Las nuevas tecnologías y comunicaciones han logrado que, poco a poco, la medicina moderna alcance los rincones más recónditos de nuestra geografía, pero aún existen entornos rurales donde es posible -y necesario- desempeñar una labor muy parecida a la del tradicional médico de pueblo.
Figura icónica del folclore rural, presente en la tradición literaria y aún más en la memoria de nuestros abuelos, el médico de pueblo era (y es) una mezcla de psicólogo, confesor y servicio de urgencias: un consultorio para todo y con carácter vitalicio. Desde el nacimiento hasta la muerte, en sus manos queda la salud de toda la familia.
En la última década se han extendido las prestaciones pediátricas y de urgencias, las cuales, unidas a los servicios sociales, han descargado de estas tareas al médico rural. Pero aún persisten diferencias fundamentales, sobre todo en regiones montañosas como las de Galicia o Asturias, entre la labor de estos sanitarios y sus colegas urbanos.
"Hasta hace 10 años, había médicos totales de la familia, totalmente integrados en lo rural", indica el doctor Manuel Rodríguez Piñeiro, que vela por la salud de los vecinos de Mondariz, una comarca de alta montaña en Pontevedra. "Aquí sigue vigente la tradición de que la gente se muere en su casa", detalla.
Su trabajo es similar al de cualquier médico de familia: atiende en el consultorio y después en los hogares. Sólo que todo es más complicado: hay que desplazarse mucho y el envejecimiento de la población es grande. El simple hecho de encontrar un domicilio puede requerir la ayuda de vecinos y caminar allá donde no llega el coche. "No hay núcleos poblacionales puros, las casas están tan dispersas que te pierdes".
En casa
Sin embargo, es precisamente en los hogares donde se desarrolla una parte esencial de su labor médica. Y hasta hace poco, aún más: los partos se tenían en casa, o incluso en el coche, y "heridas de todo tipo se curaban y cosían en la misma cama del enfermo. Podría contar muchas anécdotas; gracias a Dios ahora hay menos, porque ha mejorado el sistema", concluye Rodríguez Piñeiro. José Hernández Úrculo, que ha sido médico rural y ha comisariado una exposición sobre el colectivo, se muestra de acuerdo en que las cosas, "afortunadamente", no son lo que eran: "Ya no es el ejercicio solitario y romántico de antes".
Hay, sin embargo, algo que cada vez menos médicos se pueden permitir y que ha hallado refugio en las zonas más rurales: el contacto con el paciente. Y, consecuentemente, su agradecimiento. "Hay menos pacientes y dispones de más tiempo, puedes atenderles mejor", dice Hernández Úrculo. Esta cercanía permite recabar datos que en otras circunstancias podrían pasar inadvertidos. El doctor rural es también un buen psicólogo o, si se prefiere, un buen detective. "Escuchar lo que te dicen y cómo te lo dicen tiene una importancia singular", comenta el doctor Juan Jesús García, que trabaja en el asturiano concejo de Siero, una zona de valles y montañas donde la población vive dispersa en pequeñas aldeas y hay un alto porcentaje de personas mayores.
"Recibes mucha información antes de que el paciente entre: la esposa te llama y te comenta que hoy acudirá a la consulta su marido a recoger unos resultados analíticos, y te pide que le metas miedo para que beba menos alcohol; la madre que viene los días previos y te comenta que está preocupada por algún síntoma que tiene su hijo; la hija que nos viene a comentar lo que le pasa a su madre; todo es información, que debemos analizar y no desaprovechar", explica el doctor García.
Más allá de la Medicina
El médico rural se convierte así en una figura central en la vida de su pueblo o comarca. A él acuden los vecinos con toda clase de peticiones, no sólo sanitarias: el simple hecho de recibir una carta por correo certificado puede suponer una causa de estrés para personas mayores que viven aisladas: ¿Cómo se abre? ¿Quién la envía? ¿Por qué les ha llegado? Con ella en la mano, acuden a la consulta; el doctor sabrá qué hacer. Y, cuando dejen de valerse por sí mismos, algún vecino dará la voz de alarma para que el médico acuda a su rescate, acompañado de los servicios sociales.
A cambio, es habitual que los galenos de pueblo reciban muestras de agradecimiento, en forma de huevos, tartas caseras, galletas o incluso alguna pieza de caza. "Las personas que atiendo me refuerzan y me motivan a seguir en la misma línea", asegura el doctor García. "Es el mayor regalo que puedo tener como médico de pueblo. Cuando me marcho a un curso y viene un compañero a sustituirme, o incluso cuando empezaron a venir residentes conmigo, siempre preguntaban si es que tenía pensado cambiar de plaza".
Pero estas satisfacciones han evitado que la profesión de médico rural esté en crisis. "Está claro que Medicina de Familia es una de las especialidades que más cuesta cubrir en el MIR y dentro de la especialidad, las plazas más alejadas de las ciudades son menos atractivas", comenta la experta Beatriz González, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. En realidad, nadie sabe cuántos médicos de pueblo sigue habiendo en España, ya que esta categoría se ha disuelto hace años: "Ni ellos mismos, seguramente, se pondrían de acuerdo en la definición precisa", añade González. Y, sin embargo, la figura del médico rural sigue siendo, allá todavía existe, tan identificable como imprescindible.
elmundo.es
Figura icónica del folclore rural, presente en la tradición literaria y aún más en la memoria de nuestros abuelos, el médico de pueblo era (y es) una mezcla de psicólogo, confesor y servicio de urgencias: un consultorio para todo y con carácter vitalicio. Desde el nacimiento hasta la muerte, en sus manos queda la salud de toda la familia.
En la última década se han extendido las prestaciones pediátricas y de urgencias, las cuales, unidas a los servicios sociales, han descargado de estas tareas al médico rural. Pero aún persisten diferencias fundamentales, sobre todo en regiones montañosas como las de Galicia o Asturias, entre la labor de estos sanitarios y sus colegas urbanos.
"Hasta hace 10 años, había médicos totales de la familia, totalmente integrados en lo rural", indica el doctor Manuel Rodríguez Piñeiro, que vela por la salud de los vecinos de Mondariz, una comarca de alta montaña en Pontevedra. "Aquí sigue vigente la tradición de que la gente se muere en su casa", detalla.
Su trabajo es similar al de cualquier médico de familia: atiende en el consultorio y después en los hogares. Sólo que todo es más complicado: hay que desplazarse mucho y el envejecimiento de la población es grande. El simple hecho de encontrar un domicilio puede requerir la ayuda de vecinos y caminar allá donde no llega el coche. "No hay núcleos poblacionales puros, las casas están tan dispersas que te pierdes".
En casa
Sin embargo, es precisamente en los hogares donde se desarrolla una parte esencial de su labor médica. Y hasta hace poco, aún más: los partos se tenían en casa, o incluso en el coche, y "heridas de todo tipo se curaban y cosían en la misma cama del enfermo. Podría contar muchas anécdotas; gracias a Dios ahora hay menos, porque ha mejorado el sistema", concluye Rodríguez Piñeiro. José Hernández Úrculo, que ha sido médico rural y ha comisariado una exposición sobre el colectivo, se muestra de acuerdo en que las cosas, "afortunadamente", no son lo que eran: "Ya no es el ejercicio solitario y romántico de antes".
Hay, sin embargo, algo que cada vez menos médicos se pueden permitir y que ha hallado refugio en las zonas más rurales: el contacto con el paciente. Y, consecuentemente, su agradecimiento. "Hay menos pacientes y dispones de más tiempo, puedes atenderles mejor", dice Hernández Úrculo. Esta cercanía permite recabar datos que en otras circunstancias podrían pasar inadvertidos. El doctor rural es también un buen psicólogo o, si se prefiere, un buen detective. "Escuchar lo que te dicen y cómo te lo dicen tiene una importancia singular", comenta el doctor Juan Jesús García, que trabaja en el asturiano concejo de Siero, una zona de valles y montañas donde la población vive dispersa en pequeñas aldeas y hay un alto porcentaje de personas mayores.
"Recibes mucha información antes de que el paciente entre: la esposa te llama y te comenta que hoy acudirá a la consulta su marido a recoger unos resultados analíticos, y te pide que le metas miedo para que beba menos alcohol; la madre que viene los días previos y te comenta que está preocupada por algún síntoma que tiene su hijo; la hija que nos viene a comentar lo que le pasa a su madre; todo es información, que debemos analizar y no desaprovechar", explica el doctor García.
Más allá de la Medicina
El médico rural se convierte así en una figura central en la vida de su pueblo o comarca. A él acuden los vecinos con toda clase de peticiones, no sólo sanitarias: el simple hecho de recibir una carta por correo certificado puede suponer una causa de estrés para personas mayores que viven aisladas: ¿Cómo se abre? ¿Quién la envía? ¿Por qué les ha llegado? Con ella en la mano, acuden a la consulta; el doctor sabrá qué hacer. Y, cuando dejen de valerse por sí mismos, algún vecino dará la voz de alarma para que el médico acuda a su rescate, acompañado de los servicios sociales.
A cambio, es habitual que los galenos de pueblo reciban muestras de agradecimiento, en forma de huevos, tartas caseras, galletas o incluso alguna pieza de caza. "Las personas que atiendo me refuerzan y me motivan a seguir en la misma línea", asegura el doctor García. "Es el mayor regalo que puedo tener como médico de pueblo. Cuando me marcho a un curso y viene un compañero a sustituirme, o incluso cuando empezaron a venir residentes conmigo, siempre preguntaban si es que tenía pensado cambiar de plaza".
Pero estas satisfacciones han evitado que la profesión de médico rural esté en crisis. "Está claro que Medicina de Familia es una de las especialidades que más cuesta cubrir en el MIR y dentro de la especialidad, las plazas más alejadas de las ciudades son menos atractivas", comenta la experta Beatriz González, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. En realidad, nadie sabe cuántos médicos de pueblo sigue habiendo en España, ya que esta categoría se ha disuelto hace años: "Ni ellos mismos, seguramente, se pondrían de acuerdo en la definición precisa", añade González. Y, sin embargo, la figura del médico rural sigue siendo, allá todavía existe, tan identificable como imprescindible.
elmundo.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario