Suelo escuchar en mi consultorio a muchas mujeres expresarse según la imagen y la valoración que tienen de sí mismas: "Hoy me miré al espejo y me vi gorda, horrible, me sentí muy mal". "Estuve esperando todo el día que él me llamara y no lo hizo. Siento que no valgo nada, que no le importo". "Me puse el vestido nuevo, me dediqué mucho a arreglarme y cuando nos encontramos no se dio cuenta de nada, me empezó a hablar de su trabajo".
¿Cómo nos transmiten desde pequeñas nuestro valor como mujeres? De muchas y variadas formas: por los nombres que nos han puesto, por la ropa con la cual nos vestían; por los juegos que nos permitían; por el tipo de aprendizajes que nos estimularon; por cómo se respondía frente a nuestros éxitos y a nuestros fracasos; por las comparaciones con nuestros hermanos.
Además, desde el punto de vista de la autovaloración, nuestra madre es el primer modelo genérico en lo que a la autoestima se refiere. Muchas mujeres reconocen en su dificultad para valorarse la repetición de lo que percibieron en sus propias madres: madres que permanentemente se postergaban, que directa o indirectamente desvalorizaban a las mujeres y hasta que aceptaban ser maltratadas.
Esta baja autoestima se pone de manifiesto a través de dos síntomas muy comunes en las mujeres: las dificultades para decir "no" y para delimitar y defender un espacio propio. Gran parte de sus dificultades con los límites se debe a la inseguridad en sí mismas y a creer que no tienen derecho a defender lo que quieren o desean.
Cuando la mayoría de las mujeres jóvenes se enfrentan con un ideal físico literalmente imposible no lo rechazan sino que se rechazan a sí mismas, ajustando literalmente su visión de forma tal que son ellas quienes resultan absurdas, feas y antifemeninas.
Indudablemente, la sociedad y los medios transmiten mensajes que muchas veces no tienen relación con la realidad. Uno de ellos, es aquel que liga una buena sexualidad femenina con un cuerpo delgado.
Esto hace que en mi consultorio vea enlas mujeres, y mucho más que en los hombres, muchos complejos referidos a su cuerpo (el peso, algún rollito, las medidas no perfectas), pues no cumplen con los cánones de belleza que esta sociedad les impone. Esa distancia entre el modelo que se impone socialmente y la imagen real de una persona crean malestar y sufrimiento psíquico.
Muchas veces la preocupación por la figura les impide desarrollar una vida social normal. Hay quienes se sienten acomplejados por alguna parte de su cuerpo y por eso se privan de hacer salidas, de usar cierta ropa o darse algunos gustos. Esto a la larga deteriora la autoestima y puede llegar a desmoronar a una persona con estructura psíquica vulnerable, llegando en algunos casos a desarrollar verdaderas fobias sociales.
Por eso, y aunque parezca una preocupación trivial, los problemas con el cuerpo merecen ser motivo de consulta no sólo cuando el verano se acerca y aparecen los miedos a quedar expuesto sino para prevenir trastornos más graves como la anorexia, bulimia, depresión y/o fobias.
Senos, cola, pezones, genitales... ¿Motivo de vergüenza?
Una de los complejos de las mujeres es el referente al tamaño de sus pechos, suponiendo todas ellas que los hombres las prefieren de pechos grandes y abundantes. Esto las lleva a someterse a cirugías estéticas, muchas veces sin medir los costos que ello significa. También se muestran acomplejadas a veces por el tamaño y color de sus pezones, desconociendo que el tamaño de los mismos como el de la zona coloreada más oscura alrededor de ellos varía mucho de una mujer a otra.
Otro motivo de angustia es sentir que la forma y color de sus genitales externos (labios mayores y menores) son "espantosos", "deformes", "no mostrables" o producto de alguna anomalía. Esto las acompleja de tal modo que muchas veces evitan ser vistas completamente desnudas por sus maridos o prefieren hacer el amor con la luz apagada. Desconocen que los genitales externos varían mucho en tamaño, forma y color en cada mujer y que también se suceden cambios durante la etapa de excitación.
De una u otra forma, estos complejos afectan la relación a la hora de la intimidad, porque hacen que la mujer se sienta desvalorizada, angustiada, y muchas veces terminan generando dificultades sexuales.
¿Cómo lidiar con los complejos?
La clave para aprender a convivir con las partes "feas" de una es jerarquizar la palabra gustar. Y en lo cotidiano significará mirarla, enfrentarse a esa porción de nuestra anatomía que no nos gusta. Sin rechazos ni miedos. Reconciliarnos con nuestras partes imperfectas implica todo un trabajo de aceptación, para lo cual nos puede ayudar la terapia psicológica.
La perfección es imposible. Entonces, olvidémosla. Es importante convertir y destacar lo bueno que tenemos y dejar a un lado lo que entorpece nuestro camino.
Lic. Diana M. Resnicoff
entremujeres.com
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