viernes, 27 de marzo de 2009

Afirman que el castigo físico vuelve agresivos y antisociales a los hijos


Evangelina Himitian
LA NACION
Está científicamente comprobado: las palizas en la cola, los tirones de oreja y los sopapos no mejoran la conducta de los hijos a largo plazo, sino que incrementan las posibilidades de que se vuelvan personas agresivas, desafiantes, con predisposición a desarrollar un carácter antisocial y a establecer, en el futuro, relaciones violentas.
Son las conclusiones de un trabajo publicado por la investigadora Elizabeth Gershoff, del Centro para la Disciplina Efectiva de la Universidad de Michigan, Estados Unidos.
En la Argentina no existe una ley que prohíba explícitamente el castigo físico por parte de los padres, como sí ocurre en Uruguay, Chile y Venezuela. En 2006, un informe de las Naciones Unidas sobre violencia contra la infancia hizo una fuerte recomendación para se avance en una legislación en esta materia.
El artículo 278 del Código Civil, redactado en 1871, señala: "Los padres tienen la facultad de corregir o hacer corregir la conducta de sus hijos menores. El poder de corrección debe ejercerse moderadamente, debiendo quedar excluidos los malos tratos, castigos o actos que lesionen o menoscaben física o psíquicamente a los menores".
"Este texto, que es anterior a la Convención Internacional de los Derechos del Niño, ha hecho que distintos jueces interpretaran que el castigo físico moderado está incluido entre los deberes correctivos parentales. Tener una ley que los prohíba serviría para que se tome conciencia, para hacer visible el problema", dijo a LA NACION Gimol Pintos, de la oficina de Protección de la Infancia de Unicef.
Gerschoff, que en 2002 había dirigido otra investigación sobre el tema para la Universidad de Columbia, establece ahora una lista de 11 conductas y experiencias asociadas al castigo físico, sobre la base de un análisis de más de 90 estudios realizados en los últimos cien años sobre el tema.
Diez de esas conductas asociadas fueron negativas y sólo una positiva: un incremento de la obediencia inmediata. En contraposición, los expertos determinaron que los niños se volvían antisociales, que desarrollaban una conducta agresiva y que les costaba internalizar qué está bien y qué está mal. También, que se volvían más desafiantes, que cuestionaban la autoridad y que se deterioraba la calidad de la relación entre padres e hijos. En los casos más extremos, podía estar asociado a conductas delictivas, de alteraciones en la salud mental, a la legitimación del abuso por parte del adulto y hasta una mayor predisposición a convertirse en víctima de abuso físico, según señala Gershoff.
"Los castigos físicos los aplican los padres o porque son violentos o porque se sienten impotentes y no saben cómo ejercer la autoridad. El que tiene autoridad la tiene porque es respetado por los demás y no porque ejerce la violencia. Lo que produce es miedo, odio, humillación, descalificación", asegura la psicóloga Eva Rottemberg, directora de la Escuela para Padres (
http://www.escuelaparapadres.net/ ).
"Claro que hay que hacer una diferenciación entre quien golpea de un modo arbitrario y despótico y aquel padre que cree que aplica un castigo correctivo. Sin embargo, el castigo físico hace que los chicos obedezcan en ese momento, pero no les permite desarrollar una evaluación moral de sus actos cuando no están los padres presentes", apuntó Rottemberg.
No dejarlos solos
"Desaprobar el castigo físico no significa desaprobar los castigos en general ni tampoco que, aunque los niños sean sujetos de derecho, los padres deban tratarlos como adultos. Es más fácil no castigar, decir «allá vos», que reconocer que los hijos todavía nos necesitan. Parte de los males de nuestros hijos se deben a que los dejamos solos y sin herramientas demasiado pronto", dijo la especialista Mori Ponsowy.
"La recomendación de las Naciones Unidas es que se avance no sólo en lo normativo, sino también como política de Estado más amplia para promover condiciones que protejan a los niños. En realidad, la peor violencia es invisible, y eso no puede ser regulado por una ley", explicó Pintos.
"El Comité de los Derechos del Niño con sede en Ginebra ha sido elocuente al expresar: «En cuanto al castigo corporal, pocos países tienen leyes claras sobre esta cuestión. Ciertos Estados han tratado de distinguir entre la corrección de los niños y la violencia excesiva. En realidad, la línea divisoria entre las dos es artificial. Es muy fácil pasar de la una a la otra. Es también una cuestión de principios. Si no es permisible golpear a un adulto, ¿por qué debería serlo golpear a un niño?»", dice Marisa Herrera, especialista en Derecho de Familia de la Universidad de Buenos Aires.
lanacion.com

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