miércoles, 4 de agosto de 2010

LACTANCIA: Nuestra naturaleza

El cimbreante camino de popularidad y caída en desgracia que recorrió el amamantamiento en los últimos tres milenios es una parábola bastante ajustada de la tensa relación que los humanos establecemos con la naturaleza.
Mil quinientos años antes de nuestra era, el papiro de Ebers, uno de los más antiguos tratados médicos de que se tenga registro, ya recomendaba la leche materna para curar quemaduras y eliminar sustancias nocivas del sistema digestivo.
Hoy, ese "cóctel" maravilloso de más de 200 componentes, algunos de los cuales todavía no tienen función conocida, sigue asombrando a los científicos. Pero de algo están seguros, y es de que la leche materna es el paradigma de los alimentos funcionales: le ofrece al bebe los nutrientes esenciales que necesita para crecer y desarrollarse tanto física como cognitivamente, y hasta cambia a medida que éste crece para adecuarse a sus necesidades.
En todo este tiempo, la lactancia pasó por largas épocas de insólito desprestigio derivado de una serie de mitos, creencias erróneas y modas estrambóticas.
En la Grecia clásica, el Imperio Romano y desde el 1500 hasta el siglo XVIII en Inglaterra y Francia, amamantar estaba mal visto y era una actividad que las mujeres de las clases más acomodadas dejaban en manos de las nodrizas: además de creer que estropeaba la figura y envejecía, lo consideraban algo indigno y propio de los animales.
Con el auge de la industria química, a fines del siglo XIX llegaron la promoción de los preparados de leche "maternizada" y la idea de que la leche de "fórmula" era un producto más perfecto que el natural. Se instó a las madres a reemplazar la mama por el biberón y, como recuerda la doctora Vera May, presidenta de la subcomisión de Lactancia Materna de la Sociedad Argentina de Pediatría, hasta se llegó a indicarles a las madres ¡que se administraran inyecciones para interrumpir la lactancia!
El proceso de revisión que impulsaron las investigaciones que iban revelando las propiedades de la leche materna culminó hace veinte años en un acuerdo internacional entre organizaciones e individuos para promover la Semana Mundial de la Lactancia Materna (que este año termina el próximo sábado) .
Claro que, como también dice la doctora May, ahora no se trata de que la sociedad exija la lactancia y mire para otro lado mientras las madres que trabajan tienen que arreglárselas, sin ayuda de ningún tipo, para introducir esa tarea en ámbitos y momentos que la desalientan. Ya lo dice el refrán: se necesita todo un pueblo para criar a un niño...

Nora Bär
lancion.com

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