Es bueno saber que uno puede esperar lo mejor y trabajar para lograrlo, más allá de los obstáculos que encontremos en el camino. Asociada al optimismo, la esperanza nos ayuda a tener una visión más positiva del mundo. ¿Por qué no pensar que, pese a todo, podemos lograrlo? Ahora, habrá que ver qué es lo que tenemos en mente.
Si bien muchos prefieren relacionarla con la fe o dejarla librada al destino o al azar, la esperanza es una virtud que aprendemos desde muy pequeños. Ya desde los primeros años de vida establecemos las bases de lo que será nuestro potencial para alcanzar lo que nos propongamos. Cuantos más estímulos, seguridad y demostraciones de confianza hayamos recibido, mayores serán las capacidades y herramientas para ir en busca de nuestros propósitos.
En 2000, el psicólogo Rick Snyder, profesor de la Universidad de Kansas, propuso entender la esperanza como la suma de dos componentes fundamentales: la capacidad de planificar las vías para alcanzar los objetivos deseados y la motivación que nos ayudará a transitar por esos caminos.
En cada etapa de la vida, un proyecto y una estrategia esperanzadora. Siempre, la puesta en marcha de nuestro deseo acompañado de un plan propicio para sostenerlo y alcanzarlo: quiero la teta y lloro, me gusta aquel juguete y lo señalo, tengo que llegar al otro lado de la sala y gateo o camino.?Siempre habrá, en la medida de lo posible, un paso a paso que nos permitirá pronunciar una palabra, escribir otra, andar en bicicleta, sumar, restar, aprobar un examen, conseguir un trabajo, descubrir el amor, tener un hijo...
Para evitar desajustes y frustraciones entre lo que se espera y lo que podemos conseguir, Rick Snyder cree conveniente tener en cuenta tres factores esenciales: la valoración que hacemos del objetivo (¿Es una meta posible?), los pensamientos y expectativas que tenemos sobre los caminos que creemos necesarios para llegar a la meta (¿Cuáles son los pasos necesarios para seguir?) y, por cierto, la valoración sobre el grado de eficacia personal para seguir las vías que conducen al objetivo (¿Estoy capacitado para lograrlo? ¿Qué debo aprender para hacerlo?).
En estos tres aspectos está basada la psicoterapia para quienes quieren despertar la esperanza: ayudar a los pacientes a formular objetivos claros, encontrar las vías para alcanzarlo, motivarse para ir en su búsqueda y ver los obstáculos como retos para superar.
La esperanza es sinónimo de buena salud física y psíquica. Las personas optimistas o esperanzadas tienen mayores recursos y posibilidades para afrontar situaciones de estrés, vencer obstáculos o limitaciones. La esperanza fortalece el sistema inmunológico y, de este modo, ayuda a prevenir y curar enfermedades. La esperanza, además, promueve el encuentro, la convivencia placentera y sostiene las relaciones positivas. Así es como se logran personas, familias y comunidades saludables.
Si bien hay situaciones que no dependen de nosotros, la esperanza nos pide estar activos y deseosos, sin por eso tener que extremar los niveles de ansiedad. Todo a su tiempo. Aristóteles decía: "La esperanza es el sueño del hombre despierto."
Eduardo Chaktoura
lanacion.com
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