muchos editores latinoamericanos envían información sobre nuevos libros, pero no saben qué es importante en el mercado internacional”. Rosiello también mira con atención lo que sucede en Argentina y, mientras trata de vender a Oliverio Coelho en Italia, abre la puerta para nuevas historias.
Con mayoría de mujeres en sus filas, en el scouting conviven los independientes con las agencias. Éstas últimas son dirigidas por scouts de mucha experiencia con equipos de colaboradores para lecturas e informes. Ante fechas límite inalterables, el trabajo es estresante y dicen quienes lo viven de cerca que pocos resisten la presión. Las dueñas de las agencias, en cambio, poseen un caudal de información tal que se vuelven irremplazables.
De Stefano se maneja sola y reconoce que su profesión es demandante. “Trabajo todo el día. Almuerzo con editores, con periodistas, con gente del mundo editorial de París. Recibo una docena de libros a diario y no me gusta ver cómo van formando montañas en mi oficina”, cuenta.
Descubrir un potencial best seller es el objetivo principal de todo scout. De Stefano cuenta varios, pero destaca su hallazgo de El diario de Hélène Berr, para EE.UU. “Es poco común tener una traducción del francés al inglés norteamericano”, dice. Los scouts son filtros ¿se les escapa a veces algún best seller? De Stefano confiesa: “ La elegancia del Hérisson, el francés mejor vendido de los últimos años, fue mi gran lamento: le dije a todo el mundo que era bastante raro, pero no ví que era un best seller mundial. Si lo hubiera visto, habría insistido más. Esta es la magia en este trabajo, nunca se sabe cuando un éxito va a crecer”. Spaans agrega: “En México he encontrado best sellers que en Europa no funcionan. Un éxito universal es raro y no podemos predecirlo”.
A las editoriales independientes argentinas hoy se les dificulta la compra de derechos en el exterior, pero hasta los años 90 era común que tuvieran scouts en el extranjero. La concentración editorial y la devaluación pusieron fin a eso. Hoy, son los grupos españoles los que pueden pagarlos.
Ahora, como invitada en la Feria de Frankfurt 2010, Argentina se vuelve centro de atención para el mundo editorial y si bien la compra de derechos extranjeros sigue siendo difícil, la producción nacional se vuelve territorio frondoso para que perdigueros de buenos scouts lo recorran.
clarin.com
Son los ojos de los editores que los contratan. En zonas de trabajo delimitadas por país, a las que llaman “territorio”, hablan con editores y agentes y descubren qué es lo nuevo. Una vez por semana, los scouts envían informes a las editoriales que los contratan con datos sobre lo que puede interesarles. En Argentina, hay algunos scouts que ya hacen “rastrillaje” de títulos para el exterior, pero bajo un férreo voto de silencio por la confidencialidad de su trabajo. En el exterior la profesión está afianzada y la actitud es más abierta: las ferias internacionales los legitiman y en Frankfurt tienen stand propio.
Cristina De Stefano trabaja en Francia para Italia, Brasil, Alemania, EE.UU. y España. A la hora de definir a un buen scout, no lo duda: “Tiene que ser rápido en la lectura: no se lee por placer sino para aconsejar a otros. Ser profesional a la hora de evaluar un libro: no se le dice al cliente que un libro te gusta, sino por qué puede gustar. Y hay que ser un poco cínico también: a menudo sugiero traducir un libro que no me gusta pero sé que mi gusto no representa a todo el público. También hay que ser muy competitivo”.
Ida Rosiello es italiana y su área geográfica comprende Italia, España y Sudamérica. Para ella el scout debe tener: “Sensibilidad lingüística e interpretativa. Seguridad al descartar o considerar válido un texto. Cualquier error es crucial; te hace perder la credibilidad. Para conseguir todo esto, un sentido comercial ayuda”.
Un scout sólo puede tener un cliente por país: la información que maneja es fresca y el editor confía en que tendrá la exclusiva. Esa avidez de primicia genera competencia. Quien hace la primera jugada, tiene el gancho que asegura la compra de derechos. Buenas relaciones con los editores, para que cuenten en qué trabajan, y ojo alerta ante un buen material son imprescindibles. “Conozco a todos los scouts que trabajan en París y en general me caen bien, pero no hablo de libros con ellos. Sólo intercambio opiniones con los que trabajan territorios diferentes a los míos”, dice De Stefano, que define a su trabajo como “muy secreto, parecido al del espía”.
Es que un scout no puede alertar a su competencia de que hay algo que vale la pena publicar. Esa competitividad, para Rosiello, reside en la cantidad y no en la calidad: “Al sector editorial se acerca mucha más gente de la que puede ser absorbida. Eso, sin duda, genera mucha confusión. Hay mucha competitividad en cuanto a número, pero en cuanto a preparación las cosas son diferentes”.
A la hora de hacer la pesca diaria, los terrenos a explorar son muchos. Más allá de las visitas a los editores para obtener información de primera mano. “Se trata básicamente de atar cabos. La información está en revistas, suplementos culturares, premios literarios, catálogos de agencias, concursos, foros, blogs de los escritores -detalla Rosiello-. Hay que prestar mucha atención a libros de cuentos de escritores inéditos, focalizarse sobre un autor y buscar a su alrededor”. Holandés con base en México, Lex Spaans recorre las ferias más importantes, habla con editores y envía informes de libros latinoamericanos para sus veintidós clientes en todo el mundo. En la Feria del Libro de Guadalajara, la de Spaans fue en 2007 la única agencia mexicana de scouting y en agosto se instalará en Buenos Aires. “Mis clientes miran muy interesados lo que pasa allí –explica-. Muchos editores latinoamericanos envían información sobre nuevos libros, pero no saben qué es importante en el mercado internacional”. Rosiello también mira con atención lo que sucede en Argentina y, mientras trata de vender a Oliverio Coelho en Italia, abre la puerta para nuevas historias.
Con mayoría de mujeres en sus filas, en el scouting conviven los independientes con las agencias. Éstas últimas son dirigidas por scouts de mucha experiencia con equipos de colaboradores para lecturas e informes. Ante fechas límite inalterables, el trabajo es estresante y dicen quienes lo viven de cerca que pocos resisten la presión. Las dueñas de las agencias, en cambio, poseen un caudal de información tal que se vuelven irremplazables.
De Stefano se maneja sola y reconoce que su profesión es demandante. “Trabajo todo el día. Almuerzo con editores, con periodistas, con gente del mundo editorial de París. Recibo una docena de libros a diario y no me gusta ver cómo van formando montañas en mi oficina”, cuenta.
Descubrir un potencial best seller es el objetivo principal de todo scout. De Stefano cuenta varios, pero destaca su hallazgo de El diario de Hélène Berr, para EE.UU. “Es poco común tener una traducción del francés al inglés norteamericano”, dice. Los scouts son filtros ¿se les escapa a veces algún best seller? De Stefano confiesa: “ La elegancia del Hérisson, el francés mejor vendido de los últimos años, fue mi gran lamento: le dije a todo el mundo que era bastante raro, pero no ví que era un best seller mundial. Si lo hubiera visto, habría insistido más. Esta es la magia en este trabajo, nunca se sabe cuando un éxito va a crecer”. Spaans agrega: “En México he encontrado best sellers que en Europa no funcionan. Un éxito universal es raro y no podemos predecirlo”.
A las editoriales independientes argentinas hoy se les dificulta la compra de derechos en el exterior, pero hasta los años 90 era común que tuvieran scouts en el extranjero. La concentración editorial y la devaluación pusieron fin a eso. Hoy, son los grupos españoles los que pueden pagarlos.
Ahora, como invitada en la Feria de Frankfurt 2010, Argentina se vuelve centro de atención para el mundo editorial y si bien la compra de derechos extranjeros sigue siendo difícil, la producción nacional se vuelve territorio frondoso para que perdigueros de buenos scouts lo recorran.
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