Es el cambio sísmico que temen los tokiotas por encima de todo: un poderoso terremoto que mate a miles de personas y hunda en el caos al centro neurálgico político y financiero de Japón en el espacio de minutos.
Una catástrofe de ese tamaño ha causado niveles bajos de ansiedad durante décadas, pero el terremoto y el tsunami que azotaron la región de Tohoku, en el noreste de Japón hace casi un año han traído consigo una perspectiva de la devastación en la capital de una dimensión mucho mayor.
Aunque Tokio no sufrió daños graves el 11 de marzo, las imágenes de los rascacielos balanceándose, los trabajadores de oficinas presas del pánico y el transporte público paralizado han dado lugar a la especulación febril de cuándo, y precisamente donde, podría producirse el “Big One”.
Los medios de comunicación locales han dedicado montones de espacio y de tiempo de emisión a una advertencia de los expertos del Instituto de Investigación de Terremotos de la Universidad de Tokio de que las posibilidades de que un gran terremoto golpee Tokio en los próximos cuatro años podrían ser tan altas como del 70 por ciento, un escenario más alarmante que el ofrecido por el Gobierno.
Los investigadores dicen que en el peor de los casos, un seísmo de magnitud 7 azotaría la parte sur del área metropolitana de Tokio en 2016, mientras que las posibilidades de que ocurra un desastre similar dentro de 30 años son tan altas como del 98 por ciento.
Por el contrario, el Gobierno estima que la posibilidad de un terremoto de ese tamaño golpeando la capital es de un 70% en las próximas tres décadas.
La nueva advertencia se produce menos de un año después de que un terremoto de magnitud 9 frente a la costa noreste del país provocase un tsunami que dejó unos 20.000 muertos o desaparecidos.
Desde entonces, el dramático aumento en la frecuencia de pequeños temblores en el área de Tokio ha llevado a los investigadores a asumir que el desastre sacudirá a la capital antes de lo previsto anteriormente.
Según los investigadores, el número de seísmos moderados en la región de magnitud 3 o mayor se elevó a 343 en el período de los seis meses posteriores al terremoto de marzo, en comparación con sólo 47 en los seis meses anteriores.
La cobertura total, que llegó el mismo día en que un terremoto de magnitud 5,1 sacudió la prefectura de Fukushima, fue generada por una entrevista que uno de los expertos concedía al diario japonés Yomiuri Shimbun, y que pareció coger al instituto por sorpresa.
De hecho, los resultados se presentaron a los expertos en octubre pasado, y desde entonces el plazo en el que un gran terremoto podría golpear Tokio se ha alargado, de acuerdo con uno de los autores del estudio que habló con nuestra publicación.
"Los datos son de un grupo de investigadores individuales, no es un informe oficial", declara Shinichi Sakai, profesor asociado del instituto. “Hay menos actividad sísmica ahora que la que hubo después del desastre del 11 de marzo, así que diría que - aunque esto es sólo una somera estimación- las probabilidades de que un terremoto de magnitud 7 sacuda Tokio dentro de cuatro años han retrocedido. Es más como de 10 años".
Eso no significa que los 35 millones de habitantes del área metropolitana de Tokio puedan respirar tranquilos.
Generalmente se piensa que los grandes terremotos sacuden especialmente a áreas en ciclos de unos 150-150 años; el último desastre de este tipo que afectó a Tokio, el Gran Terremoto de Kanto, ocurrió en 1923, matando a más de 140.000 personas.
De acuerdo con el Consejo Central de Gestión de Desastres, un terremoto de magnitud 7,3 en la zona norte de Tokio podría matar a 11.000 personas, destruir 850 mil edificios y causar daños por una cifra de cerca de un billón de dólares.
El Gobierno ha dicho que los investigadores del instituto han llegado a su conclusión más preocupante debido a que han utilizado un modelo de equipo diferente para el cálculo de los riesgos.
Mientras que el estudio del instituto tuvo en cuento el incremento en la actividad sísmica moderada tras el 11 de marzo, los análisis del Gobierno contemplan los terremotos de magnitud entre 6,7 y 7,2 grados de magnitud que se han producido en los últimos 150 años.
No se ha producido ningún gran terremoto en el área de Tokio desde marzo, por lo que las estimaciones del Gobierno se mantienen inalterables, dice Sakai.
Sin embargo, Robert Geller, profesor de sismología en el departamento de ciencias terrestres y planetarias de la Universidad de Tokio y un crítico de la predicción de terremotos, dice que no hay que tomarse en serio las últimas advertencias.
“No tiene absolutamente ningún sentido, son sólo números extraídos a manivela mediante la introducción de otros números en un modelo de predicción no testado”, explica Geller a nuestra publicación. “Son la misma gente que decía que la región de Tokai (a lo largo de la costa central del Pacífico de Japón) era un gran riesgo y que el riesgo de Tohoku era mínimo. Todos sabemos hasta qué punto se cumplió.
"Me desconcierta el hecho de que alguien quiera prestar atención a estos chicos después de lo que sucedió el 11 de marzo. Supongo que tienen que decir cosas como ésta para justificar su apoyo financiero continuo, pero es muy triste”.
Geller dice que la historia confirma su desprecio por el “mapa de riesgo” del Gobierno que muestra las ubicaciones probables de grandes terremotos. Desde 1979, los terremotos que causaron más de 10 muertes en Japón tuvieron lugar en los lugares que aparentemente estaban catalogados como de bajo riesgo - prueba de que el mapa de riesgos y los métodos en que están basados son defectuosos.
En un artículo reciente del Boletín de los Científicos Atómicos, en coautoría con Johannis Noggerath y Gusiakov Viacheslav, Geller sostiene que la obsesión por un terremoto centrada en o cerca de Tokio podría haber imbuido a las personas de la devastada región de Tohoku en una falsa sensación de seguridad.
Las reiteradas advertencias sobre un posible terremoto cerca de Tokio, dicen, “podrían haber llevado a la población de la zona de Tohoku a creer que no estaba en riesgo de un gran terremoto y un posterior tsunami”.
Días antes los medios de comunicación informaron sobre el escenario más catastrófico, Tatsuo Hirano, el ministro encargado de la recuperación tras el desastre de marzo, se mostró confiado en que Tokio podría soportar un terremoto de gran alcance. “Por favor, quédense tranquilos y no huyan de Tokio”, dijo.
Hirano citó la falta de graves daños a los edificios e infraestructuras de transporte en la capital el año pasado como prueba de que sería capaz de resistir un terremoto de gran magnitud impactando directamente o en las cercanías.
Decenas de millones de residentes de Tokio esperan que tenga razón.
lainformacion.com
Una catástrofe de ese tamaño ha causado niveles bajos de ansiedad durante décadas, pero el terremoto y el tsunami que azotaron la región de Tohoku, en el noreste de Japón hace casi un año han traído consigo una perspectiva de la devastación en la capital de una dimensión mucho mayor.
Aunque Tokio no sufrió daños graves el 11 de marzo, las imágenes de los rascacielos balanceándose, los trabajadores de oficinas presas del pánico y el transporte público paralizado han dado lugar a la especulación febril de cuándo, y precisamente donde, podría producirse el “Big One”.
Los medios de comunicación locales han dedicado montones de espacio y de tiempo de emisión a una advertencia de los expertos del Instituto de Investigación de Terremotos de la Universidad de Tokio de que las posibilidades de que un gran terremoto golpee Tokio en los próximos cuatro años podrían ser tan altas como del 70 por ciento, un escenario más alarmante que el ofrecido por el Gobierno.
Los investigadores dicen que en el peor de los casos, un seísmo de magnitud 7 azotaría la parte sur del área metropolitana de Tokio en 2016, mientras que las posibilidades de que ocurra un desastre similar dentro de 30 años son tan altas como del 98 por ciento.
Por el contrario, el Gobierno estima que la posibilidad de un terremoto de ese tamaño golpeando la capital es de un 70% en las próximas tres décadas.
La nueva advertencia se produce menos de un año después de que un terremoto de magnitud 9 frente a la costa noreste del país provocase un tsunami que dejó unos 20.000 muertos o desaparecidos.
Desde entonces, el dramático aumento en la frecuencia de pequeños temblores en el área de Tokio ha llevado a los investigadores a asumir que el desastre sacudirá a la capital antes de lo previsto anteriormente.
Según los investigadores, el número de seísmos moderados en la región de magnitud 3 o mayor se elevó a 343 en el período de los seis meses posteriores al terremoto de marzo, en comparación con sólo 47 en los seis meses anteriores.
La cobertura total, que llegó el mismo día en que un terremoto de magnitud 5,1 sacudió la prefectura de Fukushima, fue generada por una entrevista que uno de los expertos concedía al diario japonés Yomiuri Shimbun, y que pareció coger al instituto por sorpresa.
De hecho, los resultados se presentaron a los expertos en octubre pasado, y desde entonces el plazo en el que un gran terremoto podría golpear Tokio se ha alargado, de acuerdo con uno de los autores del estudio que habló con nuestra publicación.
"Los datos son de un grupo de investigadores individuales, no es un informe oficial", declara Shinichi Sakai, profesor asociado del instituto. “Hay menos actividad sísmica ahora que la que hubo después del desastre del 11 de marzo, así que diría que - aunque esto es sólo una somera estimación- las probabilidades de que un terremoto de magnitud 7 sacuda Tokio dentro de cuatro años han retrocedido. Es más como de 10 años".
Eso no significa que los 35 millones de habitantes del área metropolitana de Tokio puedan respirar tranquilos.
Generalmente se piensa que los grandes terremotos sacuden especialmente a áreas en ciclos de unos 150-150 años; el último desastre de este tipo que afectó a Tokio, el Gran Terremoto de Kanto, ocurrió en 1923, matando a más de 140.000 personas.
De acuerdo con el Consejo Central de Gestión de Desastres, un terremoto de magnitud 7,3 en la zona norte de Tokio podría matar a 11.000 personas, destruir 850 mil edificios y causar daños por una cifra de cerca de un billón de dólares.
El Gobierno ha dicho que los investigadores del instituto han llegado a su conclusión más preocupante debido a que han utilizado un modelo de equipo diferente para el cálculo de los riesgos.
Mientras que el estudio del instituto tuvo en cuento el incremento en la actividad sísmica moderada tras el 11 de marzo, los análisis del Gobierno contemplan los terremotos de magnitud entre 6,7 y 7,2 grados de magnitud que se han producido en los últimos 150 años.
No se ha producido ningún gran terremoto en el área de Tokio desde marzo, por lo que las estimaciones del Gobierno se mantienen inalterables, dice Sakai.
Sin embargo, Robert Geller, profesor de sismología en el departamento de ciencias terrestres y planetarias de la Universidad de Tokio y un crítico de la predicción de terremotos, dice que no hay que tomarse en serio las últimas advertencias.
“No tiene absolutamente ningún sentido, son sólo números extraídos a manivela mediante la introducción de otros números en un modelo de predicción no testado”, explica Geller a nuestra publicación. “Son la misma gente que decía que la región de Tokai (a lo largo de la costa central del Pacífico de Japón) era un gran riesgo y que el riesgo de Tohoku era mínimo. Todos sabemos hasta qué punto se cumplió.
"Me desconcierta el hecho de que alguien quiera prestar atención a estos chicos después de lo que sucedió el 11 de marzo. Supongo que tienen que decir cosas como ésta para justificar su apoyo financiero continuo, pero es muy triste”.
Geller dice que la historia confirma su desprecio por el “mapa de riesgo” del Gobierno que muestra las ubicaciones probables de grandes terremotos. Desde 1979, los terremotos que causaron más de 10 muertes en Japón tuvieron lugar en los lugares que aparentemente estaban catalogados como de bajo riesgo - prueba de que el mapa de riesgos y los métodos en que están basados son defectuosos.
En un artículo reciente del Boletín de los Científicos Atómicos, en coautoría con Johannis Noggerath y Gusiakov Viacheslav, Geller sostiene que la obsesión por un terremoto centrada en o cerca de Tokio podría haber imbuido a las personas de la devastada región de Tohoku en una falsa sensación de seguridad.
Las reiteradas advertencias sobre un posible terremoto cerca de Tokio, dicen, “podrían haber llevado a la población de la zona de Tohoku a creer que no estaba en riesgo de un gran terremoto y un posterior tsunami”.
Días antes los medios de comunicación informaron sobre el escenario más catastrófico, Tatsuo Hirano, el ministro encargado de la recuperación tras el desastre de marzo, se mostró confiado en que Tokio podría soportar un terremoto de gran alcance. “Por favor, quédense tranquilos y no huyan de Tokio”, dijo.
Hirano citó la falta de graves daños a los edificios e infraestructuras de transporte en la capital el año pasado como prueba de que sería capaz de resistir un terremoto de gran magnitud impactando directamente o en las cercanías.
Decenas de millones de residentes de Tokio esperan que tenga razón.
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