El reconocimiento del vino como bebida nacional en 2010 no fue producto de la casualidad.
Las cifras hablan por sí solas: se estima que cada año la industria vitivinícola aporta a la economía cerca de $14.000 millones y que cada hectárea cultivada con viñedos genera el equivalente a unos $17.000 frente a los $2.100 de la soja.
Por otra parte, el valor agregado por litro de vino alcanza los $3,90, una cifra considerablemente superior a la que exhiben los productos de otros sectores, tales como la industria láctea ($0,80), las bebidas sin alcohol ($1) y la cerveza ($1,10), según datos que se desprenden de un informe elaborado por la Universidad de Cuyo.
En lo que respecta a su impacto en el empleo, la actividad da trabajo a unas 113.000 personas de manera directa e indirecta.
En este contexto, ¿cuánto están ganando actualmente los profesionales en esta actividad tan dinámica y responsable de aportar tan elevado nivel de valor agregado?
Según un relevamiento realizado por Vinos & Bodegas entre compañías de diferentes tamaños y consultoras, los cargos gerenciales en establecimientos medianos pueden partir de los $12.000. En diálogo con este medio, el directivo de una reconocida bodega ubicada en Agrelo, Luján de Cuyo, aseguró que "hoy un gerente comercial está cobrando entre $12.000 y $14.000, mientras que ocupar el cargo de CEO puede representar un ingreso mínimo mensual de $18.000".
Por su parte, el gerente comercial de una muy prestigiosa bodega del Valle de Uco, que exporta más del 50% de su producción, aseguró que, en empresas de mayor porte, con fuerte presencia en el exterior, los niveles gerenciales reciben remuneraciones que parten de los $17.000, mientras que en el caso de los CEO los sueldos pueden ubicarse por encima de los $25.000. "En un contexto inflacionario como el actual, está aumentando la brecha entre lo que gana un profesional en una bodega grande y en una chica, porque las primeras son las que pueden implementar mejores políticas de incrementos, acordes con las subas de precios", acotó el gerente, que pidió estricto off the record.
Al respecto, acotó que "los suelos en la Argentina, comparados con las principales zonas productoras, tanto del Nuevo como del Viejo Mundo -como Estados Unidos, Australia, Francia, España o Italia-, están bastante por debajo, pese a los continuos ajustes que deben hacerse para acompañar la inflación".
"Esto se debe a que en la Argentina tenemos cerca de 1.000 bodegas, pero menos de 15 manejan el 80% del mercado. El resto son pequeñas y medianas empresas que van ajustando los salarios como pueden", aseguró.
Las cifras hablan por sí solas: se estima que cada año la industria vitivinícola aporta a la economía cerca de $14.000 millones y que cada hectárea cultivada con viñedos genera el equivalente a unos $17.000 frente a los $2.100 de la soja.
Por otra parte, el valor agregado por litro de vino alcanza los $3,90, una cifra considerablemente superior a la que exhiben los productos de otros sectores, tales como la industria láctea ($0,80), las bebidas sin alcohol ($1) y la cerveza ($1,10), según datos que se desprenden de un informe elaborado por la Universidad de Cuyo.
En lo que respecta a su impacto en el empleo, la actividad da trabajo a unas 113.000 personas de manera directa e indirecta.
En este contexto, ¿cuánto están ganando actualmente los profesionales en esta actividad tan dinámica y responsable de aportar tan elevado nivel de valor agregado?
Según un relevamiento realizado por Vinos & Bodegas entre compañías de diferentes tamaños y consultoras, los cargos gerenciales en establecimientos medianos pueden partir de los $12.000. En diálogo con este medio, el directivo de una reconocida bodega ubicada en Agrelo, Luján de Cuyo, aseguró que "hoy un gerente comercial está cobrando entre $12.000 y $14.000, mientras que ocupar el cargo de CEO puede representar un ingreso mínimo mensual de $18.000".
Por su parte, el gerente comercial de una muy prestigiosa bodega del Valle de Uco, que exporta más del 50% de su producción, aseguró que, en empresas de mayor porte, con fuerte presencia en el exterior, los niveles gerenciales reciben remuneraciones que parten de los $17.000, mientras que en el caso de los CEO los sueldos pueden ubicarse por encima de los $25.000. "En un contexto inflacionario como el actual, está aumentando la brecha entre lo que gana un profesional en una bodega grande y en una chica, porque las primeras son las que pueden implementar mejores políticas de incrementos, acordes con las subas de precios", acotó el gerente, que pidió estricto off the record.
Al respecto, acotó que "los suelos en la Argentina, comparados con las principales zonas productoras, tanto del Nuevo como del Viejo Mundo -como Estados Unidos, Australia, Francia, España o Italia-, están bastante por debajo, pese a los continuos ajustes que deben hacerse para acompañar la inflación".
"Esto se debe a que en la Argentina tenemos cerca de 1.000 bodegas, pero menos de 15 manejan el 80% del mercado. El resto son pequeñas y medianas empresas que van ajustando los salarios como pueden", aseguró.
Los verdaderos artesanos del vino
En lo que respecta a la verdadera "cocina" del negocio, es decir, a los enólogos y asesores externos, los expertos destacaron que "hay una enorme variabilidad". En lo que respecta a bodegas chicas y medianas, el enólogo principal puede recibir una suma cercana a los $9.000 mensuales. "Parece una cifra baja, pero esto es lo que paga el mercado en empresas de tamaño medio o chico", aseguró el directivo de la firma del Valle de Uco, al tiempo que explicó que "para un mendocino, un enólogo es un tipo de laboratorio... En cambio para los consumidores, especialmente los de Buenos Aires, son una suerte de gurúes. Por eso les puede parecer un salario bajo cuando en realidad no lo es".
Sin embargo, en bodegas de mayor tamaño, que elaboran millones de litros anuales, la responsabilidad es otra. Y los sueldos también.
"Un enólogo consagrado, que trabaja en una bodega grande y reconocida, tranquilamente puede estar ganando entre $40.0000 y $60.000 mensuales. En estos segmentos los salarios son mayores porque son profesionales con proyección internacional. Las empresas saben que les pueden llegar propuestas del exterior y por eso les interesa mantenerlos incentivados. Igualmente son casos que se pueden contar con los dedos de una mano", explicó el director de una reconocida consultora especializada en recursos humanos de la ciudad de Mendoza.
Paralelamente, muchas bodegas también cuentan con los servicios de consultores externos que presentan dos perfiles bien definidos: pueden ser enólogos argentinos de renombre, o los llamados flying winemakers, que se caracterizan por asesorar diversos proyectos en numerosos países.
La necesidad de contar con los servicios de estos profesionales depende mucho de la situación en la cual se encuentra la bodega y su proyección en los mercados internacionales.
Desde la bodega emplazada en el Valle de Uco aseguraron que, para el primer caso, "sus honorarios ascienden a unos $4.500 mensuales, así trabaje una, dos o tres veces al mes".
Como contrapartida, los flying winemakers de peso, entre los que se encuentran "gurúes" como el francés Michel Rolland y el estadounidense Paul Hobbs, "ofrecen servicios estándar de cuatro visitas por año, con jornadas de entre seis y ocho horas, a un valor que va de los u$s10.000 a los u$s14.000 por día de trabajo".
Es decir que, en un año pueden embolsar cerca de u$s60.000 anuales por hacer los blends o cortes finales.
El experto agregó que "en algunos otros casos cobran menos arreglan una participación en el proyecto". El gerente de la bodega de Luján de Cuyo, aseguró a Vinos & Bodegas que "hace años atrás, por pagar la asesoría, cualquiera le podía poner su firma en la etiqueta. Ahora están más duros. Depende mucho de lo que se negocie. Poner el nombre del asesor bien visible puede fácilmente duplicar o triplicar esas cifras. Pero es un tema de prestigio. Ninguno de estos enólogos quiere que aparezca su firma en un vino malo, por más que le paguen una fortuna".
En este sentido, destacó que "nosotros hemos probado los dos formatos, el del flying winemaker y el del asesor local, y la verdad es que no hay uno mejor y otro peor. Los dos funcionan muy bien, dependiendo la etapa del proyecto".
"En los inicios, los asesores que viene del exterior te dan una visión internacional, porque conocen de todas las zonas vitivinícolas, además por supuesto de que son conocidos en los mercados más importantes y eso ayuda a entrar. Especialmente al inicio de un proyecto", destacó.
El directivo explicó que "en una segunda etapa, donde ya adquiriste parte de este conocimiento y entraste en los mercados, es muy interesante contar con el asesor local, que conozca a fondo el terroir, y así comenzar a trabajar en los detalles finos . Esto lleva la calidad y el conocimiento de del terroir a otro nivel".
En la misma línea, Javier Merino, director de la consultora especializada Area del Vino, explicó que "contar con un flying winemaker será clave dependiendo el momento en el que se encuentre la bodega, es decir, si está en la fase de penetración en los mercados internacionales o si la marca ya está instalada. En estos últimos casos, un `gurú´no te apalanca tanto".
Merino consideró que figuras como Rolland o Hobbs, por mencionar algunos nombres, "van a seguir teniendo peso en la industria, pero se vienen cambios".
Al respecto, adelantó que "en un contexto como el actual, de fuerte suba de costos y achicamiento de la rentabilidad, puede que algunas bodegas lo piensen dos veces y analicen redireccionar esos miles de dólares que pagaban por la asesoría a otros fines, como marketing o publicidad".
Además, aseguró que "muchas bodegas ya están entrando en la fase de madurez. Por lo tanto, van a empezar a ver que no les aporta tanto como antes el hecho de contar con un asesor internacional".
Por Juan Diego Wasilevsky
(c) Vinos & Bodegas iProfesional.com
En lo que respecta a la verdadera "cocina" del negocio, es decir, a los enólogos y asesores externos, los expertos destacaron que "hay una enorme variabilidad". En lo que respecta a bodegas chicas y medianas, el enólogo principal puede recibir una suma cercana a los $9.000 mensuales. "Parece una cifra baja, pero esto es lo que paga el mercado en empresas de tamaño medio o chico", aseguró el directivo de la firma del Valle de Uco, al tiempo que explicó que "para un mendocino, un enólogo es un tipo de laboratorio... En cambio para los consumidores, especialmente los de Buenos Aires, son una suerte de gurúes. Por eso les puede parecer un salario bajo cuando en realidad no lo es".
Sin embargo, en bodegas de mayor tamaño, que elaboran millones de litros anuales, la responsabilidad es otra. Y los sueldos también.
"Un enólogo consagrado, que trabaja en una bodega grande y reconocida, tranquilamente puede estar ganando entre $40.0000 y $60.000 mensuales. En estos segmentos los salarios son mayores porque son profesionales con proyección internacional. Las empresas saben que les pueden llegar propuestas del exterior y por eso les interesa mantenerlos incentivados. Igualmente son casos que se pueden contar con los dedos de una mano", explicó el director de una reconocida consultora especializada en recursos humanos de la ciudad de Mendoza.
Paralelamente, muchas bodegas también cuentan con los servicios de consultores externos que presentan dos perfiles bien definidos: pueden ser enólogos argentinos de renombre, o los llamados flying winemakers, que se caracterizan por asesorar diversos proyectos en numerosos países.
La necesidad de contar con los servicios de estos profesionales depende mucho de la situación en la cual se encuentra la bodega y su proyección en los mercados internacionales.
Desde la bodega emplazada en el Valle de Uco aseguraron que, para el primer caso, "sus honorarios ascienden a unos $4.500 mensuales, así trabaje una, dos o tres veces al mes".
Como contrapartida, los flying winemakers de peso, entre los que se encuentran "gurúes" como el francés Michel Rolland y el estadounidense Paul Hobbs, "ofrecen servicios estándar de cuatro visitas por año, con jornadas de entre seis y ocho horas, a un valor que va de los u$s10.000 a los u$s14.000 por día de trabajo".
Es decir que, en un año pueden embolsar cerca de u$s60.000 anuales por hacer los blends o cortes finales.
El experto agregó que "en algunos otros casos cobran menos arreglan una participación en el proyecto". El gerente de la bodega de Luján de Cuyo, aseguró a Vinos & Bodegas que "hace años atrás, por pagar la asesoría, cualquiera le podía poner su firma en la etiqueta. Ahora están más duros. Depende mucho de lo que se negocie. Poner el nombre del asesor bien visible puede fácilmente duplicar o triplicar esas cifras. Pero es un tema de prestigio. Ninguno de estos enólogos quiere que aparezca su firma en un vino malo, por más que le paguen una fortuna".
En este sentido, destacó que "nosotros hemos probado los dos formatos, el del flying winemaker y el del asesor local, y la verdad es que no hay uno mejor y otro peor. Los dos funcionan muy bien, dependiendo la etapa del proyecto".
"En los inicios, los asesores que viene del exterior te dan una visión internacional, porque conocen de todas las zonas vitivinícolas, además por supuesto de que son conocidos en los mercados más importantes y eso ayuda a entrar. Especialmente al inicio de un proyecto", destacó.
El directivo explicó que "en una segunda etapa, donde ya adquiriste parte de este conocimiento y entraste en los mercados, es muy interesante contar con el asesor local, que conozca a fondo el terroir, y así comenzar a trabajar en los detalles finos . Esto lleva la calidad y el conocimiento de del terroir a otro nivel".
En la misma línea, Javier Merino, director de la consultora especializada Area del Vino, explicó que "contar con un flying winemaker será clave dependiendo el momento en el que se encuentre la bodega, es decir, si está en la fase de penetración en los mercados internacionales o si la marca ya está instalada. En estos últimos casos, un `gurú´no te apalanca tanto".
Merino consideró que figuras como Rolland o Hobbs, por mencionar algunos nombres, "van a seguir teniendo peso en la industria, pero se vienen cambios".
Al respecto, adelantó que "en un contexto como el actual, de fuerte suba de costos y achicamiento de la rentabilidad, puede que algunas bodegas lo piensen dos veces y analicen redireccionar esos miles de dólares que pagaban por la asesoría a otros fines, como marketing o publicidad".
Además, aseguró que "muchas bodegas ya están entrando en la fase de madurez. Por lo tanto, van a empezar a ver que no les aporta tanto como antes el hecho de contar con un asesor internacional".
Por Juan Diego Wasilevsky
(c) Vinos & Bodegas iProfesional.com
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