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Es justamente lo que más rescatan de la niñez: la libertad, una libertad que Dante no conoce.
"Tengo Facebook para conectarme con mis amigos y chatear y por los juegos. En la computadora juego a los juegos del Facebook: Pet Society, Crazy Planet, Restaurante City. En Facebook mandás una solicitud de amistad para tener amigos y poder chatear con ellos. La mitad de los chicos de mi grado tienen Facebook. También tengo Play Station. Juego al Guitar Hero, el juego de Ratatouille, Kim possible, al Win Eleven, al de la NBA. También tengo una PSP y juego al básquet, al ping pong, a uno de carrera de autos, y escucho música. Me gusta Coldplay y Cerati. O veo videos de música o las fotos que tengo cargadas. En la tele miro dibujitos. Mi favorito es el de Phineas y Ferb, además de los Simpson. También veo películas en cine y DVD", detalla Dante Bottaro.
"Contra mi voluntad, vamos a regalarle la Play a mi nieto para las Fiestas, pero bueno, tampoco se puede ir contra la corriente", reflexiona Norberto Durán, dueño de un taller metalúrgico. Y vuelve sobre el tema: "Estoy seguro que a nosotros no nos hubiera gustado la Play, que es para estar solo y encerrado. Nosotros éramos una barra de la calle".
La calle también es el gran tema de Vanesa Potenza, secretaria en el Mercado Central y asesora de imagen. Su infancia fue en Madero, La Matanza, en uno de esos caserones con fondo, jardín y la puerta siempre abierta. La calle, el escenario perfecto para patinar, jugar a la escondida, la rayuela, el quemado. Esa calle que se llenaba de pirotecnia a fin de año y de bombitas de agua en el carnaval.
Vanesa ahora vive en Lugano, pero sus hijas (Melina, de 15, y Rocío, de 12) ni asoman la nariz. Con la ayuda de una comadrona, Norberto nació en la casa de su abuela, en Remedios de Escalada. Pero su infancia fue en una pieza y una cocina alquiladas, en una casa de Avellaneda en la que vivían tres familias. Elena, su mamá, le enseñó a leer, escribir, sumar y restar antes de que empezara primer grado. Norberto no habla de otra cosa que la calle, la pelota, las bolitas. Y los domingos en la cancha.
"La mitad de la barra era de Racing y la otra de Independiente. Ibamos todos a las dos canchas. Y como éramos menores de 12 años y estábamos solos, pagábamos diez centavos de seguro". No se iba de vacaciones ("ningún amigo se iba"). No tenía televisor. Las sobremesas eran jugando a las cartas con sus padres, con la radio de fondo.
"Tenía autitos de lata a cuerda y un triciclo. No tenía juguetes, pero no los necesitaba". Vanesa habla de bebotes y de un jueguito de té. Lamenta esos patines de rueditas naranjas que no tuvo, y añora las vacaciones en Mar del Plata, en un departamentito de la avenida Colón. Un gran recuerdo: el día que dejó su chupete en el programa de Carlitos Balá, en Canal 7.
Claro que el mundo de Dante no se limita a la Play. Va a la escuela, a un instituto de arte donde hace plástica, teatro, iniciación literaria, música, expresión corporal y títeres. En verano se va de vacaciones al exterior, y en invierno a esquiar: "Con mi mamá leemos todas las noches, dibujamos, cocinamos o vemos El Gourmet. Con mi papá hacemos el fuego para el asado. Me lleva los sábados al club a jugar al básquet. De grande me imagino jugando al básquet".
A pesar de las carencias materiales y afectivas ("no teníamos nada", dice Norberto), ("mi papá trabajaba mucho, casi no lo veía", dice Vanesa), tienen muy gratos recuerdos de la niñez. "Nos conformábamos", aseguran. Ser niño en los '50, '70, el 2000. ¿Mejor? ¿Peor? No son las preguntas adecuadas. Ya lo escribió Proust: "La patria es la infancia".
clarin.com
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