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Los cambios que han venido modificando las pautas de la existencia hogareña de hoy son muchos y fundamentales. La familia se ha reducido a la forma nuclear. Padre y madre trabajan fuera del hogar. Es frecuente que los hijos asistan a escuelas de doble escolaridad. Las casas tienen menores dimensiones que las del pasado y no hay comodidad para que los chicos puedan jugar por falta espacio. Se han incorporado, además, y con poder invasivo, productos de la electrónica: la TV, la PC y otros que, junto con los beneficios que brindan, no dejan de ser riesgosos.
¿Cómo adecuar en esta época el cumplimiento de los roles parentales ante los hijos y ante la propia conciencia de los deberes por asumir? Es un interrogante que los padres tienen que ir ajustando en función de sus circunstancias. Una lógica de la vida cotidiana indica la necesidad de establecer un orden de prioridades y, en ese plano, el cuidado de los hijos es una obligación principal que, para cumplirse, reclama buena voluntad y tiempo.
Dentro del cuadro de acciones por considerar merece una atención especial la relación con los productos tecnológicos. En primer lugar, la TV y la computadora como fuentes de entretenimiento, que se convierten en un peligro instalado en la propia casa cuando son los niños quienes las manipulan. Obviamente, para evitar ese riesgo los adultos no deben abandonar el control y acompañar en lo posible a sus hijos para aclarar, comentar o dar fin a un programa.
Es evidente que los productos de la tecnología pueden originar efectos opuestos: los positivos que justifican su importancia actual y los negativos de los que hay que prevenirse. Eso ocurre con las opciones que abre el empleo de la computadora: los progresos en el chateo, por ejemplo, reducen con frecuencia la capacidad de redactar y el correcto uso del idioma; a menudo, también, los videojuegos son una barrera para el contacto humano con personas del entorno; Internet permite bajar material pornográfico. Es que las creaciones tecnológicas responden a criterios de eficacia. Lo bueno y lo malo que pueda resultar de su empleo depende de los fines a los cuales se aplica. Por eso, es deber de los mayores procurar que sus hijos dominen esa gran herramienta, pero con conciencia de sus límites y desvíos.
lanacion.com
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