jueves, 7 de agosto de 2008

Se viene el tecnodoping en los Juegos Olímpicos


A apenas horas del inicio del mayor evento televisivo y deportivo del año, los XXIX Juegos Olímpicos de Pekín, la tecnología desempeña un papel desproporcionadamente protagónico. Mientras que los meteorólogos chinos confían en ella para inyectar yoduro de plata en las nubes y provocar lluvia artificial minutos antes de la ceremonia, el nuevo arsenal high-tech se despliega como una amenaza latente que ya tiene nombre: “doping tecnológico” o simplemente “tecnodoping”, el nuevo recurso del que se valen los superhéroes modernos –los atletas– para llegar antes a la meta haciendo trampa y así colgarse una medalla al cuello.

Como todos lo neologismos, el tecnodoping no tiene un día exacto de nacimiento. Pero sí una cara, un cuerpo, un par de piernas: las prótesis de fibra de carbono del sudafricano Oscar Pistorius, el “corredor biónico” que desafió hace un par de meses a la Federación Internacional de Atletismo. Aunque finalmente el joven atleta de 21 años no clasificó, dejó picando una cuestión que ya le explotó en las manos a varios puristas del deporte: ¿la tecnología y sus ayuditas representan una ventaja extradeportiva para el que las usa y viste? ¿Los materiales ultralivianos son tan perniciosos como las inyecciones de testosterona, la nandrolona, efedrina, esteroides, EPO y demás sustancias prohibidas por el Comité Olímpico Internacional? ¿Reemplazan al entrenamiento duro y a las habilidades innatas?

Las respuestas aún no están del todo claras. Y mientras tanto, el vacío legal y las controversias se expanden. Algunos productos lo aprovechan y pasan desapercibidos. Y otros hacen encender las alarmas.

Es precisamente lo que ocurrió con los trajes de natación de la línea Fastskin LZR Racer de Speedo. Como si fuera la nueva capa de Superman, este traje desarrollado por la NASA fue presentado en febrero de este año de la mano –y en el cuerpo– del mejor nadador del mundo, el estadounidense Michael Phelps.
La puesta en escena no podía ser menos dramática: Phelps con los brazos y piernas extendidos, como el “Hombre de Vitruvio” de Leonardo da Vinci, para exhibir hasta el último detalle de esta apoteosis tecnológica: arte, ciencia y naturaleza combinadas en un traje negro fabricado con tres piezas –en lugar de las 30 actuales– de nylon grueso como una hoja de papel, unidas por ultrasonido en lugar de costuras, capaz de reducir en un 10% lo que se denomina “arrastre pasivo”, o sea, la fricción del nadador con el agua y así moverse como un verdadero tiburón.
“Me siento como un superhéroe”, dijo Ryan Lochte, otro nadador olímpico estadounidense. “Me siento en un traje espacial”, dijo Phelps. “Me siento ridícula, aunque me tiro a la pileta para nadar rápido, no para verme bien”, dijo Dara Torres, la nadadora más veloz de Estados Unidos.
Que sí, que no.
Finalmente, el LZR Racer –que cuesta unos 500 dólares y desde su aparición ayudó a batir 18 récords– abandonó el banquillo de los acusados cuando lo aprobó la Federación Internacional de Natación.
La polémica no quedó ahí y descendió también a los pies. De hecho, a los Juegos de Pekín se los conocerá también como las “Olimpíadas del calzado” en las que chocarán grandes contendientes como Nike, Puma, Adidas y Reebok, que ya sacaron zapatillas especialmente diseñadas para cada disciplina.
Adidas, por ejemplo, cuenta con una línea con 27 novedades. Y Nike, con 28, en la que sobresale el “hilo de vectran”, un tipo de hebras de polímero de cristal líquido usadas por la NASA para coser los globos del explorador lunar, un material que conforma el armazón de la zapatilla de atletismo más ligera jamás fabricada: la Nike Zoom Victory de 92 gramos con clavos inclusive.
“Continuamos nuestra búsqueda del Santo Grial: el regreso a la naturaleza, al hombre primitivo que corría descalzo”, afirmó su creador, el ingeniero de Nike Jay Meschter. “Queremos acercarnos a esa sensación lo máximo posible, como si los clavos surgieran directamente de la planta del pie del atleta. Pero siempre los récords los seguirán batiendo los atletas.” Al fin y al cabo, los trajes y las zapatillas no nadan ni corren solos.
La última treta es la inyección de células madre
El marketing es uno de los aliados más fieles del deporte. Y como tal, su alcance se siente también en los nombres elegidos a la hora de bautizar las tecnologías detrás de los nuevos calzados y accesorios deportivos: Aerographics –una malla ultraliviana que aumenta la comodidad y la refrigeración del deportista–, PreCool Technology –nombre del sistema en que se basa un chaleco diseñado para enfriar la temperatura interna del cuerpo del deportista y así aumentar su resistencia– o Adidas Teamgeist II Intelligent Footbal, la nueva pelota que transmite información a una computadora.
Sin embargo, los nombres de las nuevas formas de trampas que abre la ciencia son aún más sorprendentes. Tal vez el caso más llamativo sea el del “doping genético”, es decir, la implantación de genes que estimulan la producción de EPO o eritropoyetina en el cuerpo, una hormona que aumenta la cantidad de glóbulos rojos y facilita la oxigenación de los tejidos.
Su avance es tal que se considera a los Juegos de Pekín la primera competencia global en la que esta terapia genética tendrá lugar, y para la cual no hay forma de detección. La alarma se encendió recientemente con la emisión de un documental de la cadena alemana ARD en el que una cámara oculta mostraba a un médico chino ofreciendo la posibilidad de colocar células madre en un atleta a cambio de 24 mil dólares. “La operación lleva dos semanas y son cuatro sesiones intravenosas: 40 millones de células madre”, recomendaba el chino.
Crítica de la Argentina

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