lunes, 14 de febrero de 2011

La moda que no se ve

Todos somos susceptibles a la moda. Es inevitable. La moda está ahí: en las vidrieras de los shoppings, en la música que suena en las radios, en los avisos de perfumes, en el peinado que usan las chicas para ir al colegio. Algunos sabemos más, otros sabemos menos, pero todos podemos identificar las cosas que fueron un boom en algún momento. Conocemos el corte de pelo que Farrah Fawcett impuso en los años setenta, el de Rachel -el personaje de Jennifer Aniston- en la serie Friends, o el que todas las mujeres le imitaban a Meg Ryan en la década del noventa. No sabemos bien cuándo, pero sí sabemos que se usó el blue jean, el jean nevado, el pata de elefante, el boyfriend jean, el chupín, el tiro bajo, el tiro alto, el jean roto, el stone-washed , y el elastizado.
Sin embargo, hay algunas modas que no constan en ningún lado. No están ni en las vidrieras, ni en los carteles de una peluquería, ni la tapa de las revistas, aunque existen, se imponen, y marcan época también. Los perros son un buen ejemplo. En los 70 (quizás impulsada por la serie Lassie ) todos querían tener un perro Collie. Más tarde, ya en los 80, lo más de lo más era tener un ovejero alemán o "perro policía", como le decíamos los chicos. Después vino el perro batata (o Basset Hound), seguido por Siberian Husky, hasta llegar al Labrador o Golden Retriever que hoy tiene medio país. En la década pasada los perros enanos como el Caniche Toy fueron furor, y ahora se imponen los perros de caras feas, como Pittbulls y los Chihuahas enanos.
Con los sabores pasa lo mismo. En la década del noventa, el boom fue el kiwi. Leche cultivada de kiwi. Jugo de naranja y kiwi. Helado de palito de kiwi. Luego vinieron los frutos rojos o frutos del bosque (que ya han conquistado más productos que la naranja), el mascarpone, el citrus, y ahora, hasta hace poco (y ya en franca decadencia) el maracuyá. Ahora mismo hay jugos concentrados, helados, yogures, mermeladas, todo con el mismo sabor y mil variantes: maracuyá, mousse de maracuyá, cheesecake de maracuyá. Próximamente vendrán el lychee y el té verde, que a su vez serán reemplazados por la pitaya, la carambola, o por sabores que hoy son demodé como el helado de quinotos al whisky o de crema del cielo, para dar algún ejemplo.
Las palabras -aunque parezca un poco raro- también tienen su propio boom y ocaso. Todavía me acuerdo cuando se reemplazó "mi novio" por "mi chico", "chapar" por "apretar", "apretar" por "transar", y "transar" por "chapar" de nuevo. O cuando -en plena década del 90- estaba de moda usar halagos como "potro", "diosa", "yegua", "ídolo" o "copado".
Los nombres son quizás el mejor exponente de la moda. Todas las mujeres de mi generación se llaman Paula, Carolina o llevan "María" de primer nombre, y los hombres son Pablo, Diego o Martín. Hoy los nenes de tres años se llaman Valentín, Mía, Zoe, Uma, Benicio, Mateo o Santino, nombres que alguna vez fueron raros pero que hoy son más comunes que Jorge o que Rolando.
La moda está, mal que nos pese, en todos lados. En los nombres de las pizzerías, en las marcas de computadoras, en los actores de Hollywood, en el tipo de comerciales que vemos en televisión. Huir es difícil y muchas veces innecesario. Podemos escaparle a las vidrieras o a los cortes de pelo, pero dudo que podamos ser ajenos a las palabras, a los animales y al misterio y la seducción de un nuevo sabor de helado.
lanacion.com

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