lunes, 4 de agosto de 2008

Cuando el amor se convierte en adicción

Por Mariela Bernardi (Infobae.com)
Cada vez son más las mujeres que "dependen" emocionalmente de un hombre, tal como si se tratara de una droga. Infobae.com dialogó con expertos en el tema y personas que sufrieron vínculos patológicos
"Existe un 'amor contaminado' por nuestras necesidades y heridas emocionales sin resolver que -cuando aparece el otro-, en vez de desarrollar una sana relación de interdependencia amorosa, pasamos a buscarlo como una suerte de droga tranquilizante o energizante, dependiendo de lo que se necesite", explica Pablo Nachtigall, psicólogo clínico.


El especialista agrega cómo funciona este mecanismo distorsionado del que son víctimas muchas mujeres: "creen erróneamente que su bienestar pasa únicamente por estar con determinado hombre. Por ende, cualquier movimiento de él que no condiga con sus expectativas o sea percibido como un alejamiento, genera un malestar inmediato. Tal como sucede en una adicción, se genera un síndrome de abstinencia".

Nachtigall además, explica que en realidad esos sentimientos de dolor, soledad y carencia afectiva ya existían previamente, sólo que este tipo de mujeres buscan permanentemente evitar sentirlos.
Pero esta problemática, lejos de ser una rareza, es algo que sucede con cierta frecuencia. Tal es así que la terapeuta estadounidense Robin Norwood dedicó su libro Mujeres que aman demasiado para abordar el tema con la seriedad que se merece. "Cuando estar enamorada significa sufrir, estamos amando demasiado. Cuando la mayoría de nuestras conversaciones son acerca de él, de sus problemas, ideas, acciones y sentimientos, estamos amando demasiado" explica.
Norwood también sostiene que esto se trata de una experiencia común para muchas mujeres que creen que "así es como deben ser sus relaciones de pareja".

Susana Pérez, terapeuta corporal y coordinadora de talleres sobre dependencia afectiva, fue consultada por Infobae.com acerca de por qué tantas mujeres se obsesionan con el hombre equivocado.
Según la especialista, es porque los "candidatos correctos" son rechazados por "aburridos". Por eso, se vinculan con varones emocionalmente inadecuados, adictos al trabajo, al alcohol, mujeriegos o aquellos que por diversas causas no pueden amarlas. Es decir, rechazan a cualquier que no les aporte ese vértigo que todo adicto necesita sentir. Natchigall coincide con este punto de vista y añade que generalmente estas mujeres suelen buscar hombres inmaduros e infantiles que pueden tener conductas de violencia, manipulación, infidelidad, maltrato o falta de compromiso.
A veces, también se relacionan con hombres incapaces de mantenerse económicamente, por lo que ellas pueden, de alguna manera "controlarlos".

Pérez agrega que estas mujeres descuidan a sus amistades y a sus propios intereses para estar siempre disponibles para su hombre. "Se sienten vacías sin él, a pesar de que estar con él pueda ser un tormento". Por su parte, según Nachtigall, la adrenalina que produce el amar demasiado, suele generar en una mujer la ilusión que su vida es plena, completa, energizante y vibrante. "El problema es que esa adrenalina suele depender exclusivamente de estar con el hombre, en vez de ser repartida en diversas áreas de su vida: amistad, trabajo, estudios, hobbies, deportes. Además, es necesario resaltar que esa dificultad acompañará siempre a la mujer. "No importa si es con uno o con otro. Es como una adicción a una sustancia: si no hay marihuana, entonces recurrirá a la cocaína", grafica.

Con respecto a la manera en cómo viven su vida sexual estas mujeres, el especialista sostiene que suelen experimentarla con intensidad y mucha pasión, ya que "se junta la carencia afectiva que sienten con su íntima necesidad de sentirse contenidas y protegidas". Nachtigall describe que la mayoría de ellas recibieron poco amor de sus padres, por lo que perciben de manera inconsciente a sus parejas como una mezcla de hombres-padres. "Entonces, el sexo no sólo un placer sino fundamentalmente una necesidad de sentirse protegidas y queridas, situación que no vivieron cuando eran niñas. Es por eso, que la sexualidad se convierte en uno de los vehículos adictivos que sostienen el vínculo, aún cuando este sea degradante y perjudicial para la mujer", sentencia.

La luz de la salida
Para poder recuperarse de la adicción al amor, la mujer que la padece primero debe reconocer que se encuentra en un patrón nocivo para ella. Según el psicólogo Pablo Nachtigall, esta toma de conciencia viene a veces como un "cachetazo duro" cuando observa que una y otra vez, sufre angustia y malestar con su pareja o cuando siente que su hombre persiste en conductas que la dañan y ella no sabe cómo reaccionar. En ese momento, puede pedir ayuda."El tratamiento más efectivo y potente es la terapia psicológica para que la mujer aprenda a curar aquellas heridas emocionales que la han vuelto una adicta a su hombre. La curación se inicia cuando puede re-experimentar aquellas escenas infantiles donde se ha sentido descuidada, maltratada o abandonada y puede volver a sentir esas emociones primarias y expresarlas en un marco seguro como lo es el contexto terapéutico" explica el especialista. De esta manera, al expresar la rabia, el dolor y la tristeza de haber sufrido descuidos y abandonos durante su infancia, ya no necesita volverse adicta a un hombre. Puede relacionarse desde otro lugar más sano, entero y adulto, menos infantil y dependiente. "Aprender a relacionarme conmigo misma, con respeto, aceptación, valoración, apoyo y afecto incondicional, fue el camino para comenzar a vincularme de un modo constructivo con los demás. Yo no vivía mi vida y tampoco dejaba que mi pareja lo hiciera, ya que lo asfixiaba con mis permanentes atenciones y control", revela una paciente que participó en un seminario dictado por la terapeuta Susana Pérez, pero no quiso dar a conocer su identidad.Marisa, otra de de las asistentes, dice que se siente muy feliz de haberse "reconquistado". "Sufrí mucho viviendo sólo para él. Mi hombre era como mi corazón, sin él sentía que no tenía nada. Ahora sé que yo valgo la pena y puedo hacer lo que me proponga. Aprendí a acompañarme con paciencia y con observo estas cosas en los demás, más allá de sus apariencias. Siento que por fin estoy en paz", relata.

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