Pam Belluck
The New York Times
The New York Times
NUEVA YORK.- En la película que ayer ganó el Oscar, El discurso del rey, Jorge VI comienza a tartamudear a los cuatro años y lucha con ese problema durante toda su vida. Sin embargo, raramente habla como el típico tartamudo, como el cerdito Porky, repitiendo rápidamente sonidos; usualmente, el rey tiene inconvenientes para que los sonidos salgan de su boca y su discurso está salpicado de abruptas pausas.
Su tartamudez se agrava en situaciones estresantes, como confrontar con su hermano o dirigirse al público, pero habla mejor cuando juega con sus hijas, canta palabras o insulta, o cuando la música lo aturde y no puede oírse a sí mismo.
Los especialistas dicen que estos detalles, descriptos por un guionista que tartamudeaba, son un buen reflejo de la realidad. Allí se encuentran las claves de este desorden frecuentemente devastador, afirman, que están comenzando a develar con la esperanza de encontrar mejores tratamientos.
Contrariamente a lo que se cree, las causas de la tartamudez no son los problemas psicológicos, como la ansiedad o el trauma. Según los científicos, la tartamudez es en realidad un problema en la producción del lenguaje: una brecha en la cascada de pasos que nuestros cerebros y cuerpos realizan para mover los músculos indispensables para producir palabras.
"Las personas que tartamudean tienen dificultades motoras -dijo Luc De Nil, de la Universidad de Toronto-. No tienen problemas para desarrollar palabras o sintaxis, pero sí para coordinar de forma eficiente los movimientos. El lenguaje requiere habilidades muy complejas, y un secuenciamiento y coordinación extremadamente rápidos."
Hablar no sólo involucra áreas cerebrales responsables del lenguaje, sino también de la audición, la planificación, la emoción, la respiración y el movimiento de la mandíbula, los labios, la lengua y el cuello. Anne Smith, de la Universidad Purdue, dijo que en los tartamudos, "los «generales» [las áreas motoras] del cerebro, que controlan a los soldados [los músculos], no envían las señales correctas, de modo que éstos se confunden y corren por todos lados".
Una de las características más llamativas de la tartamudez es que un chico no exhibe signos del desorden hasta que aparece, generalmente cuando el habla se hace más complicada.
"No hemos sido capaces de encontrar indicadores de la tartamudez antes del primer día en que se manifiesta -dijo Nan Ratner, de la Universidad de Maryland-. Todo parece perfecto, hasta que súbitamente no lo está."
Generalmente no comienza con los primeros vocablos de los chicos, agregó, sino "cuando están empezando con la gramática del lenguaje, las preposiciones y las pequeñas palabras que uno omite cuando está enviando un mensaje de texto".
Dificultades no verbales
Smith monitoreó las ondas cerebrales de niños mientras miraban dibujos animados en los que se insertaban errores de significado ("Papá puso el caballo en su café") y gramaticales. Los cerebros de los tartamudos responden a los errores de significado del mismo modo que los hablantes normales, pero tienen menor respuesta a los errores gramaticales, afirmó.
Los científicos están encontrando algunas respuestas a este problema. Examinando las imágenes cerebrales de personas que comenzaron a tartamudear de niños y de aquellos que lo hicieron después de padecer un accidente cerebrovascular, De Nil encontró una actividad excesiva en las áreas involucradas en el control motor del lenguaje y la coordinación de los movimientos requeridos para hablar.
Estas regiones cerebrales pueden estar trabajando de más porque los tartamudos no desarrollan "el patrón automático para hablar" usual en quienes no tartamudean, dijo Smith. "Es la diferencia entre manejar un Mercedes último modelo que funciona muy bien y un Toyota de hace 40 años", explicó.
De Nil también encontró menor actividad en un área del cerebro involucrada en oírse a uno mismo. Las razones no están claras, pero pueden reflejar, como en la película, que a los tartamudos les resulta más fácil hablar cuando eliminan su propia tartamudez, dijo Ratner.
Los científicos también encontraron dificultades motoras en algunas actividades no verbales que involucran secuencias. De Nil descubrió que los tartamudos tienen dificultades cuando se les pide que tecleen secuencias de números en un teclado.
Una película que evidenció verdades y secretos sobre la tartamudez
Por Valeria Vera
lanacion.com
lanacion.com
La película El discurso del rey, reciente ganadora de cuatro premios Oscar -incluido la de mejor película-, logró que el interés del público se focalice en un tema poco habitual: la tartamudez, una afección de la que no se conoce demasiado, pese a que afecta al 1,5% de la población mundial.
La tartamudez, llamada también disfluencia, consiste en un trastorno de base genética con repercusiones emocionales, con más frecuencia en los varones que en las mujeres y que alude, justamente, a una dificultad en la fluidez al hablar.
Hoy en día, los avances en los tratamientos permiten, según explicaron especialistas a lanacion.com, compensar dichos obstáculos a través de entrenamientos específicos que logran desensibilizar las dificultades asociadas a situaciones de miedo y contribuyen a que la persona que las sufre pueda expresarse con mayor libertad.
"Esto se ve muy bien en la película cuando el terapeuta, con elementos muy ingenuos, trata de ejercitar muscularmente el habla del rey. Al mismo tiempo, lo ayuda a no tener miedo y a enfrentar todo tipo de situaciones conflictivas", comenta a lanacion.com Beatriz Biain de Touzet, licenciada en fonoaudiología y presidente de la Asociación Argentina de Tartamudez (AAT), tras destacar la responsabilidad y seriedad con la que se encaró la problemática en el film.
Detección precoz. Si bien cada disfluencia es una en sí misma, porque cada persona se relaciona de una manera particular con "el hecho de trabarse", existen algunos rasgos comunes que conciernen a todos los que padecen este trastorno.
El 80% de los casos comienza entre los 3 y 5 años, cuando los errores de la fluidez (repeticiones y titubeos, entre otros) dejan de ser los normales y propios de esa etapa y concentran tensión o implican esfuerzo para el niño que intenta comunicarse. Touzet plantea que esa conducta con dificultades representa una clara señal de alerta de que llegó la hora de intervenir.
"Cuanto antes se encara el problema, antes se borra el comportamiento", afirma en diálogo con este medio. Y agrega: "La tartamudez se cura antes de los seis años, porque las estructuras cerebrales son plásticas hasta esa edad. Luego, dichas estructuras se van consolidando y, aunque el cerebro sigue siendo dinámico, el chico comienza a sentir la repercusión del entorno. Si la sociedad no está preparada, va a tratar de disimular la dificultad y esconderse o permanecerá callado".
La presidenta de la AAT diferencia dos tratamientos. En el caso de los niños, se estimula la fluidez mediante programas pensados para ellos, basados en juegos, experiencias y vivencias. Los padres deben acompañar este proceso y mantener la metodología y ejercitación en la casa.
Para los adultos, las técnicas están centradas en procedimientos para hablar de manera más cómoda. Es importante seguir un ritmo lento y pausado. Además, se apunta a extinguir la vergüenza y el miedo.
La proliferación de los tratamientos que estimulan la fluidez al conversar y las consultas precoces por parte de los padres repercutieron en las estadísticas mundiales y se logró así disminuir del 2 al 1,5% el total de casos registrados. Sin embargo, afirman los expertos, aún resta mucho por hacer y se puede empezar desde el hogar, con tareas sencillas.
Tiempo para escuchar. Esperar o "dar tiempo sin apurarse" es el lema que sostienen y trasmiten quienes conocen de cerca esta problemática.
Miriam Lobato, una mujer que pasó de ser paciente de Touzet a coordinar durante una década grupos de autoayuda en el Hospital Pirovano gracias a los avances que alcanzó durante su tratamiento contra la tartamudez, relató su historia a este medio y dejó un mensaje optimista sobre la posibilidad de vencer las barreras.
Ella vivió su época escolar como una "verdadera tortura". De chica casi no hablaba, era muy vergonzosa y no quería siquiera atender el teléfono. Pero su vida cambió cuando se conectó con el hospital y conoció a la doctora, que enseguida "le abrió la gran puerta".
Luego, se hizo cargo de las reuniones en el centro de salud y se dedicó a ayudar a los padres que, al igual que los suyos, se acercaban desesperados sin saber cómo manejarse. Algunos, incluso, le pedían consejos entre lágrimas.
"Para quienes sufrimos de este problema lo más importante es la escucha. No nos sirve que nos estén apurando o apabullando a preguntas, cosas que están asociadas con el estilo de vida que solemos tener. Esto es algo que hay que pulir, pulir y pulir", asegura Miriam, que considera que todavía se trata de un tema que requiere de mucha difusión porque, en algunos ámbitos, sigue siendo tildado como algo tabú.
Conectarse con el cuerpo. En ese proceso de reencontrarse con ella misma, la danza cobró protagonismo. Más tarde, se inclinó por el yoga: "Siempre estoy enganchada con alguna actividad que tenga que ver con el cuerpo y que me ayude a relajarme. Es importante encontrar una actividad que te distienda y con la que se puedas sentir mejor".
En esto coincide la musicoterapeuta Analía González, que ratifica que focalizar la atención en otra cosa, como el canto y la danza, contribuye con la relajación y con la necesidad de no de estar pendiente de la dificultad al hablar.
"La película así lo refleja. El rey estaba pendiente de su dificultad y se relaja con la música. Además al cantar se activan varios mecanismos a nivel cerebral que se vinculan precisamente con el goce y el bienestar", ejemplifica.
En este sentido, Touzet apunta que el terapeuta consigue con la música "ensordecer" al protagonista del film para que no escuche su propia voz y así adquiera fluidez. En tanto, también trabaja sobre el canto del paciente. "Ocurre que la disfluencia se manifiesta en el habla espontánea, no cuando la persona tiene que repetir o memorizar una canción", agrega.
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