domingo, 28 de febrero de 2010

Una nueva teoría destaca el rol del humor en la evolución del ser humano

A todos nos gusta reír y sentir el cosquilleo de una buena carcajada, pero parece que tomar la vida con alegría es más importante de lo que pensábamos.
Una nueva teoría sobre la evolución y sus vueltas sostiene que el sentido del humor hizo posible que el ser humano se convirtiera en lo que es hoy.
El especialista Alastair Clarke presentó sus ideas en un libro en el que explica cómo y por qué una persona encuentra que algo es gracioso. Este científico sostiene que lo que realmente importa no es lo que nos hace reír. Él cree que la clave está en que el cerebro reconoce un patrón que lo sorprende y su recompensa ante este hallazgo es la misma risa.
El investigador señala que la capacidad para reconocer estos patrones de manera instantánea e inconsciente fue una herramienta esencial en la evolución de los seres humanos, ya que gracias a ella se desarrollaron habilidades perceptuales e intelectuales únicas y muy avanzadas.
A su vez, la teoría del humor también sostiene que incluso actualmente la risa tiene un rol fundamental en el desarrollo de los niños. Clarke afirma que muchos juegos y bromas que los padres hacen a los bebes los ayuda a comenzar a reconocer patrones, experimentar sus primeras carcajadas y, de esta manera, desarrollar sus capacidades cognitivas.
Algunas actividades hacen reír a bebes de sólo cuatro meses de vida. Son procesos simples de sorpresa-repetición que constituyen patrones claros y básicos. A medida que los niños crecen -dice Clarke-, estos mecanismos de humor infantil se vuelven más complejos y comienzan a incluir elementos espaciales y temporales, contribuyendo a que el niño comprenda el humor lingüístico.
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La dilución del luto

Sabemos tan poco acerca de los otros. Subimos a un taxi y suponemos que la cara de pocos amigos del conductor tiene por objetivo hacernos sentir mal. “Si no le gusta lo que hace que se dedique a otra cosa”. En una de esas el hombre viene del entierro de un vecino o perdió a su mujer en un accidente de tránsito. ¿Cómo saberlo? Si por esas casualidades del destino se viste de negro, lo primero que vamos a pensar es que quiere hacerse el canchero. Hoy por hoy, más que con el duelo, los colores oscuros se asocian a la modernidad. El negro se usa en las fiestas porque adelgaza y siempre cae bien, casi nunca como señal de duelo.
El mozo gruñe en vez de saludar y nos preparamos para una guerra sorda que durará toda la velada. ¿Y si hace apenas unos meses enterró a un hijo? También puede pasar al revés. Entramos a una repartición pública y la empleada nos somete a un maltrato insoportable cuando las imágenes del velorio de un ser querido siguen frescas en nuestra memoria, ¿de qué manera le explicamos a esa persona que si nos acordamos de su madre fue debido a nuestro endeble estado emocional?
Todos los días interactuamos con gente a la que desconocemos y que nos desconoce. Y la falta de información no sólo atañe a cuestiones de vida o muerte. A los doce años las nenas se visten con ropa de mujer. En caso de que la naturaleza haya obrado con premura, será difícil determinar si están cerca de la mayoría de edad o acaban de archivar las muñecas. Con los varones ocurre algo parecido. La vieja tradición del pantalón corto permitía evidenciar algo: independientemente de sus piernas peludas el chico seguía siendo un nene y debíamos esperar un comportamiento acorde a su edad. El retraso de las futuras mamás en calzarse el uniforme de embarazadas genera múltiples confusiones. ¿Le doy o no le doy el asiento? Mejor pasar por mal educado que deprimir a una chica que se excedió con los panqueques.
El rechazo que muchas parejas sienten por el clásico anillo de bodas y su reemplazo por una versión original que sólo los novios son capaces de interpretar, o por un tatuaje que se confunde con una mancha de nacimiento, hace que sea imposible deducir si la persona en cuestión está comprometida o resulta apta para el consumo. ¿Qué la condición ya no importa a la hora de la conquista? Puede ser. Igual es información que se pierde. O se oculta. Vestir a los bebés de rosa o celeste, según el sexo, podrá ser una grasada (las madres modernas prefieren romper las costumbres). Sin embargo, ¿cuántas situaciones incomodas se evitarían? Desconcertados por el uso indiscriminado de la paleta de colores, los mayores suelen ser candidatos seguros a meter la pata. “Linda la nena”, piropean en la plaza. Pero resulta que la “nena” es un robusto varón de siete kilos y medio.
Aunque los consideramos grilletes que nos condenan a cargar el peso de situaciones que queremos olvidar (una muerte, por ejemplo) o estados sobre los que no tenemos por qué dar explicaciones (el hecho de tener pareja) y por eso mismo los vamos desterrando de a poco, los símbolos colectivos cumplen un rol social importantísimo; lenguaje no verbal que aportan valiosos datos sobre las personas con las que debemos interactuar día a día. Es probable que, al menos en parte, la violencia que caracteriza a las relaciones humanas de hoy se relacione con esa falta de información que, curiosamente, define a un mundo que se supone informado en exceso. Después de todo, aún dentro de una cancha de fútbol, es más difícil pelearse con un contrincante que lleva crespón en señal de duelo.
Despojados de pistas que aporten un mínimo contexto, los otros se convierten en dibujos planos y descoloridos, sin ningún tipo de profundidad que facilite la comprensión acerca de sus actos. Imposible construir empatía ahí donde no hay posibilidad de identificarse, compadecerse o, simplemente, entender aquello que da origen a un comportamiento singular. Impresiona descubrir que convivimos con seres humanos que pueden estar atravesando situaciones dramáticas y en lugar de emitir señales de alerta, las esconden. La chica que nos atendió en un negocio, el vecino que saludamos de paso en el ascensor, incluso el encargado de seguridad del edificio en el que trabajamos puede arrastrar un gran dolor frente a nuestras ignorantes narices.
Nosotros también somos víctimas, claro. ¿Cómo le explicamos a alguien que nuestra cara de traste no es producto del mal humor sino secuela de una profunda pena? Si a eso le sumamos la locura cotidiana, el resultado es una bomba de tiempo a punto de reventar. De todos los códigos “públicos” que se fueron perdiendo, los relacionados con el culto a la muerte son quizá los más interesantes de analizar. En apenas un par de generaciones, la mayoría de los ritos mortuorios desaparecieron o están en vía de extinción. ¿Qué se gana y qué se pierde con semejante mutación?
Elogio del crespón. Casi tan antigua como la civilización, la teatralidad de la muerte entró en crisis en la segunda mitad del siglo veinte. La costumbre del luto en el vestir, cuyo origen se remonta al Imperio Romano, fue uno de los primeros bastiones en caer bajo el peso de la modernidad. Salvo que se trate de algún acontecimiento oficial, ya nadie le presta atención a la manera “correcta” de vestirse en caso de desgracia. Somos capaces de despedir al muerto en zapatillas y musculosa. Si hablamos del asunto con una persona que tenga alrededor de ocho décadas, no sólo recordara la vigencia de los signos de duelo, sino que en algún momento de su infancia y de su juventud, habrá soportado los rigores de un estricto protocolo que obligaba a cumplir un proceso que incluía diferentes etapas: luto, medio luto, etc. Además de indicar el tipo de ropa a usar y su color, señalaba un código de conducta que debía observarse. Por ejemplo, entrar a un cine antes de que se cumpliera un año de la partida del finadito estaba mal visto. Ni hablar de asistir a un baile, un corso, o cualquier manifestación de alegría pública que pudiera ser tomada por una falta de respeto. Los aniversarios se respetaban a rajatabla (hoy se “festeja” el mes porque al año nadie se acuerda) y la visitas semanales al cementerio eran reglamentarias. Familias enteras quedaban atrapadas en grandes períodos de duelo que incluían la desaparición de algún pariente lejano o mal querido. Porque el luto no se relacionaba con el afecto o la cercanía. Si el que partía era un tío olvidado, no quedaba otra que calzarse el negro.
Un poco más atrás en el tiempo, las novias que tenían un muerto entre sus seres queridos debían renunciar al blanco virginal y casarse enlutadas. Ahora bien, si a esos mismos octogenarios, tan dados a endulzar todo lo relacionado con el pasado, le preguntamos su opinión acerca del luto y sus exigencias, dirán que era lo más parecido a una sesión de tortura. Aún en pleno auge, durante los treinta y cuarenta, los ritos mortuorios comenzaron a relacionarse con la hipocresía; artificio impostado que simplificaba el dolor y lo transformaba en un conjunto de normas vacías a respetar. El mas apenado de los deudos podía ser castigado socialmente por el hecho de no portar crespón o subir el volumen de la radio antes de que transcurriera un plazo prudencial. ¿Cuánto? Depende. Pero solían ser procesos muy largos. En el otro extremo, la más aliviada de las viudas podía disimular su euforia por la desaparición del marido camuflada al amparo de las formas. En determinado momento el rechazo a los dictados del duelo llegó a un punto que, a mayor cumplimiento, más desconfianza de parte de la gente acerca de los verdaderos sentimientos de los “damnificados”; desconcertante vuelta de tuerca que terminaba derramando un manto de sospecha sobre quienes cumplían con las “leyes”. Promediando los setenta, las formalidades excesivas ya representaban una rareza.
Claro que toda libertad tiene un precio alto. Al desembarazarnos de los signos obvios del luto ganamos el derecho a enfrentar el sufrimiento según nuestras propias reglas. Sin embargo, perdimos una herramienta fundamental: la posibilidad de decirle al mundo que nos trate bien porque estamos mal. Un simple crespón adosado a la ropa contenía valiosa información que, además de servir para evidenciar nuestro estado emocional, resulta muy difícil de transmitir fuera del círculo íntimo. ¿Cómo explicar todo lo que nos pasa en un segundo, mientras hacemos un trámite?
Vivimos interactuando con desconocidos que son un verdadero misterio. Desde las personas que viajan con nosotros en el subte hasta los empleados de las empresas en las que trabajamos (dentro de las grandes industrias, imposible conocer a todos), pasando por la cajera del supermercado o el médico que nos atiende en una sala de guardia. Alertados por esas señales no verbales que se esfumaron, nuestros antepasados nos aventajaban en la difícil tarea de convivir con los demás sin terminar a las trompadas o ahogados por el resentimiento hacia la raza humana en su conjunto. Desde esta perspectiva, nunca fuimos más anónimos que ahora en la expresión del dolor. Agobiados por el peso de las múltiples exigencias que imponía la obediencia debida a la memoria del finado, olvidamos que el luto riguroso también tenía que ver con nosotros. Y ahí no termina la cosa: muerto el perro, ¿se acabó la rabia?
¿Qué hacemos con el difunto? “Tirame en cualquier lado”, solía demandar mamá; reclamo que se convirtió en exigencia después de que una banda del cuerpo de bomberos irrumpiera en el velorio de papá y lo despidiera a pura fanfarria. ¿Tenía alguna relación con ellos? Más allá de una hermana bombera, ninguna conexión que justificara el barullo. Dado que hay que mirar el vaso medio lleno, me queda el recuerdo de haber saludado al viejo con una lluvia de acordes musicales desparejos que, lejos de conmoverlo, lo hubiesen hecho reír a carcajadas.
Poco afecta al humor negro, mi madre se aseguró una partida discreta y silenciosa. Puse tanto empeño en cumplir con su voluntad, que mi primera decisión fue decretar que no habría velatorio; eufemismo que supone quedarse solo frente a un cadáver amado, mientras amigos y familiares se ofenden por una conducta que, con justa razón, consideran grosera y despiadada. A determinada altura de esa larga noche, con mi mujer, quien hasta el día de hoy considera que cometí un tremendo error pero guarda respetuoso silencio de radio, decidimos que seguir permaneciendo ahí, sin el consuelo de la gente querida, era algo así como un pasaporte a la locura. ¿A quién llamar a esa hora? O lo que es peor, ¿cómo dar marcha atrás sin vulnerar los deseos de mamá? El desaguisado empeoró cuando llegó el momento del entierro. De no ser por mi suegro y una cuñada que burlaron la “prohibición” de ingreso al evento, todavía estamos resolviendo cómo cargar el cajón entre dos.
De todas formas, lo que en ese entonces fue considerado una excentricidad (pasaron algunos años), ahora es moneda corriente. Si bien es cierto que las personas no ponen la misma garra que yo en eso de alcanzar la discreción demandada por el finado, los velatorios están desapareciendo poco a poco; capítulo final de una historia que, como dijimos antes, arrancó con la desaparición del negro y culmina en el auge de las cremaciones. Mientras los cementerios privados, con sus tumbas sobrias, americanizadas y aparentemente “socialistas” (digo aparentemente porque lucen todas iguales pero sus precios difieren por ubicación), representaron una alternativa frente al paisaje deprimente que destila cualquier camposanto en estado de abandono, copado por chorros que arrebatan carteras y empleados estatales que cobran por lustrar los bronces que ya se robaron, la cremación es una especie de “depilación definitiva” del muerto que, además de resultar cómoda para los deudos, encierra el encanto poético de la ceremonia posterior: esparcir las cenizas en algún lugar simbólico; acto que según la actividad, caprichos y gustos del infortunado en cuestión, puede complicarse bastante. Porque una cosa es pedir que arrojen tus restos al Río de la Plata (está cerca y tan contaminado que nadie lo va a notar), y otra muy distinta pretender que te desparramen en medio de la cancha de Boca. Cualquiera sea el método elegido para despedir a un ser querido, la realidad muestra que cada día que pasa, los que se van ejercen menos influencia sobre los que se quedan.
Antes, los difuntos eran parte de la cotidianeidad, mantenían una consistencia que podía palparse en el aire. En vez de borrarse, sus huellas se exaltaban y exhibían a las generaciones por venir. La existencia del abuelo permanecía tangible incluso para aquellos nietos que no habían coincidido en tiempo y espacio con él. Sus fotos perduraban por décadas en sectores privilegiados de la casa. Hoy preferimos llevarlos en el corazón, espacio cálido aunque ligeramente estrecho si lo pensamos a manera de bóveda: suele estar tan superpoblado que, cuando llega el momento de hacer lugar, los difuntos se cuentan entre los primeros afectados. Anodinas y despersonalizadas, las tumbas tampoco dicen mucho acerca de los cuerpos que custodian. Ya ni fotos tienen, y las placas con signos de admiración (¡Papá!) pasaron de moda.
No sé si todavía estará, pero en el cementerio de Avellaneda había una tumba maravillosa. Pequeña y rudimentaria, reproducía una de esas típicas casas de material que representaban el sueño del inmigrante. Según la leyenda, la mujer había fallecido antes de verla terminada y sus familiares decidieron homenajearla construyendo esa modesta replica mortuoria. De haber sido enterrada hoy, el deseo de la señora hubiese desaparecido sin dejar rastros, disimulado a expensas de una placa discreta y sobria que escamotea información. Por años, la tumba de la casita, con sus ventanitas, escaleras y puertas en miniatura, me pareció ridícula. Mirada en perspectiva, tiene el mérito de haber generado una imagen imborrable, capaz de inmortalizar la intensidad de una persona común sin recurrir a estatuas pomposas o mármoles carísimos.
Cerrado por duelo. La caricatura de la viuda (o el viudo) y su condición de mártir que debía rendirle honores eternos al finadito, era cruel y patética. En ese sentido, la modernidad trajo alivio y la desaparición gradual del luto, entendido como exigencia social, debe ser considerada un paso adelante. Dicho esto, lo que queda es analizar la conexión que existe entre las licencias que nos tomamos con los muertos y el mundo de vivos. Exageraciones aparte, los ritos mortuorios representaban un homenaje a la vida. Aunque hoy por hoy la sociedad parece más preocupada en disfrutar de la vida que antes, lo cierto es que el concepto “vida” se redujo a lo que sigue: “estar vivo”. Parece un juego de palabras pero no lo es. Nuestros mayores concebían la existencia de una manera distinta; suerte de proceso que incluía valores como la trascendencia (y no me refiero sólo a lo religioso), el legado perdurable, la influencia sobre los otros. Vivir y respirar no eran sinónimos. Conservar la memoria de un muerto era rescatar su importancia. Lejos de estar atado a los latidos del corazón, el impacto del paso por este mundo se plasmaba en ceremonias complejas cuyo objetivo final era explicitar que no se trataba sólo de una cuestión biológica.
Además de alertar sobre nuestro sufrimiento, el luto funcionaba a manera de cicatriz visible que, sin necesidad de mayores explicaciones, exhibía el “peso específico” de la persona desaparecida. Una de las consecuencias más tristes de la sobriedad mortuoria actual, es que la existencia entera se reduce a dos fechas (nacimiento y muerte). Carentes de frases, leyendas o signos que mencionen alguna característica del difunto, las sepulturas son apenas un depósito de huesos anónimos. Todo está preparado para el olvido. O la negación. La reducción del cuerpo a cenizas avanza en la misma dirección. La ley establece un periodo de licencia para las madres trabajadoras. Ante un nacimiento, la mamá podrá ausentarse de su lugar de trabajo por un período relativamente prolongado, y al regresar tendrá algunas “ventajas” que le permitirán criar al bebé. ¿Qué tolerancia tenemos frente a la muerte de un hijo? Sin ningún signo externo que advierta sobre su dolor, la chica uniformada que nos atiende en la tintorería puede estar atravesando un verdadero infierno de angustia y desdicha. Existe una enorme diferencia entre “impulsar” a alguien a seguir y “empujarlo” a que lo haga. La sociedad pone de ejemplo a aquellos que salen adelante y reconstruyen su existencia. ¿Y aquellos que no pueden hacerlo? El luto no sólo desapareció, está mal visto. La muerte dejó de ser un acontecimiento público para convertirse en un acto privado. Así las cosas, los demás quedan eximidos de cualquier obligación hacia nosotros. Los alcances del pésame quedan limitados a las sinuosidades de la buena voluntad de la persona que tenemos enfrente. Ya nadie está obligado a nada en relación con la parca. Recientemente, los fallecimientos en cadena de varias personalidades destacadas (Raúl Alfonsín, Mercedes Sosa, Sandro), volvieron a poner de moda los velorios colectivos, transmitidos por televisión y realizados en espacios de impresionante contenido simbólico. Más que una excepción capaz de confirmar la regla, se trata de una brutal demostración de lo siguiente: los honores mortuorios se redujeron a un privilegio excepcional de los famosos. Aunque siempre lo fueron, la realidad indica que, años atrás, hasta el último de los desangelados tenía derecho a crespón. Ya lo dijimos, en teoría, la progresiva negación de la muerte obedece a una creciente valoración de la vida. Dado que el tiempo perdido difícilmente se recupera, invertir energía en los que se fueron es un lujo que no podemos darnos. Hay que seguir. Eso es en teoría. En la práctica, ignorar a los muertos puede ser parte de una conducta perversa que nos convierte en maquinas productivas, sin tiempo para reflexionar ni procesar los efectos traumáticos de las ausencias significativas. Una de las consecuencias más penosas de esta compulsión por recuperarse sí o sí, son esas terapias cortas que, imitando a una sesión de SPA, prometen alivio instantáneo (o casi) ante el desgarro de la perdida. Las palabras también atentan contra el derecho a ejercer el dolor: “Se fue de gira”, “No le gustaría verme mal”, “Lo despedimos con una sonrisa”, “Me mira desde el cielo”. O sea, acá no ha pasada nada. Las ceremonias fúnebres, con sus pompas, símbolos y signos, son parte de la civilización. Si su reducción obedece a una simplificación práctica, vaya y pase. Si supone niveles alarmantes de negación, estamos en problemas. Valorada por su contenido liberador, la dilución progresiva del luto puede estar alertando que tenemos el corazón cerrado “para” el duelo, y no “por”, como se decía antes.

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El hombre más viejo del mundo fumó toda la vida y toma alcohol cada mañana

Cuando nació, el Imperio Otomano era una potencia, Irán se llamaba Persia y el mundo no podía esconder su emoción tras la proyección de la primera película de cine. Ciento quince años más tarde, la familia de David Pur afirma que se trata del hombre más viejo de la tierra.
Tres de sus nueve hijos que siguen vivos, 18 nietos y 56 bisnietos esperan la llegada de un enviado de Guinness que formalice el título de David. Hace tres meses se mudó a un asilo en la ciudad israelí de Rehovot. Prácticamente no ve, pero continúa rezando de memoria todos los textos de las plegarias judías y de la Torá.
"Tuve mucho tiempo para memorizar los escritos bíblicos", comenta sonriendo. Hace reír con sus chistes a toda la familia, que lo visita a diario. "Lo principal es no perder el optimismo. Yo, que enterré a la mujer de mi vida hace 50 años y a seis de mis hijos, entiendo que no hay que permitir que la amargura se apodere de nosotros. Ni hay que envidiar".
Y advierte, apuntando con el dedo: "Los celos traen muchas enfermedades y al final te matan. No hay que correr toda la vida para lograr una casa más grande y un coche mejor. Debemos contentarnos con lo que hay". David nació en Persia en 1895 y se convirtió en asesor del Sha, que admiraba su dominio de idiomas, como el persa, hebreo, árabe, arameo y francés (a los que agregó el tagalo, que aprendió con los filipinos que le cuidan). Cuando habla se expresa en hebreo, pero a veces vuelve a su idioma natal, sin darse cuenta. Sus nietos sirven de intérpretes.
La familia Pur hizo su alia (ascensión, es decir, emigración) a Israel en 1948. Hasta los 110 años el anciano fumaba, aunque asegura: "El daño era más reducido porque nunca tragué el humo". Cada mañana a la hora del desayuno bebe un vasito de aguardiente y come frutos secos. "Lo mejor es no comer en la calle, porque no se puede saber cuándo cambian el aceite y sin saberlo se traga veneno. Yo evito la carne y los fritos y como muchas frutas y verduras", comenta. Cada mañana hace sus plegarias junto a Moshe, que acaba de cumplir 100 años y a menudo parece perdido. Es su compañero mayor quien le cuenta.
David escucha las noticias en la radio y en la televisión. El nieto del anciano es un conocido general del ejército, Yoav Mordejai. David le da su opinión sobre la mentalidad iraní, su patria natal. "Hay que ser fuerte con el régimen de los ayatolas y no temerles", dice a su nieto, que se siente obligado a tranquilizarlo. Su hijo Salim, de 70 años, comenta tras un largo suspiro: "Mi padre al final lo resuelve todo con una sonrisa. Ya quisiera yo ser como él. Mientras él siempre es positivo y nos anima a todos, yo llevo años tomando antidepresivos".

Sus claves de la longevidad
El cigarrillo
Pur asegura que dejó de fumar hace sólo cinco años. Y que logró reducir los daños del tabaco porque nunca tragó el humo.
La alimentación
Todas las mañanas desayuna un vasito de aguardiente y come frutos secos. Dice que no hay que comer en la calle: "No se puede saber cuándo cambian el aceite". Evita las carnes y las frituras y come muchas frutas y verduras.
La actitud hacia la vida
Enterró a su mujer y a seis de sus hijos, pero dice que no hay que perder nunca el optimismo. También sugiere dejar de lado los celos y no correr siempre detrás de los bienes materiales: "Debemos contentarnos con lo que hay".
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DÍA MUNDIAL: Las más raras de las enfermedades raras

MARÍA VALERIO
MADRID.- Su caso es uno de los más raros dentro de los raros. Belén, la madre de Víctor, lleva escuchando malas noticias desde que él nació. Que si no vería, ni oiría, ni viviría demasiado a causa de su diagnóstico: síndrome de Joubert. Tal vez por eso decidió movilizarse, formar una asociación, dar a conocer su caso en los medios de comunicación (como lo hizo en el suplemento SALUD de El Mundo en 2003) y rebelarse al destino. Cualquier pequeño paso es un logro y ellos, como los millones de afectados por una enfermedad rara en España alzan la voz en este 28 de febrero.
¿Se imagina tener que esperar más de cinco años hasta que un médico sea capaz de poner nombre a su enfermedad? ¿Se imagina el peregrinar de un especialista a otro hasta tener un diagnóstico para sus síntomas? Ésa es la experiencia común que comparten las personas que sufren una de esas patologías con nombre impronunciable que afectan apenas a dos o tres por cada 100.000 habitantes.
Las cifras 'oficiales' dicen que un 6%-8% de la población mundial está afectada por una enfermedad rara, unos tres millones de españoles que sufren alguna de las 5.000 a 7.000 patologías diferentes de este tipo que existen (neurodegenerativas la mayoría; incurables, muchas de ellas). Tres millones de historias desgarradas que quieren aprovechar este 28 de febrero para poner voz a sus reivindicaciones.
Como Iliana, la madre de Andrea (seis años), una niña de Mallorca que sufre síndrome de Takayasu, una patología vascular más propia de mujeres asiáticas. "El suyo fue el primer caso que se diagnosticó en España; ahora hemos localizado a dos niños más en Granada y Sevilla, aunque con afectaciones muy diferentes en cada caso", explica esta madre coraje, que conoció el diagnóstico de su hija a los dos días de su cuarto cumpleaños ("hasta entonces era una niña sana") y ya habla con soltura de estenosis (estrechamiento) y otras 'palabrejas' médicas que le permiten asistir sin perderse a congresos médicos.
Centros de referencia
La enfermedad de Andrea (que de momento prefiere permanecer en el anonimato) es una rara entre las raras, tiene origen autoinmune (a diferencia del 80%, que están causadas por un error en los genes) y de momento no puede beneficiarse de las cirugías que sí sirven en el caso de los pacientes adultos.
"Somos las grandes olvidadas del sistema sanitario", se lamenta Isabel Campos, representante de la Federación Española de Enfermedades Raras (FEDER). Su lista de reivindicaciones no es larga, pero sí concreta: "Necesitamos unidades de referencia con personal especializado, que permita acortar el tiempo del diagnóstico que ahora puede ir de cinco a 10 años", asegura Campos. Y más ayuda económica: "el 20% del presupuesto familiar se destina a cuidar del paciente".
Lo sabe bien la madre de Víctor (nueve años), uno de los seis casos de síndrome de Joubert registrados en España según datos de FEDER. Los libros de medicina hablan de alteración respiratoria, ataxia (falta de coordinación en los movimientos), retraso mental, hiperinsulinemia, polidactilia (más dedos de lo normal), problemas renales... aunque Víctor ha logrado superar muchas de las pesimistas predicciones que han ido haciendo los médicos desde que nació.
Desafiando todos los pronósticos, Víctor ya va a un colegio normal cuatro días por semana y sólo ahora empieza a conocer la otra cara de las enfermedades raras, el desprecio y las burlas de sus compañeros. "Se ríen de él, y cuando se pone nervioso se le acentúan las estereotipias [movimientos incontrolados de la cabeza] y los tics", se lamenta Belén. "Sólo ahora empieza a ver sus diferencias, pero nuestro empeño ha sido siempre que sea lo más independiente posible y de momento no manifiesta ninguna preocupación, es su normalidad".
Como lo es la de Juanjo (24 años), uno de los 80 afectados por el síndrome de Apert en España. "Yo tomé conciencia de mi enfermedad a los 18 años a raíz de un artículo que leímos en el periódico", relata desde su casa. "Lo peor era el desprecio de la gente cuando era niño, pero ahora soy feliz, ya no me afecta tanto como antes", confiesa. Ser diferente, en su caso, no le ha impedido estudiar enología y trabajar en un centro social en Aranjuez. Allí vive, y también sale los sábados por la noche con sus amigos: "¿Si yo he peleado por la normalidad, cómo no voy a ser coherente?, se pregunta su madre, Pilar.

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Campaña polémica incluso antes de existir

La campaña antitabaco que dio la vuelta al mundo no existía. Todo comenzó el martes, 23 de febrero, cuando la publicación 'Parisien' mostró dos fotos que juegan a la provación de presentar a jóvenes fumadores en rodillas delante de adultos, en una posición con claras connotaciones sexuales; es decir, comparando la adicción a la cajetilla a practicar una felación forzosamente.
Esta campaña marcada por el escándalo rápidamente se extiende por toda Francia, desde la cadena TF1 hasta France 5, de Canal + a Frane Inter. Pronto, llega a otros países, como España, salta el Atlántico ('The New York Times', por ejemplo, recoge la polémica) y se hacen hecho en cualquier confín del planeta (el canal del partido comunista chino, la CCTV, también ha mostrado las escenas).
Sin embargo, tal y como ha contado la edición digital de 'Le Monde', nadie ha visto esa campaña, ni en vallas ni en 'banners', ni en ninguna otra forma publicitaria: los periodistas y los blogueros, simplemente, recibieron un correo de la agencia publicitaria BDDP en el que se avanzaba el lanzamiento de una campaña con los jóvenes como 'target' y la dieron a conocer gratuitamente motivados por su vocación.
A partir de ahí, gracias al
impacto que provocan las fotos, corrieron como la pólvora por la Red. La campaña no había sido lanzada y ya varios reporteros ya habían pedido cuentas a la Autoridad de regulación profesional de la publicidad (ARPP).
Éstos han confesado. "No había campaña de publicidad. La agencia nos dijo que se trataba de hecho de 15.000 tarjetas distribuidas en los clubes de noche y los bares en Ile-de-France", ha afirmado José Besnaïnou, director general del ARPP.
Por si acaso, habiendo protestado incluso Nadine Morano, el secretario de Estado de la familia, la ARPP ordenó el pasado viernes "el cese inmediato de la campaña".
En origen no existía, pero después del revuelo se puede decir que sí, aunque gracias al impacto de esas imágenes en los medios de comunicación. Todas las expectativas ya estaban perfectamente superadas en el momento en el que por fin, ese mismo viernes, se vieron las fotos en las revistas 'Choc' y 'Entrevuees', tal y como recuerda 'Le Monde'. El trabajo ya estaba hecho antes, y sin pagar un euro.

elmundo.es

Wiiitis, la nueva lesión

ISABEL F. LANTIGUA
MADRID.- Lo llaman 'Wiiitis' y cada vez más gente sabe lo que significa. Como
María y Julio, que han experimentado en carne propia los estragos de convertirse en tenistas o golfistas de salón, en imitadores de atletas por obra y gracia de los juegos desarrollados para la consola 'Wii'. No requieren ni la mitad de esfuerzo que los deportes reales, tienen indudables beneficios para la salud y son muy adictivos. Pero, en ocasiones, también generan problemas.
"En los últimos meses hemos visto un aumento de las lesiones producidas por este tipo de videojuegos, de ahí la palabra Wiiitis. Como mayoritariamente la responsabilidad de la partida recae en el brazo que sujeta el mando, son los problemas en el codo, en el hombro y en la mano los más frecuentes", explica a elmundo.es María Almansa, del Colegio de Fisioterapeutas de Castilla- La Mancha. "Aunque también se dan esguinces de tobillo en personas que se caen de la tabla (necesaria para jugar a
Wii Fit) sin darse cuenta o, incluso molestias de espalda", reconoce esta experta.
El término Wiiitis (el sufijo 'itis' significa inflamación) lo acuñó el español Julio Bonis en una carta remitida a la revista
'New England Journal of Medicine' en 2007 y, desde entonces, no ha dejado de sonar. En 2008, especialistas de la Clínica Mayo (EEUU) mostraron mediante imágenes de resonancia magnética un caso de 'Wiiitis' en un paciente sano de 22 años, que acudió con dolor intenso en el hombro y el brazo izquierdo. La culpa la tenía la partida de bolos virtual que había jugado en la consola. Otros jóvenes de distintos países han vivido situaciones similares. "Desde entonces es habitual escuchar a alguien con Wiiitis, Wii-elbow (codo de Wii) y otros trastornos parecidos", indica el doctor Isaac del Real, vocal del Colegio de Fisioterapeutas de Andalucía.
El paciente que acude a consulta con este tipo de molestias suele tener entre 30 y 35 años, que corresponde precisamente al perfil del individuo que más horas pasa con este entretenimiento. El principal problema, según los propios afectados, radica en que como, aunque obligue a moverse el juego no cansa mucho, se puede estar varias horas forzando el músculo sin que uno sea consciente.
Tanto Almansa como del Real explican que "las lesiones dependen del tiempo de juego y del estado físico de la persona, ya que no es lo mismo alguien que hace deporte habitualmente que otro que de buenas a primera se pone a jugar como un loco sin estar acostumbrado".
Calentar y estirar
Las lesiones causadas por la Wii son, según los expertos, las mismas que se producirían si se realizara la actividad física real. Es decir, codo de tenista, lumbalgias, tendinitis y molestias en las muñecas, entre otras.
En cuanto al tratamiento, también es el mismo que se aplicaría si se hubiese producido la lesión en una pista de tenis o en un campo de golf y puede ir, dependiendo de la gravedad, desde un poco de reposo a tomar antiinflamatorios y analgésicos o necesitar rehabilitación.
"Al igual que cualquier deporte, este tipo de juegos requiere un calentamiento y un estiramiento previo y un estiramiento y un calentamiento posterior. Es la mejor manera de evitar este tipo de problemas", recomiendan desde el Colegio de Fisioterapeutas de Castilla La Mancha. Asimismo "es necesario llevar ropa cómoda y hacer un descanso de 10 minutos cada hora de juego", añaden.
El riesgo de lesión existe porque "mientras en un deporte real, como por ejemplo el tenis, la energía se disipa al dar el golpe a la bola, en el caso de la Wii la energía no puede salir con el golpe, porque es al aire, y entonces se acumula en la articulación y los tendones. De ahí las tendinitis", concluye Isaac del Real.

elmundo.es

Para tratar la lumbalgia, vaya al psicólogo


CRISTINA DE MARTOS
MADRID.- Acupuntura, higiene postural, ejercicio estructurado... Las personas que sufren dolor lumbar crónico pueden abrazar diferentes estrategias terapéuticas pero lo cierto es que a largo plazo ninguna ha demostrado una eficacia alta. Puede que la solución, según un trabajo publicado en '
The Lancet', esté en la consulta del psicoterapeuta.
La lumbalgia crónica es uno de los principales problemas de los sistemas sanitarios de los países desarrollados y una fuente de constantes pérdidas monetarias y en productividad. Es el tercer problema de salud que más discapacidad provoca y el sexto que más recursos financieros consume. A pesar de los esfuerzos por dar con un tratamiento eficaz para esta afección, los resultados hasta ahora son tibios.
El principal consejo que reciben las personas con dolor lumbar es que se mantengan físicamente activas. Además de esto y de las terapias farmacológicas, pueden recurrir a otros tratamientos, como la
acupuntura o la higiene postural, que son medianamente eficaces en la reducción del dolor durante los primeros meses pero, a largo plazo, dejan de serlo.
Un grupo de expertos de la Universidad de Warwick (Coventry, Reino Unido) ha puesto a prueba una estrategia alternativa basada en la terapia cognitiva grupal. Más de 400 pacientes que sufrían de forma crónica este trastorno o durante al menos seis semanas antes del inicio del estudio recibieron los consejos típicos ante esta situación (medicación, ejercicio, etc.) y, además, acudieron a sesiones de terapia. Otros 200 sujetos disfrutaron sólo de las recomendaciones habituales.
Los autores evaluaron al inicio y al cabo de un año la situación de los participantes mediante dos cuestionarios que miden el grado de incapacidad y el dolor. Mientras que la puntuación de los pacientes acogidos al plan terapéutico habitual varió 1,1 puntos y un 5,4% en cada uno de los tests, los sujetos que acudieron a los grupos de terapia cognitiva mejoraron 2,4 puntos y un 13,8%.
Una buena alternativa pero con reparos
Esta nueva estrategia, apunta el artículo, mostró una eficacia similar durante los primeros cuatro meses a la de los tratamientos más comunes (acupuntura, ejercicios estructurados, etc.) pero sus resultados fueron mejores a largo plazo. Al ser preguntados, un 59% de los pacientes en terapia declaró sentirse curado frente al 31% de los controles.
Uno de los puntos fuertes de este tratamiento es su reducido coste –la mitad que los clásicos-, que "refuerza la idea de que se trata de una intervención clínicamente valiosa", indica el estudio. "La terapia es factible desde el punto de vista económico y de la práctica, pero no es la panacea", advierte un editorial que lo acompaña.
Su autor, Laxmaiah Manchikanti, director del Centro del Manejo del Dolor de Paducah (Kentucky, Estados Unidos), subraya varios puntos oscuros en la investigación británica, como la ausencia de información acerca de cuántos pacientes tenían dolor desde hacía menos de un año o de cuáles de ellos eran candidatos a la cirugía, datos importantes para valorar la gravedad de la afección.
Aunque reconoce que los datos del trabajo sugieren que podría ser útil como tratamiento para la lumbalgia en la asistencia primaria, recalca también que su implantación sería posible en aquellos países que cuentan con sistemas nacionales de salud pero no en otros como Estados Unidos o el Reino Unido, donde la asistencia es privada.
elmundo.es

A los 6 meses, un bebé ya sabe si le están gastando una broma o no

Los bebés muy pequeños de sólo seis meses de edad-, saben cuándo se les está tomando el pelo, que esta actitud no les gusta, y que expresan su disconformidad o reaccionan en consecuencia, de acuerdo con lo que aseguran científicos de la Universidad de York, en Canadá.
Para afirmar algo tan polémico, los investigadores analizaron las reacciones de bebés de seis y nueve meses ante un juego que consistía en que un adulto se mostraba bien incapaz o bien reticente a compartir un juguete con los pequeños.
Los bebés detectaron y aceptaron con calma el hecho de que el adulto no fuera capaz de compartir con ellos el juguete por razones que escapaban a su control pero, por el contrario, se mostraron agitados cuando resultó evidente que el adulto, simplemente, no tenía intención de compartir.
Según la directora del estudio, Heidi Marsh, los bebés son capaces de diferenciar si se les está gastando una broma o si se está siendo manipulador con ellos, y además saben cómo transmitir su opinión al respecto. Según Marsh, esta es la primera demostración empírica de que los bebés tan pequeños son capaces de comprender las intenciones de los actos de los adultos.
Hasta el momento, se habían obtenido evidencias basadas únicamente en la habituación visual de los niños ante determinados estímulos (la habituación en psicología es el proceso de acostumbramiento o aprendizaje no asociativo a los estímulos del medio interno o externo, y está considerada una forma alternativa de integración).
Es decir, que estudios previos habían observado los patrones de las miradas de los pequeños cuando a éstos les eran presentados estímulos diversos pero, según la investigadora, esta fórmula de estudio resulta demasiado abierta a interpretaciones y, en consecuencia, a conclusiones confusas.
Por otro lado, en investigaciones anteriores se concluyó que la capacidad de diferenciar las intenciones de los adultos no se desarrollan hasta los nueve meses de edad, algo que el estudio de Marsh desmiente.La investigadora señala que un niño de seis meses de edad, comparado con uno de nueve meses, expresa de manera distinta lo que sabe.
Durante el estudio, los bebitos fueron sometidos a tres situaciones en las cuales el centro siempre fue un juguete: de bloqueo, de burla y de juego. En cada una de estas situaciones hubo una condición de incapacidad de compartir el juguete y otra de resistencia a compartirlo por parte del adulto.
Así, por ejemplo, en la situación de burla, el adulto extraño sostuvo un sonajero cerca de los niños y, después, lo ocultó detrás de él (condición de resistencia a compartir). Asimismo, una atractiva pelota cayó accidentalmente, de manera que quedó fuera del alcance del adulto (condición de incapacidad de compartir).
Los movimientos visibles tanto del adulto como del juguete fueron reflejo de las condiciones de cada prueba, esto es, fueron diseñados para que los niños pudieran comprender las intenciones o la situación del adulto.
Incluso las expresiones faciales de éste se utilizaron para expresar resistencia a compartir o incapacidad para hacerlo.Los resultados fueron los siguientes: los niños de ambas edades (seis y nueve meses) desviaron sus miradas durante las pruebas en que el adulto se mostró renuente a compartir.
En estas pruebas, además, los niños de nueve meses dieron golpes con sus brazos, mientras que los bebés de seis meses mostraron otro tipo de reacciones correspondientes a afectos negativos, como fruncimiento del ceño. Estas reacciones no se dieron en ningún bebé en las condiciones de incapacidad para compartir el juguete.
Otro dato revelado por la investigación fue, según Marsh, que aquellos niños más independientes resultaron ser menos expresivos ante las situaciones de renuencia a compartir (por ejemplo, lloraban menos que otros), pero físicamente más proclives a demostrar una resistencia activa a la situación.
Esta diferencia sugiere que es importante analizar las habilidades sociales y cognitivas de los niños para comprender el espectro de comportamientos sociales que puede darse a estas edades. La revista Infancy ha publicado un artículo detallado sobre esta investigación.
La inteligencia y las capacidades de los más pequeños han sido objeto de diversos estudios en los últimos años. Sus resultados han permitido constatar el sorprendente grado de conciencia de los bebés, demostrando, por ejemplo, que éstos, con tan sólo cinco meses, son ya capaces de diferenciar entre sólidos y líquidos o que, con sólo dos o tres días de edad, ya pueden detectar el ritmo de la música.
neomundo.com.ar

"Parla argentina": un diccionario de frases que se usan en el país

La Academia se ha llenado de voces. "A la marchanta"; "pasar el chimento"; "patinarse los mangos"; "pegar un levante"; "cargar con el muerto", son algunas de las frases que se disparan desde la portada del Diccionario Fraseológico del Habla de los Argentinos, realizado por la Academia Argentina de Letras (AAL), donde se recoge la lengua viva del pueblo, su creatividad, sus ocurrencias, la chispa y el color de nuestra lengua.
El Diccionario, que inaugura la colección Biblioteca del Bicentenario de Emecé, es el primero exclusivamente de frases que se edita en la Argentina y también él único en su tipo en América Latina. Responsabilidad de Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia, y de magíster en Lexicografía Hispánica, Gabriela Pauer, este trabajo busca, en palabras de Barcia, "dar cuenta del haber lingüístico y literario del país. En este diccionario recogemos de la voz del pueblo todas estas expresiones, las ordenamos, y las devolvemos al pueblo para que tome conciencia de su capacidad creativa".
"La lengua -sigue Barcia- nace en el pueblo, la ratifican los escritores y la estudian y precisan los académicos, pero los académicos operamos recién en un tercer lugar, con la materia ya hecha". El 30 por ciento del material incluido en este trabajo ha sido tomado del habla oral. Aparecen en el Diccionario, una cantidad de frases que han tomado forma en las últimas décadas, pero también otras que vienen desde el siglo XIX y que aún suenan. Hay una cantidad de ellas que son propias del ámbito rural ("como patada de chancho"), otras tantas directamente asociadas al sexo ("mojar la chaucha"); el turf ("cruzar el disco"); el fútbol ("faltarle a alguien potrero"); e incluso, la política ("que se vayan todos"). Hay, además, unas cuantas comparaciones ("como escupida de músico").
Este Diccionario Fraseológico del Habla de los Argentinos, no contiene ninguna de las frases que se emplean en España, ha sido creado sólo con aquellas que nos son propias, "si hubiéramos incluido las frases de origen español tendríamos un diccionario de frases de uso y sería tres veces más grande. La decepción que uno tiene, a veces, al trabajar de este modo es que aparecen frases como "mala leche" que parecen del más puro riñón nacional, pero que en realidad son de origen español", comentó Barcia.
"Este manojo de frases de uso argentino es parte de nuestra biografía cultural", dice Barcia en el estudio preliminar a esta edición. Aquí un punteo por algunas de ellas:
A los ponchazos: 1 En forma muy ajustada. 2 En forma atropellada, desordenadamente; como se pueda, a falta de medios. 3 Confusamente. Obs: Aplícase mucho a las carreras de caballos, cuando el resultado final es muy ajustado, a la aprobación de un examen con la nota mínima.
Abrirse de gambas: 1 Eludir responsabilidades. 2 Referido a un problema o dilema, desentenderse, excusarse. 3 Referido a una mujer, entregarse sexualmente.
Andá a cantarle a Gardel: 1 Expresión de incredulidad utilizada ante la falta de veracidad de lo que alguien afirma o sostiene. 2 Expresión para indicarle a alguien que deje de molestar y que vaya a quejarse a otro lado o a otra persona. Obs: Remitirlo a Gardel equivale a enviar a la persona a que entable un monólogo con quien no puede escucharlo ni contestarle.
Armar quilombo: Armar un despelote. Obs: "Quilombo", voz de origen africano, proveniente del Brasil, pasa al Río de la Plata. Era una reunión de negros, divertida, ruidosa y desordenada. Por analogía, se aplicó a los barullos producidos en los prostíbulos y, luego, se lo hizo sinónimo de "lupanar" o "prostíbulo".
A toda hora Geniol: 1 Expresa que algo es una solución para todo. 2 Se dice de la persona que se aparece a todo momento. Obs: Proviene de la publicidad de aspirinas Geniol, una pastilla que cumplía múltiples funciones.
Caer como peludo de regalo: 1 Referido a una persona, llegar de forma inesperada y a destiempo. 2 Referido a una noticia, llegar de forma imprevista y, en consecuencia, alterar planes.
Comerse un garrón: Tener que soportar inesperadamente una situación desagradable. Obs: El garrón es la parte de la pata de la vaca cercana a la pezuña; como no tiene casi carne, a lo sumo se lo usaba para hacer caldo. Como pieza de alimento es, pues, despreciable. De allí la expresión; quedarle a uno lo peor para comer. El tener que aceptar situaciones desfavorables de distinta naturaleza supone "comerse un garrón": que le toque bailar con la mujer fea, que lo "ningunee" un jefe, que le endilguen a uno culpas ajenas, etc.
¡De acá!: Se utiliza para marcar y enfatizar una negativa rotunda. Oralidad. Obs: Esta expresión es una creación del cómico argentino Alberto Olmedo. La pronunciaba al tiempo que flexionaba las rodillas y ponía los brazos a los costados del cuerpo, con las palmas hacia arriba, y los hacía subir y bajar, como sopesando algo. Obviamente tiene connotaciones testiculares.
El último 'e culo de perro: "El último es cola de perro"; alude a que quien llega último recibe siempre lo peor. Se usa como frase exhortativa a no quedar último, sino a esforzarse para alcanzar algo.
Que se vayan todos: Expresión de hartazgo ante los desmanes políticos y las crisis económicas, sociales y morales que vive el país.
¡Qué cara. está la cebolla!: Frase ante alguien que tiene una expresión seria, preocupada o adusta.
Ser pato criollo: Ser torpe. Oralidad. Obs: Se dice del pato criollo dos afirmaciones: "Cada paso, una cagada". Y que hace tres cosas: nada, vuela y camina, y a las tres las hace mal.
Tener la vaca atada: Tener seguridad económica, tener un negocio exitoso y seguro. Obs: La frase alude a la situación de ordeñe, pues a la vaca se la manea o ata para sacarle la leche. Se señala con la frase una ocasión en que se puede sacar provecho de algo con seguridad. Hoy los adolescentes usan la frase abreviada sin saber su origen: "La tiene atada".


Sin miedo a las expresiones "malsonantes"
Los autores han decidir no excluir del Diccionario aquellas frases que Barcia llama "inmundas", relacionadas en buena medida con las prácticas sexuales, que se llevan el caudal más alto de alocuciones.

"Efectivamente es una elección incluirlas, pero creemos que no pueden ser negadas porque la gente del pueblo las usa y son parte de nuestra realidad lingüísticas. Eso sí, aclara Gabriela Pauer, aparecen marcadas como de uso vulgar, "por lo que su inclusión en el diccionario no quiere decir que puedan ser usadas por todo el mundo o en cualquier lugar".
Para muestra, algunos botones: Abrirle la boca al bagre: Desflorar a una mujer. Levantar carpa: Tener una erección que se insinúa en el pantalón.
Cualquier bondi le viene bien: Referido a una mujer para indicar que es promiscua.Hace manualidades: Se masturba.
Largar el chivo: Vomitar por efectos de una borrachera.
Dichos bicentenarios
Aparecen en el Diccionario Fraseológico..., una serie de frases que nacieron en la Argentina de 1810 y que se han mantenido vivas por doscientos años. Algunas de ellas ya aparecían en el Inédito Diccionario de Argentinismo del Siglo XIX, publicado por la AAL en 2006, y son recuperadas aquí. Por caso: Ponerse las botas: Obtener pingües resultados en un negocio o empresa; lograr más de lo que se desea.

Hacer gancho: Ayudar una persona a otra sirviendo de intermediaria para que consiga su objeto, particularmente en asuntos amorosos.
Ensillar el picazo: Picarse, enojarse repentinamente por simplezas.Donde el diablo perdió el poncho: En un lugar muy distante.
clarin.com

El nuevo "levante" es rápido, múltiple y sin romanticismo

Cómo te levantás a alguien? Josefina Canali se ríe, hace un silencio y deja sonar al DJ David Guetta de fondo. Nunca lo había pensado en sus 21 años. La pregunta hizo eco en cada uno del centenar de jóvenes que entrevistó Clarín en boliches y bares, por e-mail y teléfono.
No saben ni cómo definirlo porque es "muy complicado o demasiado simple". Dicen que con una sola pregunta basta para conquistar a alguien: ¿Cómo te llamás? Y listo. El chamullo sigue en otro campo, el virtual: primero a través de Facebook, después chateando en el Messenger y, con suerte, por mensaje de texto hasta que "se dé" el próximo encuentro físico, que puede ser en cualquier lugar y a cualquier hora. La mayoría no está acostumbrado a otra cosa. Y quienes se animan a ir "más" de frente (con un llamado o una invitación cara a cara) son considerados "abusadores de confianza".
Claro que también están los que quieren volver al cortejo clásico porque creen que, sin eso, resulta muy difícil encontrar una pareja estable. Lo dicen ellos, los jóvenes del siglo XXI. Coinciden con los adultos -también consultados por este diario-: la conquista no se extinguió, mutó: tiene otros espacios, tiempos e intereses.
Los estudiosos en conducta de jóvenes a través de generaciones definen al nuevo "levante" como "industrial". Principalmente porque la tecnología privilegió otro ambiente para "histeriquear" de manera simultánea e infinita: todos pueden mandar mensajes de texto, e-mails, mensajes por Facebook a cuántos hombres y mujeres desee a la vez y, aseguran, así se obtienen mejores resultados que en décadas pasadas. "Ya no existe pedir el télefono. La propuesta para salir es por SMS, Messenger o Facebook", cancherea Agustín Sereno (19 años).
"Si bien ya no es personalizado, el levante de hoy no es distinto. Se adapta a los cambios de la época: Ahora estamos en una sociedad inmediata, que da la posibilidad de establecer múltiples conexiones simultáneamente", afirmó Adrián Grassi, titular de la cátedra Adolescencia de Psicología la UBA.
La socióloga Ana Wortman explica que las conductas de levante están transformándose desde hace 40 años porque las formas de relacionarse cambian constantemente, y cada vez más rápido. Un ejemplo: La independencia femenina: "Influyó.
Ahora las mujeres se animan a tomar la iniciativa la mayoría de las veces". Ellas lo admiten: "Nosotras también podemos decir lo que sentimos o queremos", argumenta Sol Loyarte (22), estudiante de Recursos Humanos. Y para ellos "es genial porque no tenés que hacer nada", dice Alan Zelayeta (24). Un estudio hecho entre 1999 y el año pasado por investigadores de la UBA entre jóvenes universitarios de clase media y de sectores populares en la Ciudad y en el Conurbano indicó que el boliche sigue siendo el lugar de encuentro para los jóvenes. Sin embargo, para formar una relación seria, lo hacen a través de amigos, familiares, en la universidad. Igual que en generaciones anteriores. La diferencia es que ahora se ven una vez, después googlean o ven sus fotos, comentarios y gustos escritos, en las redes sociales y mucho tiempo después vuelven a verse.
"Con el Facebook conocés el contexto de persona: si es linda, adónde viaja, si tiene amigas. Siempre pasa que no le fichás bien el cuerpo y no hablaste nada", concluye Ignacio Rodríguez Gallo, estudiante de 19 años. Mariano Sarmiento, abogado, de 30 años, está desencantado. Cree que ya no se busca la seducción fina y elegante: "Antes era imposible mantener demasiados frentes de conquista abiertos al mismo tiempo. El contacto era en directo o por teléfono. Ahora, en un minuto podés mandar muchísimos textos invitando a salir y alguien siempre acepta".Para Mario Marguelis, investigador del Gino Germani, es porque "se perdió la conducta pautada, de esperar, la lentitud de los procesos de conquista: el ida y vuelta.
Todos encaran a todos y eso evidencia un desencantamiento en la conquista que sienten la mayoría de los jóvenes y en algunos casos tiene consecuencias: lleva al miedo al compromiso, a no creer en el amor verdadero, hace daño en las relaciones entre hombres y mujeres. No es que una época es mejor que la otra, sino que se transformó".
Para María Eugenia Micheau, estudiante de periodismo de 21 años, hay jóvenes que no se proponen ir a un determinado lugar para encarar a alguien: "Lo dan por sentado. No están preocupados por qué le van a decir, qué va a pasar. Todo eso ya es sabido. Se miran, se tocan y después a las sábanas". Cuenta que con una amiga le preguntaron a un brasileño soltero cuándo iba a casarse y él contestó: "Está tan fácil, que es difícil".
Lo decía Manuel Castells en el libro La era de la información: "En el último cuarto de siglo, una revolución tecnológica, centrada en torno a la información, ha transformado nuestro modo de pensar, de producir, de consumir, de comerciar, de gestionar, de comunicar, de vivir, de morir, de hacer la guerra y de hacer el amor".

¿Se te declaró? ¿Lo rebotaste?
Diana Baccaro
"...Y espero los asaltos, así juego a la botellita con vos", canta el pelado Cordera, y la nostalgia amontona en la memoria aquellos otros juegos -el semáforo, verdad o consecuencia- con los que muchos chicos soñaban con volverse grandes. ¿Se te declaró? era la pregunta obligada de las amigas después del primer lento. ¿No me digas que lo rebotaste?, apuraban las más románticas... Charly ya no suena en los lentos con su irresistible "Confesiones de invierno", y la botellita de Cordera no es más que el recuerdo de un viejo calambre en el alma, pero las declaraciones de amor no murieron, dicen que apenas mutaron. Tal vez sea cierto. ¿O acaso existe alguien que no quiere que le digan que lo quieren?




Claves de las viejas y nuevas conquistas. ANTES . HOY
Salidas. Por lo general, se conocía a la conquista en las salidas entre hermanos, primos y amigos. El hombre seducía a la mujer que le gustaba, la buscaba para pasear por una plaza, tomar un helado.... Pero antes le pedía permiso a los padres y le regalaba flores. A veces, hasta cantaba serenatas. Se coordinaba la salida con al menos una semana de anticipación por teléfono (aunque no todas las familias tenían) o en persona: se pactaba día, horario y lugar.
Lugar. El club, el colegio, el barrio . No existía internet ni celular. Si estaban a distancia, se comunicaban a través de cartas.
Baile. Sonaban los lentos. Permitían mantener una conversación, bailando pegados. El hombre eran quien invitaba a bailar a la mujer. En los '60 el hombre debía pedirle permiso a sus padres o hermanos.
P*
Salidas. La mayoría de las veces, se conoce al "levante" a través de amigos, conocidos o compañeros. El hombre no es el único que seduce a la mujer. Ellas ahora se animan más que ellos. Los padres no tienen ningún tipo de intervención. Las salidas se organizan generalmente a cualquier hora por mensaje de texto o chat.
Lugar. Los encuentros se dan en la web: por Messenger, Facebook y otras redes sociales. También pueden organizarse por SMS. El boliche sigue siendo un lugar de reunión.
Baile. Hay más reggaetón y música electrónica. Nada de lentos: ya no existen en los boliches ni en las fiestas. Se baila pero sin conversar. Por lo general, las mujeres bailan entre ellas, y los hombres lo hacen entre ellos.
clarin.com

El decálogo del nuevo coleccionista de arte

Me gustaría colgar una obra de arte, pero no sé qué es bueno, no tengo mucho dinero, ni sé dónde comprarlo. Entonces, me compré un póster divino y lo mandé enmarcar ($ 800)"; "estoy pensando en poner un sillón más alto para que no quede tan vacío el espacio" ($ 2500)". Estas y muchas otras afirmaciones circulan entre quienes buscan imágenes para su vida y creen que el arte está fuera de sus posibilidades. Pero esto está muy lejos de la realidad, porque las posibilidades existen. Así como se pueden adquirir obras de grandes maestros por cien mil dólares, también hay muy buenas y accesibles oportunidades en el mercado del arte contemporáneo local. Las galerías del circuito ofrecen obras asequibles, en dos o tres dimensiones, tanto de artistas de la generación intermedia como de los de la nueva era. Para los que quieran iniciarse en la colección de arte, no es necesario hacer grandes inversiones: se puede empezar con obras de 500 pesos o menos.
Para organizar la salida por el mundo del arte y conocer qué es lo que hay que saber sin perderse en un laberinto, el experto Adrián Gualdoni Basualdo, que presentó la muestra Coleccionables en la galería Holz, propone algunos puntos que aclaran el panorama.
-¿Qué es un coleccionista?
-El coleccionista no es la persona que compra tres cuadros y dice "yo soy coleccionista". Es aquel que tal vez compra una obra o cien, pero que le da un orden a ese patrimonio que incorpora a su hábitat. La colección, para ser tal, debe tener una orientación, ya sea la obra de un mismo autor, o una colección organizada por temática o por obras de cierto contexto histórico. Es imprescindible que tenga un hilo conductor.
-¿Los coleccionistas tienen características que armen arquetipos?
-Desde la psicología hay algunas cosas que se dicen, pero no muy serias, como "fulano colecciona tarjetas postales porque es un viajero frustrado" o "tiene una serie de armas porque se cree Rambo, pero es un petiso y gordo que no se anima a la aventura". El coleccionista tiene su lugar para ordenar el mundo. Integra su colección, la ordena, la manda, la organiza, la limpia, la modifica, incorpora, desecha para poner orden en el micromundo que crea para sí. Es una necesidad de orden psicológica que los coleccionistas vemos satisfecha a través de la colección.
-O sea que el coleccionista de arte es el que incorpora ordenadamente las artes visuales en su vida cotidiana.
-Sí, pero hay otros coleccionistas. Los que están en primera plana cuando se inaugura una feria mundial de arte importante y que los organizadores creen que si ese personaje no apareciera la feria fracasaría. Hace años, si no aparecía Amalita Fortabat en arteBa, se decía que la feria iba a fracasar. Pero la columna vertebral del mercado no es ese coleccionista notorio y mediático, sino esa masa de coleccionistas de nivel medio que acude a un evento a comprar una obra por 3000 pesos. Esos son los que mantienen activo el mercado.
-¿Cómo influyen las decisiones de compra cuando se piensa en la inversión?
-No aconsejo a nadie comprar arte sólo guiado por el negocio. No es en este mercado en donde debe buscar invertir; debe recurrir a otro tipo de negocios. El arte hay que comprarlo nada más que guiado por el instinto y el gusto. Si eso luego pasa a ser rentable, será un premio a nuestra actitud.
Por Sabrina Cuculiansky
El mercado mundial vs. local
Al cierre de 2009, el mercado mundial de arte descendió un 30% en relación con 2008. Respecto del mercado nacional, se contaron 13,5 millones de dólares de ventas en subastas de primera línea contra los 14,5 de 2008, lo que marcó una disminución del 12% de las ventas.
"El arte argentino aguantó a pie firme el envión negativo de la vida económica. Hay gente que sigue viendo el mercado de arte como un valor de refugio en momentos en que las inversiones financieras no dan el profile que estábamos acostumbrados. El mercado está sólido y demandante, y es entonces cuando entran propuestas tentadoras de obras de arte que resultan una inversión sin riegos", aclara el experto Gualdoni Basualdo.
Diez consejos para tener en cuenta
1 La obra debe emocionar. Comprar siempre sólo lo que nos transmita algo.
2 Comprar arte sólo en galerías o salas de subasta para que, a la calidad de la obra que nos ofrece, le sumen su reconocido prestigio.
3 Evitar las compras a quienes se presentan como si fueran "vendedores ambulantes", sin infraestructura comercial visible, incluso cuando sus precios parezcan sumamente tentadores.
4 Ninguna obra ilegítima, falsa o robada es suficientemente barata. Hay mucha obra falsa, sobre todo cuando ofrecen trabajos de grandes maestros. Para eso hay que ir a casas que poseen una trayectoria, que se harán cargo ante cualquier reclamo. Eso no pasa cuando se compra a una señora que invitó a un cóctel en su departamento.
5 Exigir factura y certificación escrita que determine la autenticidad de lo que se compra y los antecedentes de la obra.
6 Invertir tiempo y no apresurarse ni permitir que nos apresuren a tomar la decisión.
7 Comprar con audacia y vender con paciencia.
8 Es interesante la oferta del mercado argentino, que da la posibilidad de adquirir obras de artistas aún no consagrados pero que ofrecen una producción que permite advertir la posibilidad de un desarrollo futuro. Eso es comprar con audacia. Conservarla. Hay gente que quiere venderla cada tres meses. Lo ideal es tenerla para siempre, pero si uno quiere darle dinamismo a la colección, para que entren otras cosas, hay que venderla con paciencia.
9 Cuando el coleccionista compra lo hace para toda la vida, pero existen algunas circunstancias atenuantes, conocidas como "las tres D", que hacen que este propósito a veces no se concrete: dead (muerte), divorce (divorcio) y default (quiebra).
10 Preguntar, preguntar y preguntar.
Algunas opciones para empezar la colección contemporánea
Coleccionables: Galería Holz, Arroyo 864; 4394-0779
Saraton: Sara García Uriburu, Uruguay 1223 - PB "5"; 4813-0148
Remate Museo Sívori: Asociación Amigos del Museo; Av. Infanta Isabel 555; 4775-7093
Remate Museo Fernández Blanco: Asociación Amigos del Museo; Suipacha 1422 - 4327-0228 Int. 216

lanacion.com

¿La privacidad ha muerto?

Elijamos una persona al azar: Dan Braden, de Austin, Texas. No conozco en absoluto a Braden, pero puedo decirles que en los últimos días gastó US$ 373,46 en productos Louis Vuitton, US$ 162,47 en un almacén local, US$ 20 en el centro de salud y US$ 3,23 en iTunes. Frecuenta Starbucks, fue al restaurante Maude´s Tex-Mex la semana pasada y, además, gastó US$ 717,10 en nuevas cubiertas.
¿Alguien está espiando a Braden o hackeando su cuenta? No. Sucede que se inscribió en Blippy, un nuevo sitio en la Red que registra on-line cada compra que hacen los usuarios con determinada tarjeta de crédito ("una forma divertida y fácil de ver y discutir lo que la gente está adquiriendo", tal como se presenta en sociedad). Está contento de publicitar adónde va y lo que compra. No le preocupa su privacidad.
"Si compro algo de Britney Spears, supongo que mis amigos se burlarían de mí", dice Braden, que trabaja para la compañía de computación Dell. "Pero no me preocupa demasiado la privacidad. No creo estar haciendo nada de lo que me sienta avergonzado."
Se lo puede llamar apertura o exhibicionismo; como sea, se está imponiendo en todas partes. En Twitter uno puede escribir sus pensamientos minuto a minuto. En Face­book y Flickr abundan las fotos personales. Incluso hay un sitio que anunciará al mundo tu peso cada vez que pises la balanza del baño.
¿Ya no nos importa la privacidad? No demasiado, sostiene Mark Zuckerberg, fundador y CEO de Facebook. El mes pasado declaró: "La gente se siente cómoda no sólo compartiendo más información y de distintos tipos, sino también de manera más abierta y con más gente". Describió tal falta de privacidad como una "norma social".
Para quienes se criaron espiando a los vecinos, ocultos detrás de las cortinas, esto puede parecer una locura. Para las generaciones más jóvenes, nacidas con Internet en su ADN, Zuckerberg puede estar diciendo algo cierto.
Como opina Daniel Masoliver, de 24 años, estudiante de posgrado en Londres: "El único motivo por el que existía la privacidad es porque no existía Facebook. A la gente siempre le gustó hablar de las cosas en las que está metida y cuanto más comparte información tanto más cómodos se sienten otros de sumarse a la conversación".
Aun así, hubo algunas reacciones hostiles a las afirmaciones de Zuckerberg: "Es un idiota", escribió un participante en redes sociales. "Tonterías", apuntó otro.
También hay preocupación entre los expertos en el fenómeno de las redes sociales. La erosión de la privacidad, dicen, crea peligros, tanto para los individuos como para el cuerpo político social más amplio.
Sherry Turkle, profesor de Estudios Sociales del Massachusetts Institute of Technology (el emblemático MIT), sostiene que la insensibilidad a la privacidad "muestra desprecio por la historia y por la importancia de aquélla para la democracia y, agregaría, para la intimidad. A la gente joven le preocupa esto. Pero se siente impotente".
Incluso Zuckerberg, de 25 años, no se siente realmente cómodo de dejar que todo esté a la vista. Cuando se dio un cambio en las condiciones de privacidad de Facebook, recientemente, aparecieron fotos suyas en su página divirtiéndose con sus amigos. En algunas fotos se veía como un tonto.
Cuando se empezó a difundir la noticia de que estaban circulando esas imágenes, éstas desaparecieron repentinamente.
La semana pasada, una vocera de Facebook empezó a pedalear para atrás vigorosamente, negando que Zuckerberg hubiese dicho que la privacidad había muerto. "Se malinterpretaron sus comentarios", dijo. "Una parte central de la misión de Facebook siempre ha sido entregar a la gente herramientas que le permiten controlar su información."
Agregó: "Si lo que se afirma es que cualquier cosa que Mark desee mantener en privado es incoherente con sus comentarios, algunos otros elementos hipócritas de su vida son que oculta los números de sus tarjetas de crédito en su billetera, no difunde las claves de sus cuentas on-line, y cierra la puerta del baño cuando hace sus necesidades".
Entonces, ¿la privacidad continúa siendo la norma social o ya no lo es?
En una encuesta de YouGov para The Sunday Times realizada el mes último, sobre si la privacidad hoy importa menos que antes, el 30 por ciento de la gente respondió que sí y el 63 por ciento estuvo en desacuerdo. Un poco más del 70 por ciento dijo que le preocupaba que su información privada cayera en manos de terceros en Internet, mientras que el 28 por ciento manifestó que no le preocupaba.

Minigeneraciones
Las diferencias de opinión pueden atribuirse en parte a la edad. El ritmo del cambio tecnológico es tan acelerado que los investigadores creen que incluso pequeñas diferencias de edad producen actitudes y conductas significativamente diferentes.
Según el Pew Research Centr, de Estados Unidos, el 68 por ciento de los adolescentes envían mensajes instantáneos por Internet, comparado con el 59 por ciento de la gente de veintitantos y una proporción mucho más baja de los grupos de edades más avanzadas. En el Reino Unido, un estudio de redes sociales realizado por Ofcom, el ente de vigilancia de las telecomunicaciones, concluyó que el 54 por ciento de los usuarios de Internet de entre 16 y 24 años había creado un perfil en un sitio de redes sociales, porcentaje que se iba reduciendo progresivamente a partir de esa franja etaria.
Cuanto más jóvenes son estas "minigeneraciones", más parecen aceptar la apertura, aunque más no sea por necesidad. Si todos están revelando sus vidas on-line, no quieren quedar marginados.
Las locuras juveniles eran un rito de iniciación necesario, dice Turkle, y con el tiempo desaparecían solas; ahora se quedan para siempre.
"Los adolescentes necesitan enamorarse y desenamorarse de gente e ideas", sostiene este profesor del MIT, cuyo libro de próxima aparición, Alone Together ("Solos juntos"), analiza la amistad en la era digital. "Internet es un territorio fértil para elaborar una identidad. Pero eso no se funde fácilmente con una vida que genera su propia sombra electrónica."
Dicho de otro modo, los errores de la juventud pueden quedar para siempre en un servidor informático y convertirse en algo que lo persigue a uno.
Al igual que muchos usuarios de redes sociales, Sophie, otra amiga perteneciente al grupo de Hampshire, se siente reconfortada por los recursos de privacidad que ofrece Facebook. "No estoy preocupada realmente", asegura. "Lo tengo configurado de tal modo que solamente mis amigos pueden ver mis cosas."
Estos resguardos no convencen a todos. Por empezar, Facebook ha reducido el nivel de privacidad de su configuración inicial. Si uno no impone activamente la privacidad, mucha gente tendrá acceso a su información. Y también puede estar disponible públicamente si el perfil de un amigo no está protegido adecuadamente.
Aunque uno trate de restringir el acceso, los datos que queden como públicos pueden ser muy dicentes. Por ejemplo, Facebook no tiene restricciones de privacidad para su nombre, foto, lista de amigos y ciertos otros materiales.
Al analizar tal información, programas "araña" pueden crear gráficos sociales que revelen su sexualidad, creencias políticas y otras características. Según Ross Anderson, profesor de Ingeniería de Seguridad en Cambridge, eso puede hacerse aunque uno incluya únicamente ocho amigos. El tema puede no importar tanto en Gran Bretaña, "pero en un país como Irán, donde castigan a los gays, esto es algo serio", advierte.
Otras preocupaciones están relacionadas con el uso que dan los sitios de redes sociales a sus datos "detrás de escena". Son pocos los usuarios que leen la declaración de privacidad de Facebook -de más de ocho páginas tamaño A4-. Pero si usted lo lee descubrirá que Facebook "puede recoger información sobre usted de otros usuarios de Facebook"; puede guardar detalles de cualquier transacción que usted haga y permitir a terceros acceder a su información. También reconoce que "no puede asegurar que información que comparta en Facebook no quedará disponible públicamente".

A propósito de Gran Hermano
Desde que George Orwell escribió 1984, el "Estado Gran Hermano" ha sido la principal preocupación de la mayoría de las personas respecto de la disminución de la privacidad. Ahora, las organizaciones privadas y los criminales preocupan cada vez más. El reciente libro Delete: the Virtue of Forgetting in the Digital Age ("Borrar: la virtud de olvidar en la era digital") cita el caso de Stacy Snyder, una estudiante de profesorado de Pennsylvania. Luego de colocar una foto de sí misma aparentemente borracha en una red social, se le negó el certificado para poder enseñar.
Se piensa que hay ladrones que usan Facebook para tratar de descubrir cuándo una propiedad va a quedar sin gente. Y Anderson alerta que el phishing es una amenaza creciente. Usando datos obtenidos de sitios de redes sociales, criminales envían a la gente e-mails que parecen provenir de sus amigos. Las investigaciones muestran que se desconfía menos de tales e-mails que del spam, aunque pueden ayudar a descubrir ladrones.
Mientras que para la mayoría de la gente la privacidad se ve crecientemente vulnerada, los ricos y famosos protegen cada vez más la suya. Hay casos presentados por abogados utilizando la legislación europea de derechos humanos en las cortes británicas, que son favorables a los reclamos de defensa contra violaciones de la privacidad. La última demanda fue presentada por Kate Middleton -novia del príncipe William-, que sostiene que su privacidad fue violada por una foto de ella jugando al tenis en Navidad.
Un peligro mayor que el hecho de que haya un derecho a la privacidad para los ricos y otro derecho para los demás es el de un mal crónico, al menos de acuerdo a Jaron Lanier, autor de un nuevo libro, titulado You are not a gadget ("Usted no es un aparato").
Lanier teme que la apertura y la "colectividad" de Internet de hoy nos conduzca hacia la mediocridad. "No querríamos que todo el mundo adquiriera la cualidad de haber sido designado por un comité", dijo. "Cuando todos colaboran en todo, se genera un resultado promedio opaco en todo. La mejor innovación depende de la privacidad", dice.
Sin embargo, la tendencia a la apertura adquiere creciente impulso y las actitudes de la gente bien pueden estar cambiando, como sostiene Zuckerberg. La gente joven no es consciente de los peligros o siente que el precio que tiene que pagar por participar en las redes sociales es tener menos privacidad.
Anderson sólo habla a medias en broma cuando dice que ser miembros de redes sociales se ha convertido en una "necesidad de supervivencia" para los jóvenes. "En Cambridge, todas las invitaciones a fiestas se difunden por Facebook. Por lo que, si uno no tiene un perfil, no lo invitan a fiestas, no tendrá relaciones sexuales, no tendrá hijos y sus genes se perderán. Por tanto, es una necesidad evolutiva estar en Facebook."
Pero recuerde, cuando acepte una invitación a salir a través de Facebook, no use una tarjeta Blippy para comprar anticonceptivos. A menos que quiera que todo el mundo sepa en qué está pensando.
Por Richard Woods (The Sunday Times)
Traducción de Gabriel Zadunaisky
Mark Zuckerberg, padre de la criatura
Joven y ejecutivo, Mark Zuckerberg es el fundador y CEO de Facebook, el gigante de las redes sociales, que ya cumplió seis años en Internet y que, para empezar 2010 con buenas noticias, festejó haber alcanzado los 350 millones de usuarios.
Cuando era estudiante en Harvard, Zuckerberg tuvo la idea que le daría fama y mucho dinero: diseñar una plataforma para reproducir los vínculos sociales. Pronto, el estadounidense se convirtió, con 23 años, en el multimillonario más joven, según la lista que la revista Forbes publicó en 2007.
De crecimiento explosivo, Facebook queda en el centro de la escena a la hora de los debates en torno de la privacidad en Internet.
En diciembre último, Zuckerberg protagonizó un particular instante de fama. Por unas horas, el perfil menos esperado de la estrella de los negocios on-line se hizo público. Y algunas imágenes del álbum del joven empresario se desperdigaron por la Red. "No sentí la necesidad de restringir las fotos con mis amigos, familiares o con mi osito de peluche", dijo más tarde desde su perfil.
Los lectores se suman al debate
Con el disparador "¿Cómo resguardás tu privacidad en Facebook?", los usuarios de
lanacion.com se sumaron al debate sobre la intimidad en Internet. Si bien casi el 80 por ciento de los participantes concluyó que las redes sociales atentan contra la privacidad, adeptos y detractores dejaron su punto de vista sobre proteger (o no) sus datos.
Fabricio70: "La privacidad la maneja uno mismo. Hay gente que critica la «seguridad» de Facebook, porque no se toma el tiempo para determinar el perfil de privacidad que les quieren dar a sus publicaciones. Entonces, ¿el problema es de Facebook o de los usuarios? (...) Técnicas fáciles: no pongas tu nombre completo. No aceptes a desconocidos. No pongas datos personales. No pongas fotos de tu casa o tu auto. Poné que todos tus datos del muro, publicaciones o fotos sean vistas sólo por amigos".
Verytruli: "Llevado por el interés de poder reencontrarme con mucha gente que con el paso del tiempo fui perdiendo, me inscribí en esa red, pero después de ver que no lograba mi cometido, dejé de intervenir en ella. A pesar de que muchos integrantes de mi familia forman parte, me contacto con ellos por otro medio".
Lilianacesar: "Está claro que Face­book está hecho, justamente, para ser público. Quien sea muy celoso de su privacidad simplemente no tiene que participar. Personalmente, amo Facebook porque me facilita la comunicación permanente con mis dos hijos radicados en Europa".
Thomas53: "Depende lo que quieras compartir y de cómo configures la privacidad. A mí me ayuda a reencontrarme con personas, compartir cosas y fotos. Aunque reconozco que un poquito de voyeurismo me despierta".
Yo_elena: "Simplemente, no tengo Facebook, no me lo banco. Pero la cosa no es tan simple (...) ¿Cómo se puede controlar que otros pongan datos o fotos de uno? Facebook me resulta cada vez más aterrador".

lanacion.com

Dilemas éticos del copy-paste en la Red

"Gente hay mucha, ideas pocas: todos pensamos aproximadamente lo mismo y las ideas nos las traspasamos, las pedimos prestadas, las robamos". La frase de Milan Kundera -recuperada por el periodista salvadoreño Mario Alfredo Cantarero en un artículo de saladeprensa.org- se reactuliza a diario en la experiencia de muchos usuarios, víctimas y victimarios del plagio on line. El menú es tentador y está a pocos clics de distancia.
El tema volvió a las primeras planas a partir de casos en España (el periodista y docente Ramón Salaverría denunció la
reproducción ilegal de una entrada de su blog e-periodistas en elmundo.es ) y EE.UU (Un periodista de The New York Times renunció mientras era investigado por este tipo de prácticas, luego de una denuncia de The Wall Street Journal ).
Surgen algunas preguntas básicas en el ecosistema on line del copy-paste (copiar y pegar): ¿Qué criterios se utilizan para identificar las fuentes originarias del contenido? ¿Cuáles son las normas estipuladas para procesar la información? ¿Cómo desarrollar el uso creativo de este contenido sin alterarlo o borrar las huelas de su existencia? ¿Qué herramientas existen para comprobar posibles plagios?
En el ambiente educativo, por ejemplo, ya existen algunas experiencias como el modelo de
webquest , que apunta a incentivar a los alumnos a recrear contenido original y de manera colectiva a través de materiales ya existentes gracias al uso de la tecnología (también cabe mencionar los sitios wiki). Muchos medios on line trabajan con esa lógica, ya que la urgencia de la actualización al instante y la tiranía del último momento ( breaking news) obligan a un constante mix de contenidos de diferentes fuentes (internet, TV, radio, diarios, blogs, agencias de noticia, etc.).
Sin embargo, esta práctica no debe eludir cuestiones básicas de la profesión: la contrastación y cita obligada de fuentes con la inclusión de los links correspondientes (sean grandes organizaciones o blogs individuales), el contacto con el creador original de un contenido para pedir autorización de republicación, la no alteración del contenido ajeno y la verificación de datos ( fact checking ). En todo caso, resulta clave distinguir el plagio -que disimula u oculta la autoría de una obra- de la republicación de contenido con la cita correspondiente, muy propia de la naturaleza colaborativa y colectiva de Internet.
Mail:
groitberg@lanacion.com.ar
Twitter: http://twitter.com/grmadryn
Recomendados
1.
http://www.copyscape.com/
Herramienta para detectar copias ilegales de páginas web
2.
http://tinyurl.com/ydhnsg3
Kelly McBride -de Poynter Online- y sus ideas para erradicar el plagio periodístico.
3.
www.saladeprensa.org/art648.htm
Un artículo recomendable del sitio saladeprensa.org

lanacion.com

viernes, 26 de febrero de 2010

El cerebro más sano

Utópico, soñador, fumado. Así suele tildarse a John Lennon apenas se escucha el tema Imagine, el que describe a "toda la gente viviendo en paz". Sí, utópico, soñador, fumado, pero sano. Un estudio irlandés comprobó que la gente que siente aversión por la desigualdad, que imagina al hombre “compartiendo el mundo”, como imploraba John, tiene una respuesta cerebral sana.
El Instituto de Tecnología de California (Caltech) y el Trinity Collage de Dublín llegaron a la conclusión a partir de un estudio realizado por resonancia magnética. Publicado en la revista Nature, el informe explica que, cada vez que una persona rica vería cómo se le ofrecía comida a un pobre, generaba una actividad neuronal en algunas zonas del cerebro representantes de la satisfacción.
Los investigadores, encabezados por John O'Doherty, determinaron que la actividad cerebral generada por los ricos en esas situaciones se correspondía con un sentimiento de preocupación por la desigualdad, "lo que prueba que los seres humanos sentimos preferencia por la igualdad y aversión por la desigualdad", indicó a la agencia EFE el profesor O'Doherty, del Caltech.
O'Doherty explica esta reacción del cerebro por el hecho de que la igualdad mejora la convivencia de un grupo de personas o comunidad, algo que beneficia a todos frente a la opción de vivir en soledad.
Aunque el estudio no se centró en descifrar con detalle las diferencias individuales entre los seres humanos, sino en lo que sus respuestas cerebrales desvelan, el investigador considera que "la tendencia a mostrar aversión por la desigualdad variaría según los individuos, igual que varían otros rasgos".Según algunos científicos, cierto tipo de personas con trastornos de la personalidad, como los sociópatas, podría tener algún tipo de disfunción en regiones del cerebro, por lo que "quizás no mostrarían las mismas respuestas que la gente sana en un experimento como este".
criticadigital.com

jueves, 25 de febrero de 2010

Varones con sobrepeso, más propensos a demorar inicio pubertad

Si bien la relación entre el índice de masa corporal y la pubertad precoz es bastante conocida en las niñas, existían pocos trabajos acerca de qué ocurre en los varones. Un reciente estudio analizó cómo el peso retrasa el desarrollo en los niños
Los varones con sobrepeso comienzan la pubertad después que sus pares con peso normal, según un nuevo estudio. En cambio, en las niñas ocurre lo opuesto. La relación entre el índice de masa corporal (IMC) y la pubertad precoz es bastante conocida en las niñas, recordó en Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine el equipo de Joyce M. Lee, de la University of Michigan, en Ann Arbor. Pero existen pocos trabajos sobre los varones. El equipo estudió a 401 varones que participaban en el llamado Study of Early Child Care and Youth Development, del Instituto Nacional de Salud Infantil. A los participantes se les midió la altura y el peso varias veces, por primera vez cuando tenían 2 años y finalmente a los 11 años y medio. Los autores dividieron a los varones en tres grupos, según la velocidad de aumento del IMC en ese período. El 14 por ciento del grupo con más peso no había comenzado la pubertad a los 11 años y medio, a diferencia del 13 por ciento de los varones con IMC promedio y el 8 por ciento con el IMC más bajo.

Lee dijo que no podría proporcionar un IMC o un peso en el que el riesgo de demora de la pubertad aumentaría para los varones. Pero explicó que un varón de 11 años y medio, de altura promedio para la edad (1,50 metros) en el grupo con más peso pesaría alrededor de 56 kilos (27 de IMC), lo que se considera sobrepeso.
En cambio, un varón de la misma altura en el grupo con IMC más bajo pesaría 35 kilos (casi 17 de IMC), es decir, un peso normal. Los varones empiezan a mostrar los cambios de la pubertad inmediatamente después de su cumpleaños número 10, explicó Lee a Reuters Health.
En los varones no hay un signo claro, como el inicio de la menstruación en las niñas, lo que vuelve más difícil el estudio de la pubertad masculina. "El inicio de la pubertad significa que los testículos y el pene comienzan a crecer", dijo. Además, el proceso puede demorar entre tres y cinco años. Por ahora, indicó, la teoría de por qué las niñas con sobrepeso adelantan su ingreso a la pubertad incluye a la leptina, una hormona que aumenta a medida que lo hace la masa de grasa corporal.
El mismo proceso hormonal ocurre en los varones. "Aún estamos en la oscuridad en el conocimiento de cómo funciona la pubertad", dijo Young.
Fuente: Reuters

infobae.com

El cura que se prostituía y robaba

Los corrillos en las localidades toledanas de Noez y Totanés están a la orden del día esta semana. Su párroco, Samuel Martín, de 27 años, se gastó 17.000 euros en líneas eróticas y páginas web pornográficas. Dinero que en su mayor parte sustrajo a las hermandades y cofradías de Semana Santa de Noez (mil habitantes) y Totanés (unos 500).
Dicen las malas lenguas que a Samuel le costaba cumplir con la norma del celibato. Pero, la Archidiócesis de Toledo no
le ha cesado por sus escarceos sexuales sino por las irregularidades detectadas en las cuentas.
La alcaldesa de Noez, Yolanda Sánchez, confesaba este martes que las actividades extrareligiosas del párroco eran un secreto a gritos. La alcaldesa reconoció que entre los vecinos había "comentarios de este tipo".
Pero tal era la necesidad sexual del joven sacerdote que no sólo dedicaba sus horas libres a los placeres telefónicos, sino que su deseo también le llevó a anunciarse en Internet para ofrecer sus servicios. Todo menos actos sadomasoquistas.
Se presentaba como "Héctor, hombre hetero español, al servicio de tu felicidad". "Para mujeres y parejas, bien dotado (15 cm),..., estoy abierto a todo excepto al sado, no os arrepentiréis, os haré gozar de felicidad como nunca", decía el anuncio, que ha sido retirado de la red.
Sus tarifas oscilaban entre los 50 euros por 15 minutos de servicio y los 120 euros por hora.
En Totanés y Noez la noticia les ha indignado, pero tampoco les ha sorprendido demasiado. El propio Samuel, en su homilía del domingo 7 de febrero, confesaba a sus feligreses que había robado dinero de las hermandades. Pero de ahí, a sus actos sexuales hay un trecho.
"Ha sentado muy mal en el pueblo porque llevaba aquí tres días, como quien dice, y se ha llevado los dineros de las Hermandades y quién sabe si también algo más que se había dado para Haití", ha comentado Félix Fernández, un jubilado de Noez.
Mientras una joven madre de la misma localidad lamenta los hechos. "Mi hijo iba a la catequesis y ahora te da por pensar", dice. En Gálvez un familiar del párroco admite que la familia, y en particular los padres del sacerdote, se encuentran "muy mal" desde que se enteraron de la noticia la semana pasada.

elmundo.es