Fabiola Czubaj
LA NACION.COM
"¿Qué es lo que todos los pacientes tienen a mano?", fue lo que se preguntó un médico al tratar de encontrar una solución para las limitaciones de recursos que compartían su hospital y los pacientes sin cobertura con insuficiencia renal avanzada, para que pudieran realizar de manera ambulatoria el tratamiento indispensable para compensar el 85% o más de la función que ya habían perdido sus riñones. La respuesta surgió de inmediato: un teléfono celular.
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"¿Qué es lo que todos los pacientes tienen a mano?", fue lo que se preguntó un médico al tratar de encontrar una solución para las limitaciones de recursos que compartían su hospital y los pacientes sin cobertura con insuficiencia renal avanzada, para que pudieran realizar de manera ambulatoria el tratamiento indispensable para compensar el 85% o más de la función que ya habían perdido sus riñones. La respuesta surgió de inmediato: un teléfono celular.
"La falta de personal suficiente, la gran dispersión de los pacientes en el conurbano y la inseguridad nos impedían hacer la visita domiciliaria necesaria para evaluar si las viviendas de los pacientes, que son de muy bajos recursos, cumplían con las condiciones básicas como para hacerse la diálisis en su casa y dejar su puesto en el hospital para otros en un estado aún más grave", explicó el doctor Carlos Cangado Pousa, del Servicio de Nefrología del Hospital Presidente Perón, de Avellaneda.
Se le ocurrió que esas visitas domiciliarias se podrían reemplazar con fotografías obtenidas con el celular. Eso permitiría corregir, si era necesario, características de la vivienda para cumplir de manera segura cada uno de los pasos de la diálisis peritoneal, que junto con la hemodiálisis son las dos terapias de sustitución renal para las personas con menos del 15% de la función renal.
Mientras que la hemodiálisis o filtrado de la sangre se realiza tres veces por semana, durante cuatro horas, en un servicio hospitalario o un centro especializado, la diálisis peritoneal es ambulatoria y el paciente necesita repetirla varias veces al día. Es menos invasiva que la hemodiálisis porque no se utilizan agujas, sino un catéter en la cavidad abdominal que coloca un cirujano. Para filtrar las impurezas que ya no pueden desechar los riñones, esta terapia aprovecha una membrana del organismo, el peritoneo, como filtro natural.
Aun así, está subutilizada en nuestro país: el 94% de los 25.000 pacientes con insuficiencia renal bajo terapia de sustitución realiza hemodiálisis. "La diálisis peritoneal prolonga la función renal residual, mientras que con la hemodiálisis se pierde más rápido -agregó Cangado Pousa-. Por eso es muy útil para los chicos y muy buena como terapia de inicio."
Un programa único
Luego de enseñarles a los pacientes cómo realizar la diálisis peritoneal, los médicos del Programa Público de Diálisis Peritoneal del hospital Perón les pidieron que sacaran fotos con sus teléfonos celulares a la pileta donde se levaban las manos para manipular los elementos del tratamiento, el sitio donde almacenaban los kits del tratamiento que reciben gratuitamente a través del Incucai y al lugar que utilizaban para dializarse.
Además, respondieron un cuestionario sobre los servicios que tenían en la casa, como electricidad y agua, el nivel de ingresos, si tenían trabajo y el nivel educativo alcanzado. Con toda esa información, se organizó un archivo electrónico para tener una idea acabada de la situación de cada paciente.
"Al principio, se avergonzaban de mostrarnos las fotos de sus viviendas", recordó Cangado Pousa. Con el tiempo, y luego de aprender "en espejo" a lavarse las manos como lo hace un cirujano antes de operar y evitar la entrada de gérmenes al organismo, a usar superficies que se puedan limpiar fácilmente (sin manteles, por ejemplo) y a buscar un lugar sin humedad ni demasiado calor para almacenar los kits del tratamiento, se esforzaron por seguir los consejos de los médicos para mejorar las condiciones de su vivienda.
Eso incluyó desde subir la canilla en la pileta de la cocina para lavarse bien las manos, hasta aprender a adaptarle una canilla a un bidón de 20 litros con agua potable cargada una vez por día en la canilla o la manguera común del barrio, o darle una mano de pintura al piso para evitar el polvillo del cemento.
Pero, ¿cómo podían conocer si el programa estaba dando buen resultado? Los médicos decidieron aplicar los criterios de calidad que utiliza la Sociedad Internacional de Nefrología: la cantidad de peritonitis, y de infecciones en el orificio de salida del catéter que tienen los pacientes y la mortalidad.
En un estudio sobre 26 pacientes del programa, el equipo de trabajo halló que los pacientes sufrían en promedio una peritonitis ("el talón de Aquiles del método", según Cangado Pousa) y una infección del orificio de salida cada 25 meses.
El ingreso promedio era de 546 pesos, sólo seis tenían vivienda propia, mientras que 15 la compartían y tres vivían en sitios muy precarios. En cuanto a los servicios sanitarios, cinco no tenían agua corriente y cuatro carecían de una canilla en la casa.
"Comprobamos que la sobrevida de estos pacientes es similar a la de los que poseen una vivienda adecuada -comentó Cangado Pousa-. Con esto probamos que las características de la vivienda no son una limitación para realizar la diálisis peritoneal ambulatoria. También aprendimos que el concepto de salud es más primario, y que los pacientes aceptan todas las sugerencias y tratan de implementarlas, porque se sienten mejor. Es algo que no tiene nada que ver con la pobreza y la indigencia."
Para obtener más información sobre el programa del hospital Perón, por el que ya pasaron 88 pacientes y hoy atiende a 22, se puede consultar en nefro.peron@gmail.com.
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